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Bolsonaro, seguidor de la dictadura que araña la presidencia

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Jair Bolsonaro. Foto: Reuters

Brasil decide: entre dos extremos

En 1993, Jair Bolsonaro (63) se dirigió a un podio en la Cámara de Diputados de Brasil y pronunció un discurso que sacudió a su joven democracia, al declarar su amor por el no tan lejano régimen militar (1964-1985) y exigir la disolución de la legislatura.

"¡Sí, estoy a favor de una dictadura!", aseguró Bolsonaro, un capitán retirado del Ejército, ante la atónita mirada de muchos legisladores, algunos de los cuales se habían unido a grupos guerrilleros. "¡Nunca resolveremos los graves problemas nacionales con esta democracia irresponsable!".

Las opiniones de este político, que ha pasado por nueve partidos pequeños en una carrera de 27 años, han cambiado poco desde que se manifestó aquel día en Brasilia.

Su mensaje de que Brasil es un caso perdido que necesita un gobernante con puño de hierro para restablecer el orden está resonando en miles de brasileños desanimados por el creciente nivel de delincuencia, una economía moribunda y una corrupción política arraigada.

¿Criminales violentos? Bolsonaro dice que hay que dispararles a todos. ¿Enemigos políticos? También a ellos. ¿Corrupción? Un golpe militar drenará el pantano si el sistema judicial no lo hace. ¿La economía? Quiere privatizar las empresas estatales para mantener a los políticos alejados de sus fondos.

Las encuestadoras le dan a Bolsonaro, del Partido Social Liberal, una probabilidad de aproximadamente el 30% de ganar la elección este fin de semana e incluso algunos se aventuran a decir en privado que sus posibilidades de vencer en primera vuelta podrían ser mayores.

Muchos brasileños están haciendo sonar las alarmas sobre los puntos de vista autocráticos de Bolsonaro y los de su candidato a vicepresidente, el general retirado Hamilton Mourao. También están los cargos federales que enfrenta Bolsonaro tras una serie de comentarios racistas, homófobos y misóginos.

Sin embargo, sus partidarios insisten en que decenas de millones de brasileños lo están apoyando silenciosamente. Algunos incluso ven que haber sobrevivido a un reciente ataque con un cuchillo, que casi le cuesta la vida en un acto de campaña, es una señal de que Bolsonaro, cuyo segundo nombre es Mesías, fue enviado por Dios para guiarlos.

Carlos Melo, politólogo de Insper, una de las principales escuelas de negocios de San Pablo, sostuvo que Bolsonaro capitalizó hábilmente una polarización que se ha profundizado con la caída de Lula. "Las raíces de su apoyo están en la radicalización política que ha florecido en Brasil", asegura.

Bolsonaro optó por el servicio militar y en 1977 se graduó en la Academia Militar de las Agujas Negras, la principal escuela de formación de oficiales en Brasil. Su carrera en el Ejército no fue distinguida. Estuvo en el calabozo durante un par de semanas en 1986 por sus quejas sobre el salario de los militares. Pero sus palabras captaron el descontento generalizado entre los soldados rasos y aprovechó ese apoyo para lograr en 1988 un lugar como concejal en el municipio de Río de Janeiro y un escaño en el Congreso dos años más tarde.

Sus logros legislativos son escasos, pero nunca se ha visto empañado por casos de corrupción.

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