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La delicada gobernabilidad en Argentina en tiempos de turbulencia electoral

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Portada del diario La Nación el día después de las elecciones internas en Argentina. Foto: Reuters

DESPUÉS DE LAS INTERNAS

Analista sostiene que el principal problema del presidente Mauricio Macri será terminar el mandato.

Apenas cuatro años después de dejar el gobierno, el kirchnerismo prepara el retorno a la Casa Rosada. El contundente triunfo de Alberto Fernández en las elecciones primariasdel domingo lo deja a las puertas de asumir el poder el 10 de diciembre. No obstante, el resultado abrió, al mismo tiempo, otro cúmulo de incógnitas. La más importante pasa por saber cómo garantizará Mauricio Macri la gobernabilidad a partir de ahora. En medio de una debilidad política que amenaza con agravar aún más las dificultades económicas, la duda es si el gobierno macrista logrará sostener un contexto de relativa estabilidad o si la crisis escalará aún más.

“Quedan larguísimos cuatro meses por delante hasta la entrega del poder. Salvo que estemos frente a un hecho que formará parte de los libros de historia de las campañas electorales, cuesta imaginar una reversión de la derrota del oficialismo. El mayor problema del gobierno será, entonces, terminar el mandato en el plazo establecido. Para eso se va a necesitar una enorme habilidad política, sortear la situación económica y contar con una complicidad democrática del peronismo que no es algo que caracteriza a su historia”, dijo Orlando D´Adamo, director del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano, en Buenos Aires.

Poco colaborativo en las crisis que derivaron en los finales anticipados de los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa, el peronismo tiene por delante otra oportunidad para demostrar que esta vez sí será capaz de comprometerse con la estabilidad institucional desde una oposición responsable. En todo caso, podría cumplir ese papel desde una posición de fortaleza. Con el regreso de sectores internos que se habían alejado en los últimos años, el peronismo logró superar el domingo el 45% de los votos, una barrera que no lograba atravesar desde 2011.

Ese resultado muestra que el repliegue táctico de Cristina Kirchner para dar lugar a un candidato más dialoguista como Fernández ha sido exitoso. Por un lado, el encumbramiento de un dirigente que había sido muy crítico de los últimos años del kirchnerismo en el poder abrió la puerta para el regreso de miles de electores que se habían distanciado. Por el otro, el paso atrás de la expresidenta allanó el camino de retorno a gobernadores y a dirigentes con peso propio como Sergio Massa.

Cristina Kirchner votando en las elecciones internas de Argentina. Foto: Reuters
Cristina Kirchner votando en las elecciones internas de Argentina. Foto: Reuters

A esa construcción política de la principal fuerza opositora se le agregó el impacto de la crisis económica sobre la imagen del gobierno. Luego de un 2018 en que el poder adquisitivo de los salarios cayó un 12% y se perdieron 168.700 empleos formales, el caudal electoral del oficialismo sufrió el voto castigo de los sectores de ingresos medios y bajos, que habían acompañado al macrismo.

“En la disputa entre los dos miedos -que vuelva Cristina o que continúe Macri-, el más potente fue el económico, y eso terminó definiendo la elección”, dijo el analista político Carlos Fara.

Si bien uno de cada tres argentinos optó por la continuidad del macrismo antes que apostar por una vuelta al pasado, el voto del oficialismo volvió a quedar reducido a su histórico peso en grandes centros urbanos como la ciudad de Buenos Aires, Córdoba y Mendoza. La modernización económica y la inserción internacional de la economía argentina que impulsa el macrismo fueron parcialmente respaldadas en las ciudades en donde predominan los servicios y la producción rural con saldos exportables. En cambio, los candidatos del gobierno fueron rechazados en los conurbanos de las grandes ciudades, donde la drástica caída del consumo interno empujó a la crisis a miles de pequeñas y medianas empresas industriales, además de reducir las “changas” para los trabajadores informales.

La campaña que viene.

Esos dos países en uno tienen por delante una campaña electoral de 11 semanas. El camino amenaza con volverse eterno para el gobierno de Macri. Ayer, la cotización del dólar se disparó 23%, la Bolsa porteña se desplomó 34% y la tasa de interés de referencia trepó al 74% anual.

