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Coronavirus: los pueblos de España en lucha que es solitaria

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La pandemia del coronavirus ha golpeado a España con más fuerza que a los otros países europeos. Foto: El País

PANDEMIA DEL COVID-19

La pandemia del coronavirus ha golpeado a España con más fuerza que a los otros países europeos, excepto Italia, y ha devastado grandes ciudades como Madrid y Barcelona.

El estruendo ensordecedor surgió de la profundidad del campo, una señal bienvenida de vida, y a la vez inquietante, en un rincón del noroeste de España, donde los pueblos situados en colinas escarpadas tienen como vista los viñedos y los campos de olivos y almendros.

Al volante de su tractor un granjero desinfectaba las estrechas calles del pueblo de Valderrobres, con un dispersor habitualmente utilizado para fertilizar los campos.

“Todo aquí llega más tarde”, comentó el agricultor, Miguel Ángel Caldu, al referirse a la falta inicial de kits para análisis y equipos de protección en la zona. La mitad de los empleados de la salud en el residencial para ancianos local dieron positivo al coronavirus, al igual que casi 50 de los 60 residentes, doce de los cuales han muerto.

Cada noche, Caldu ha limpiado Valderrobres, un pueblo turístico de 2.400 habitantes, conocido por su castillo gótico del siglo XIV y su puente de piedra. “Si no nos cuidamos nosotros, nadie lo hará”, dijo Caldu.

La pandemia del coronavirus ha golpeado a España con más fuerza que a los otros países europeos, excepto Italia, y ha devastado grandes ciudades como Madrid y Barcelona. La difícil situación de los pueblos ha sido menos visible.

Los pueblos de España descubren que su aislamiento quizás ofrezca cierta protección contra el contagio, pero una vez que el coronavirus ataca, puede dejar en evidencia vulnerabilidades particulares a las que se enfrentan las comunidades más pequeñas.

En España, a pesar de un sólido sistema de salud y de tener uno de los niveles más altos de esperanza de vida en Europa, las zonas rurales han sufrido el envejecimiento de la infraestructura de atención de la salud y la falta de médicos tras décadas de urbanización y una inversión pública insuficiente.

En las zonas rurales abundan los adultos mayores. En Teruel, la provincia de un remoto rincón de Aragón donde está Valderrobres, son la cuarta parte de la población. Los pueblos de la región, muchos de ellos con murallas de hace siglos, ahora tienen la apariencia de fortalezas tapiadas que tratan de mantener a salvo a sus poblaciones de edad avanzada.

En otras zonas rurales, como la provincia de Soria, en la región cercana a Castilla y León, los brotes del virus abrumaron durante semanas al único hospital que tiene CTI. Esas zonas rurales de España tienen algunos de los niveles de densidad demográfica más bajos de Europa, y muchos de los habitantes se han quejado de que las autoridades nacionales las descuidan y excluyen.

Como otros países europeos, España ha luchado por contener el coronavirus, pero en las zonas más alejadas, la crisis ha acentuado la percepción de que el derecho a la atención médica puede diferir según el lugar de residencia.

“En las zonas que quizá hayan sido descuidadas, el sentimiento de abandono puede ser tanto emocional como material”, dijo Sergio del Molino, escritor de novelas y periodista que ha acuñado la expresión “España vacía”, para referirse a a la fuga de personas, entre ellas, trabajadores calificados.

En la provincia de Soria, situada a 193 kilómetros al norte de Madrid, la tasa de mortalidad de más de una persona por cada 1.000 habitantes ha sido más del doble de la media nacional. Los políticos locales han denunciado la falta de médicos después de que el hospital de Soria tuviera casi que triplicar la capacidad del CTI, pero sin tener personal adicional.

“No estamos combatiendo este virus con las mismas armas” que en las ciudades más grandes, dijo el alcalde de Soria, Carlos Martínez.

Todos son conocidos en los pueblos

“En los pueblos, siempre dicen: ‘Tal cosa llegará pronto’ o ‘Recibirás esto en poco tiempo’”, comentó el alcalde del Valderrobres, Carlos Boné. “Mientras, estamos arriesgando la vida y, aquí, 35 trabajadores son 35 conocidos”. Boné, que antes era enfermero, trabajó en el residencial de ancianos durante dos semanas seguidas porque la mayoría de los enfermeros tuvo que aislarse y no encontró reemplazos.

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