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El arte de convertir frutas en postres irresistibles

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Consagrado: Cédric Grolet, en el ámbito del Hotel Le Meurice, de París, donde da forma, sabor y color a deliciosos postres. Foto: AFP

Francia

Cédric Grolet, rey de la repostería, con un millón de abonados.

El melón es chato, rugoso, perfecto. Al picarlo con una cucharilla, esta elaboración a base de chocolate se quiebra, rebosando de texturas de esta fruta, aliada a la verbena. Lo firma Cédric Grolet, "mejor repostero del mundo", con un millón de abonados en Instagram.

En pocas semanas, este francés, de 32 años, chef pastelero del histórico hotel parisino Le Meurice, ha alcanzado el apogeo de la gastronomía mundial.

El 20 de junio, la lista de referencia "The Worlds 50 Best" lo galardonó como número uno mundial de la repostería, al haberla revolucionado principalmente con sus frutas trampantojo, una explosión de sabores naturales de frutas y especias trabajadas en texturas ligeras —mousse, mermelada, gelatina—, apenas endulzadas.

Esta misma semana, su cuenta en Instagram, la más popular de la gastronomía francesa, alcanzó la cifra mágica del millón de abonados. El reputado y mediático chef Cyril Lignac le sigue muy por detrás, con más de 400.000 abonados menos.

En su página-vitrina, Grolet expone sus creaciones casi artísticas, algunas de ellas vistas más de un millón de veces: las famosas frutas —fresas, peras, mandarinas... —, las espléndidas tartas de manzana en forma de rosa, o su "cake" de Rubik, una composición de pequeños dados de colores y sabores.

Su misión: "desnudar la pastelería", confió en noviembre Grolet a la AFP. "La idea es suprimir la galleta, los huevos, el gusto que no sirve de nada y centrarse en el de la fruta".

Fue Alain Ducasse, uno de los chefs más prestigiosos del mundo y propietario del restaurante de Le Meurice, quien le incitó "a trabajar el gusto".

"Lo visual atrae al cliente la primera vez, el gusto es lo que hace que vuelva", dijo Grolet al frente de un equipo de 25 pasteleros, en este lujoso hotel parisino.

Hijo de un camionero y de una peluquera, Grolet se inició en la restauración a los 13 años gracias a su abuelo, que regentaba un hotel. En verano, participaba en la cosecha de fruta en los campos agrícolas.

"Un día, un agricultor me dio una caja de fresas; lo convertí en un fraisier", una torta de masa genovesa, crema y fresas, explicó este chef originario de la región de la Loire (centro-este).

Como aprendiz en una panadería-pastelería, "hacía pan toda la noche para llegar a la hora de los postres por la mañana y ocuparme de las tartas de fresas, cortar las manzanas... era la recompensa".

Tras su paso por la escuela de pastelería y ganar varios concursos, llegó con 20 años a París, donde trabajó primero en Fauchon, emblema de la gastronomía de lujo.

En el Meurice desde hace siete años, Grolet ha ido acumulando premios, como el de "pastelero del año" de la guía Gault et Millau 2018, así como fans en Instagram.

"Está bien hacer tortas, pero hay que saber comunicar". "Hago montones de fotos antes de publicar una" en la red social, confió.

En sus viajes al extranjero para impartir clases magistrales, sigue en contacto con su equipo. "Dibujo, trabajo cuando estoy en el avión, les envío todo lo que tengo en la cabeza. Cuando voy a restaurantes, les envío los platos, los postres, propongo ideas".

Su ambición es implantarse en todo el mundo "con una decena de establecimientos". Por ahora, acaba de abrir una diminuta tienda en la esquina de Le Meurice, que desde fuera solo llama la atención por las largas colas que se forman.

A medio camino entre "un laboratorio y una tienda", el local presenta una vitrina prácticamente vacía, con apenas unas elegantes tartas de frutas. Las creaciones se realizan en función de la demanda durante la jornada y cuando se vende la última, la tienda cierra. La exclusiva carta es pues muy limitada y los precios, consecuentes: desde 5 euros la "cookie" hasta 170 euros el "cake" de Rubik en gran formato.

Van por un mundo con mayor sabor

El gremio del aceite de oliva español presentó en Nueva York su nueva campaña para conquistar América, Asia y Europa: durará tres años, tiene un presupuesto de seis millones de euros y se financia con fondos de la Unión Europea.

La campaña, que lleva por nombre "Hagamos un mundo más sabroso", se dio a conocer en el Instituto Cervantes de Nueva York, ya que el mercado estadounidense es uno de los más importantes en este momento para el gremio.

No se parte desde cero, y es que hace dos años el tenista Rafael Nadal ya puso cara a la primera gran campaña de este tipo, y ahora, con los resultados en la mano, la Interprofesional del Aceite de Oliva Español quiere seguir cosechando adeptos.

El aceite de oliva continúa siendo un nicho: su consumo global representa apenas el 1,50%, muy lejos del 15% del aceite de colza, el 29% del de soja o el 35% del de palma. Aun así, la popularidad del aceite de oliva en EE.UU. ha pasado de consumir apenas 30 toneladas de aceite de oliva a gastar hasta 310.000 en solo una década. FUENTE: EFE

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