Con ese tembladeral económico debajo de sus pies, el oficialismo cuenta con escasas herramientas para intentar el milagro de una reversión de la derrota el 27 de octubre. La única expectativa parece estar reducida a provocar un aumento histórico del nivel de asistencia a las urnas, muy por encima del 75,78% del padrón electoral alcanzado el domingo pasado. Una oleada de nuevos votantes que elijan opciones distintas al peronismo sería la única alternativa que podría arrastrar hacia abajo el 47,65% alcanzado por Fernández en las primarias. Según la legislación electoral argentina, si la fórmula más votada obtiene un caudal superior al 40% y más de 10% de diferencia con la segunda, o si cosecha el 45% de los sufragios afirmativos, se consagra en la primera vuelta.

Solo una imprevista caída del caudal electoral de Fernández le permitiría al gobierno posponer la definición para una segunda vuelta el 24 de noviembre y, en esa instancia, apelar a los electores del exministro de Economía Roberto Lavagna (8,22%), el ex director de Aduanas Juan Gómez Centurión (2,63%) y el economista José Luis Espert (2,18).

Otra de las estrategias a las que probablemente apelará el gobierno es forzar al extremo la polarización en la provincia de Buenos Aires entre la gobernadora María Eugenia Vidal y el exministro de Economía Axel Kicillof para dar vuelta la elección en el principal distrito de Argentina. La tarea luce casi imposible. En la elección del domingo, Vidal, la política con mejor imagen del país que va por su reelección, cayó arrastrada por la oleada de voto castigo a Macri y quedó 17% por debajo de Kicillof.

“Castigo de la clase media”, dijo Pichetto

El candidato a vicepresidente de Juntos por el Cambio, Miguel Ángel Pichetto, dijo que la derrota en las primarias es un “castigo de la clase media” y que no esperaban un resultado tan bajo. “Es un resultado que tiene más que ver con un componente, quizás, de castigo de la clase media, de los sectores que indudablemente tuvieron el impacto de la devaluación de 2018 y del ajuste tarifario”, asumió Pichetto al canal Todo Noticias.

Pichetto reconoció que de ningún modo esperaban una diferencia de quince puntos, a pesar de las demandas y reclamos que la sociedad había manifestado. “Hay que analizar muy bien el voto de la ciudadanía. Parece que hay un reclamo de la clase-media, media-baja, de los trabajadores. Esto me parece que debe ser analizado con serenidad y plantear una campaña electoral de acá a octubre con responsabilidad”, sugirió Pichetto, tras considerar que el Gobierno va a “seguir trabajando”.

Más repercusiones.

Presidente de brasil
Jair Bolsonaro. Foto: Reuters

Jair Bolsonaro

"Un retorno del kirchnerismo al poder en Argentina podría provocar una oleada de refugiados similar a la que Brasil enfrenta en su frontera con Venezuela. No queremos a nuestros hermanos argentinos huyendo hacia aquí”, dijo el presidente brasileño.

EXPRESIDENTE DE BRASIL
Lula da Silva. Foto: AFP

Lula da Silva

“Felicitaciones a nuestros amigos @alferdez y @CFKArgentina por el impresionante resultado en las primarias argentinas. (...). Un gran abrazo de parte del amigo Lula”, dijo en su cuenta en Twitter desde la cárcel donde cumple una pena por corrupción.

GOBERNADORA DE BUENOS AIRES
María Eugenia Vidal. Foto: Fernando Ponzetto

María Eugenia Vidal

“Así como ayer los argentinos nos dieron un mensaje, hoy el mundo nos dio otro, el cual tiene que ver con la probabilidad más baja de que Cambiemos siga gobernando (...). Por eso tenemos que ser todos más responsables que nunca”.

PERIODISTA ARGENTINO
Jorge Lanata. Foto: Archivo La Nación

Jorge Lanata

“Son números realmente inexplicables para todos, incluido el kirchnerismo. Temprano Fernández hablaba de una diferencia de 10 puntos y en off decía que no estaba seguro y que no quería salir a decir ‘ganamos por tanto’ y meter la gamba”.

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