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Cristina: defenderse atacando

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La estrategia defensiva de Cristina Kirchner consiste en, por un lado, situarse por encima de la ley, como si fuera una “prócer viviente” e intocable, y por otro lado, convertir la ley en campo de batalla donde contraatacar a sus denunciantes con juicios millonarios.

El reciente atrincheramiento de Hebe de Bonafini, resistiendo el llamado a declarar de un juez, planteó la teoría de que el heroísmo del pasado otorga inmunidad. Absurdo. Con ese argumento, el mariscal Pétain no debió ser juzgado ni condenado por su colaboracionismo en el régimen de Vichy, debido a que había sido el héroe que, en la Primera Guerra Mundial, salvó Francia en la batalla de Verdún. Si no triunfan sus contraofensivas judiciales, donde la primer batalla es contra Margarita Stolbizer, entonces Cristina recurrirá a la teoría de la “heroína perseguida”, para lograr impunidad. De momento, la estrategia es que sus denunciantes teman pagar millonarias indemnizaciones si pierden los juicios por difamación que ella y su abogado les harán. Una estrategia potente, pero con un flanco débil: es demasiado obvia. Tanto, que podría generar el efecto contrario: convertirse en otra evidencia de que la ex presidenta se benefició de un esquema de enriquecimiento ilícito.

Ese es el problema del abogado Gregorio Dalbón. Su estrategia es generar pánico a los denunciantes, pero lo hace tan alevosamente, que en lugar de miedo, causa aversión.

En el caso del “dólar futuro”, Cristina eligió un abogado penalista con respetable trayectoria: Carlos Beraldi, uno de los redactores del anteproyecto del Código Procesal. Pero a la hora de elegir un abogado para enfrentar la ola de causas por corrupción que se le viene encima, optó por un predador.

Dalbón está especializado en daños y perjuicios, por tanto, la defensa que eligió Cristina es el contraataque.

En definitiva, la estrategia de siempre: amedrentar. Cuando gobernaba, practicaba contra sus críticos un despiadado acoso impositivo mediante el ente recaudador (AFIP). Ahora, el mensaje de su defensa es que, quien la denuncie, tendrá que pagar un alto precio económico.

El problema es que Dalbón es demasiado explícito. Al periodista Eduardo Feinmann le dijo “te vamos a dejar el bolsillo roto”. A Jorge Lanata, que “va a caminar por tribunales hasta el último día de su vida”. Y a Stolbizer le dio a entender que perderá sus pocas pertenencias.

Amenazar con causar la ruina a quien denuncie a Cristina es una apuesta tan agresiva que, más bien, parece la jugada desesperada de quien se siente acorralado por la contundencia de las pruebas.

LA BITÁCORA

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