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¿El COVID-19 se lleva al chavismo?

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Nicolás Maduro, este martes en su rendición de cuentas anual. Foto: AFP
Venezuelan President Nicolas Maduro delivers a speech at the Constituent Assembly in Caracas, on January 14, 2020. (Photo by Federico Parra / AFP)
FEDERICO PARRA/AFP

ANÁLISIS

Nicolás Maduro, aunque útil a Vladimir Putin, no es vital y tarde o temprano es una ficha que el presidente ruso va a ceder.

Desde 1684, cuando un alcalde de una ciudad de Siberia informó al zar Pedro I del hallazgo de petróleo, han pasado más de tres siglos.

Inicialmente no se le dio importancia a “ese líquido que ardía mal”. Años más tarde, en 1703, otros reportes de la existencia de petróleo en el noroeste de Rusia, hicieron que Pedro el Grande se interesara y cuenta la historia que expresó una profética frase: “Este mineral a nosotros no, pero a nuestros descendientes si les será muy útil”.

La frase del zar fue premonitoria. Rusia contaba con una ubicación de los yacimientos principales que permitía abastecer a Europa, desde la región del Cáucaso y los Urales desde finales del siglo XIX y al baricentro económico mundial, el Pacífico, desde los gigantescos yacimientos de Siberia Oriental descubiertos en la década del 60 del siglo pasado.

Hoy el petróleo y el gas son elementos determinantes de su economía y constituyen un porcentaje esencial de sus ingresos fiscales, del PBI y de la balanza de pagos. Rusia depende del petróleo y de su precio y solo consume menos de un tercio de lo que produce.

En este contexto, con un equilibrio inestable entre los miembros de la OPEP+ (la OPEP más Rusia), que apenas controla el 40% del mercado, buscando equilibrar la oferta y la demanda para no caer en una sobreoferta que deprima los precios, apareció el COVID-19.

En el escenario previo a la gripe china, con una demanda mundial de 100 millones de barriles diarios (100 mbd), Nicolás Maduro, con su incompetencia para gobernar y producir, realizó un ajuste de 5 mbd, simplemente por incapaz, lo que fue muy funcional para Putin al ayudar obligadamente a que no aumentase la oferta y por ende, sostener el precio.

A su vez, COVID-19 hizo caer la demanda brutalmente. Lejos estamos de los ajustes de 0,5 mbd (medio millón de barriles por día) acordados por la OPEP+ en diciembre pasado que equilibraban oferta y demanda; ahora el ajuste necesario es significativo y era razonable que surgiera la pugna entre Rusia y Arabia Saudita, que constituyen entre ambos el 50% de la OPEP+ (25% cada uno).

No hubo acuerdo, se inició el enfrentamiento entre Rusia y Arabia Saudita, y aumentó la oferta; consecuencia obvia: caída espectacular de precios hasta valores de 20 dólares el WTI, no vistos desde el 2002.

En este marco de guerra económica entre Riad y Moscú, que prima facie parece suicida, surgieron quienes pensaban en jugadas estratégicas en pos de mayores porcentajes de mercado, así como interés en destruir a las empresas de fracking (Shale) de EE.UU. (algo que ya intentó Arabia Saudita hace unos años y fracasó) y otras explicaciones más o menos rebuscadas. Nos inclinamos por la apariencia inicial: fue suicida y una mala evaluación recíproca de ambos gobiernos autoritarios.

Si alguna duda teníamos, la eliminó la llamada de Putin a Trump. Ni la economía de Rusia, ni la de Riad, pueden soportar mucho tiempo sin turbulencias con un precio tan bajo.

Y las dificultades económicas no son la situación ideal para las pretensiones de Putin, que tuvo que posponer el referéndum que facilitaba su perpetuidad, a causa del COVID-19.

Putin, le habrá recordado a Trump que muchas de las empresas de EE.UU. de fracking no sobrevivirían a unos precios deprimidos, aunque probablemente este le habrá contestado que eso no le mueve la aguja a EE.UU. y que quien está en grave problema es el ruso.

La realidad es que luego de esta conversación y el tweet correspondiente de Trump, el petróleo tuvo una de las mayores subas de la historia, pero no es una situación estable ya que el mercado exigirá pruebas reales de equilibrio entre oferta y demanda.

Hasta aquí se trata de hechos; lo que sigue son especulaciones personales: imagino que Trump se habrá ofrecido para interceder con “su amigo MBS Príncipe de Arabia Saudita”, para ayudar a reconciliar a Riad y a Moscú y a cambio le debe haber solicitado a Putin varias cosas, entre ellas que le suelte la mano a Maduro.

Maduro, aunque útil a Putin, no es vital y por ende, es una ficha que tarde o temprano el ruso va a ceder. Y será rápidamente, porque Putin no tiene mucho tiempo. Cuando esto suceda, las horas del régimen chavista estarán contadas. La pregunta que surge en forma evidente es si cae el régimen chavista, cuánto demorará en caer el régimen castrista.

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