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Los "bouquinistes" son un bastión de la cultura francesa

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Ciudad: la belleza de París y el Sena es atracción mundial. Foto: Pixabay

Hay 235 que tienen sus librerías a cielo abierto en el Sena

Herederos de los vendedores ambulantes de libros del siglo XVI, inscritos en el patrimonio mundial de la Unesco, los famosos "bouquinistes" instalados en las orillas del Sena en París quieren seguir defendiendo "la cultura francesa", sin ceder al comercio de recuerdos turísticos.

En París "está la Torre Eiffel, Montmartre y nuestras cajas verdes", dice Jérôme Callais, de 53 años, bouquiniste desde hace 25 a orillas del Sena y presidente de la Asociación cultural de los bouquinistes desde 2012.

El hombre, despeinado y con mirada clara, autoproclamado "embajador de la cultura francesa", propone exclusivamente clásicos de la literatura, libros de historia y de ciencias humanas.

"El oficio de bouquiniste es aconsejar y transmitir una cultura", dice este apasionado, uno de los 235 enamorados de los libros que mantienen en las riberas de París estas bibliotecas a cielo abierto.

Estos vendedores de libros de segunda mano practican su actividad en 240 cajas de madera pintadas de verde oscuro que se extienden sobre tres kilómetros a orillas del Sena, en los muelles altos de la capital francesa, desde el Pont-Marie al Quai du Louvre en la margen derecha y desde el Quai de la Tournelle hasta el Quai Voltaire en la izquierda.

Las orillas del Sena están inscritas en el Patrimonio Mundial de la Unesco desde 1991. Estos comercios de libros "forman parte del paisaje parisino, participan del encanto de las orillas del Sena y constituyen una animación, una atracción cultural, un patrimonio literario e histórico único que la ciudad desea preservar y poner en valla señala la alcaldía de París.

Son "los únicos comerciantes parisinos que no pagan un alquiler o renta a la ciudad", precisa el ayuntamiento, que les entrega una autorización para ocupar un lugar por un año renovable, que no pueden ceder ni transmitir. Los vendedores son los que tienen que mantener las cajas, que son de su propiedad, y garantizar que sean seguras.

Los orígenes de esta actividad se remontan a los vendedores ambulantes de libros del siglo XVI, que después de que se les impidiera ejercer su actividad en el Pont Neuf, regresaron bajo Napoleón I con la modificación de los muelles. La actividad está reglamentada desde mediados del siglo XIX.

Pero la profesión está frente a un dilema. Muchos cedieron al deseo de los turistas, cada vez más ávidos de llaveros que de libros raros y de segunda mano. "Una perversión del oficio", lamenta Callais.

Sin embargo la reglamentación es clara. En las cuatro cajas de dos metros de largo que cada bouquiniste tiene, una sóla puede contener otra cosa que libros, como "monedas, medallas, sellos postales, pequeños objetos de anticuario, tarjetas postales y recuerdos de París", señala el ayuntamiento.

"Prefiero comprar recuerdos aquí que en los negocios. Los bouquinistes es París", explica una pareja estadounidense venida de Missouri, en el quai du Louvre.

Pierre, bibliotecario y buscador de gangas, de 61 años, inspecciona las cajas cada día caminando por los quais del Sena, de regreso de su trabajo. "Encontré últimamente los catálogos de exposición de la BNF (Biblioteca Nacional de Francia) sobre mapas marítimos", se ufanó. "Se puede hablar con los bouquinistes", lejos de la venta por internet, "que hace asépticas las relaciones humanas", explica.

El oficio aún seduce, a pesar de la competencia de internet, la meteorología o la contaminación. Un centenar de nuevos bouquinistes fueron designados desde 2010 para una profesión que se rejuvenece y se feminiza, según el ayuntamiento.

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