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Apropiación de la historia reciente

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Argentina pasó el 40° aniversario del golpe de Estado que la introdujo en la peor de las dictaduras, dando muestras de progresos y de retrocesos.

El progreso más notable es la conciencia sobre el Estado de Derecho. Hasta la dictadura que se instaló en 1976, predominaba en la sociedad una indiferencia respecto a la legalidad de sus gobiernos. Como Isabel Perón era una inepta para el cargo que había heredado de su esposo, una mayoría contundente entendía que el golpe militar estaba justificado, como si en la Constitución no hubieran existido los mecanismos legales de recambio para las situaciones de emergencia, como es el juicio político. Otro progreso es que predomina en la sociedad la convicción de que absolutamente nada justifica el terrorismo de Estado. La tortura, el asesinato, la detención ilegal y la desaparición de personas, perpetradas desde el propio Estado, constituyen crímenes de magnitud tal que no deben ser amnistiados, indultados y olvidados. Pero no todos son progresos. El retroceso que evidenció este aniversario del golpe, es la apropiación partidaria de una conmemoración que debe ser de toda la sociedad como tal, y no de tales o cuales entidades y fuerzas políticas. Los partidos y las entidades pueden manifestarse con sus emblemas en la ocasión que sea, pero las marchas y actos que evocan la peor tragedia vivida por los argentinos, debiera ser la excepción. Si las multitudes hubieran acudido a los actos que se realizaron en todo el país, desprovistos de banderas e identificaciones partidarias, habrían evidenciado un nivel de conciencia superior. A los festejos callejeros por triunfos de la selección de fútbol, la gente acude sin las camisetas y las banderas de los diferentes clubes. Es triste que algo que logra el fútbol, no lo pueda lograr la página más trágica de la historia de un país. Es triste que a las plazas donde hay que ir como miembro de una comunidad nacional, se vaya como miembro de una agrupación. El objetivo de las agrupaciones que embanderan a sus miembros en una ocasión como la conmemoración del golpe que instaló un aparato genocida, no es fomentar conciencia nacional, sino apropiarse del hecho, marcándolo como un territorio sobre el que se tiene potestad. Pocas cosas debieran ser más aborrecidas que semejante apropiación. Sin embargo, los apropiadores consiguen intimidar a la sociedad, para que les reconozca el rol de propietarios de la historia y guardianes de sus lugares sagrados.

LA BITÁCORA

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