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Carnaval de Río no dejó "cabezudo" con cabeza

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70.000 personas: es la capacidad que tiene el Sambódromo. Foto: AFP
TOPSHOT - A reveller of the Beija-Flor samba school performs during the second night of Rio's Carnival at the Sambadrome in Rio de Janeiro, Brazil, on February 13, 2018. / AFP / Mauro PIMENTEL TOPSHOTS-TOPSHOT-BRAZIL-RIO-CARNIVAL-BEIJA-FLOR
MAURO PIMENTEL/AFP

BRASIL

El cierre de Beija-Flor deslumbró con una puesta en escena contra la corrupción y la violencia callejera.

Brasil cerró en la madrugada de este martes su carnaval más crítico y reivindicativo en el Sambódromo de Río de Janeiro con un grito desgarrado contra los males que aquejan al país, desde la violencia en las calles a la corrupción que involucra a gobernantes y políticos de todos los partidos, sin olvidar la intolerancia y la discriminación.

Sobre la Avenida Marqués de Sapucaí se vieron escenas de violencia que replican la realidad que viven millones de personas en las favelas de Río. La puesta en escena vino de la mano de Beija-Flor, una de las escuelas favoritas de esta edición y la última en desfilar.

Con una sátira que pretende ser un grito de alerta contra el modelo social, político y religioso de Brasil, su montaje, Monstruo es quien no ama, inspirado en la figura de Frankenstein, novela que cumple 200 años, Beija-Flor reprodujo situaciones extremas que sacudieron a más de 70.000 personas en el Sambódromo.

Una mujer que sostenía el cuerpo de un policía muerto, evocando a la Piedad de Miguel Ángel, cerró un desfile en el que se vieron niños tiroteados en sus ataúdes, padres cargando los cuerpos de sus hijos heridos, jóvenes apuntando a sus víctimas en la cabeza con armas y "arrastroes" (asaltos múltiples), frecuentes hoy en la zona sur de Río.

"Oh patria amada, ¿por dónde andarás? Tus hijos ya no aguantan más", repetía el samba de Beija-Flor en medio de escenas de políticos y empresarios corruptos, predicadores de todas las religiones y una denuncia contra la discriminación. La contundencia de Beija- Flor eclipsó a las otras escuelas que se presentaron en la última jornada. Entre ellas Portela, campeona del año pasado, que clamó contra la intolerancia valiéndose de la historia de un grupo de judíos que colaboraron en la fundación de Nueva York, y Salgueiro, que llenó la pista de color en una denuncia contra el racismo y un homenaje a las raíces negras de Brasil.

Esta edición bien pudiera calificarse como el "carnaval de la protesta" porque el estreno, en la noche del domingo, estuvo también dominado por la crítica política.

Como la que hizo Paraíso de Tuiuti contra el presidente Michel Temer y sus reformas, en especial el nuevo marco laboral, o Mangueira que apuntó contra el alcalde de Río —el evangélico Marcelo Crivella—que cortó a la mitad las subvenciones para los desfiles justificándose en la crisis financiera. Crivella se fue de viaje oficial a Europa y ninguneó por segundo año consecutivo el famoso espectáculo, siendo el primer alcalde en faltar a la cita desde que la pasarela de la samba se inauguró en 1984.

En su ausencia se multiplicaron los robos en los desfiles callejeros y los "arrastroes" en las playas de barrios de la zona sur, como Ipanema y Leblon.

Paradójicamente, el alcalde de San Pablo y posible candidato presidencial en las elecciones de octubre próximo, João Doria, sí quiso estar en la cita.

"Este desfile habla mucho de Brasil. Estamos muy mal. Y los políticos van a tener que comenzar a ver que el pueblo no está satisfecho con ellos porque incluso en una fiesta como esta hay críticas políticas... Ojalá que esto mejore alguna cosa", dijo a la AFP Tulio Silva, un empresario de 43 años, disfrazado de "político vampiro".

La crisis económica, no obstante, apenas se notó en la pasarela de la samba, donde las escolas lucieron espectaculares, con disfraces y carros alegóricos con tanta pompa como de costumbre.

El desfile por el Sambódromo terminó, pero la fiesta en Río de Janeiro no estará completa hasta que se anuncie, hoy miércoles, a la escuela ganadora de este año.

Trump y Kim desfilaron por Olinda.

Los muñecos de Donald Trump y de Kim Jong-un se encontraron cara a cara en el carnaval de Olinda, donde unos ochenta "gigantes" recorrieron sus empinadas calles. El muñeco de Trump volvió a desfilar por las laderas de esta ciudad, con cerca de 500 años de historia, en el estado de Pernambuco y coincidió por primera vez con un "agigantado" Kim Jong-un de 22 kilos y casi cuatro metros de altura.

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