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Un antigua dicotomía

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En Argentina, al legado de Manés, el monje persa del siglo III que redujo la complejidad del universo a una lucha entre el bien y el mal, lo están manteniendo vivo el kirchnerismo y el macrismo.

Para la dirigencia y la militancia que lidera Cristina Kirchner, se está con ella o se está con el "ajuste salvaje y neoliberal" que se remonta "a la dictadura de Videla". Y para el PRO, la fuerza política que lidera Macri, la Argentina se debate entre "pasado y futuro". Votar las listas macristas es optar por el futuro, y no hacerlo es empujar el país hacia el pasado de populismo autoritario que representa el kirchnerismo.

El movimiento creado por Néstor Kirchner y radicalizado por su esposa, ha recurrido al maniqueísmo desde su origen. El populismo, como todos los autoritarismos, es de naturaleza maniquea. Por lo tanto, que Cristina se haya postulado a senadora enarbolando un discurso demagógico que plantea la realidad en blanco y negro, no tiene novedad sino continuidad.

Lo tristemente novedoso es que el macrismo haya optado por el mismo artero reduccionismo, al plantear que pasado o futuro es la disyuntiva de hierro en las urnas.

Para construir esa dicotomía maniquea, el macrismo hizo todo lo que pudo por dar centralidad a Cristina para que eclipse opciones como la que representan Massa y Stolbizer.

Esa jugada es irresponsable y temeraria. Sabiendo que el riesgo de un retorno del kirchnerismo al poder es una de las causas de la falta de inversión que mantiene la economía estancada, fue irresponsable colaborar para que Cristina tenga protagonismo relevante por lo menos hasta octubre. Ese protagonismo mantendrá la parálisis de los inversionistas. Y esa parálisis se eternizará, si en las urnas de octubre se vigoriza la posibilidad de un retorno kirchnerista al poder en el 2019.

Con sólo obtener un triunfo medianamente contundente en el andarivel donde compite (la provincia de Buenos Aires), Cristina se acrecentará su influencia en el escenario político, manteniendo cerrados los bolsillos de los inversores y, por ende, prolongando el estancamiento de la economía.

Si en lugar de esa apuesta temeraria al todo o nada, el gobierno de Mauricio Macri hubiera impulsado un gran acuerdo sobre el futuro de la economía, de la política energética y de otras cuestiones claves para mostrar un horizonte previsible y destrabar las inversiones, la declinación de Cristina se habría vuelto irreversible, alentando a los jueces que sólo avanzan contra la corrupción cuando los acusados no tienen presente ni futuro político.

LA BITÁCORA

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