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El año en que EE.UU. dio un paso atrás y generó tensión

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Donald Trump por Arotxa

ENCUESTA ANUAL ELIGE POR SEGUNDO AÑO A TRUMP

Once meses de gobierno de Trump con polémica; logró la reforma impositiva.

Por algunos instantes, a comienzos de este año se llegó a pensar que el Donald Trump candidato, explosivo e irreverente como ninguno, daría paso a una versión de sí mismo más atemperada y en línea con la enorme responsabilidad que viene con las llaves de la Casa Blanca.

Pero nada más distante de la realidad. En estos once meses que van desde que llegó a la Oficina Oval, no ha pasado un día sin que el presidente republicano se haya visto envuelto en una polémica. No solo con rivales, sino también con sus supuestos aliados.

En algunos casos, la mayoría, han sido asuntos triviales que por lo general nacen y mueren con trinos en las redes sociales. Pero otros han involucrado decisiones de gran calado y con enormes repercusiones tanto para Estados Unidos como para el resto del mundo. En especial, las que apuntan a un repliegue del liderazgo terráqueo que por décadas ha comandado Washington en temas tan sensibles como seguridad, comercio, medio ambiente y derechos humanos.

Trump arrancó su mandato con dos claros objetivos en mente: imponer la agenda populista-nacionalista que lo llevó a la victoria y deshacer en su integridad el legado de su antecesor, el expresidente Barack Obama.

Pero su inicio estuvo plagado por una serie de traspiés que le salieron costosos y, al día hoy, todavía sigue pagando.

Para la mayoría de analistas, entre ellos Yuval Levin, editor en jefe de National Affairs —una de las publicaciones más reconocidas en los círculos conservadores del país—, en gran parte, eso fue producto no solo de la naturaleza impulsiva del presidente republicano, sino del entorno que escogió para rodearse, compuesto en su mayoría por personas con muy poca experiencia política, entre ellos dos de sus hijos y su yerno, Jared Kushner.

Quizá el tropiezo más evidente de todos llegó solo días después de asumir el poder, cuando firmó una orden ejecutiva para bloquear el ingreso a Estados Unidos de musulmanes de algunos países y que desató protestas a nivel nacional y fue demandada en cortes a lo largo del país.

Más que su legalidad en términos constitucionales, fue la manera torpe como fue redactada lo que terminó causando el impase. De hecho, la Corte Suprema finalmente le dio la razón 10 meses después, pero luego de que la medida original fue retirada y corregida en dos ocasiones posteriores.

El caos de esos meses iniciales se vio agravado por la escandalosa investigación adelantada por el FBI y el Congreso para determinar si su campaña colaboró con Rusia para influir en el resultado de las elecciones del año pasad mplicó aún más las cosas cuando decidió destituir, de manera abrupta, a James Comey, el director de esta agencia. Aunque inicialmente se citaron otros motivos, el propio presidente terminó admitiendo poco después que le había cortado la cabeza por la pesquisa que adelantaba en su entorno.

Tan escandaloso fue el incidente que el Departamento de Justicia tuvo que nombrar a un fiscal especial para que se encargara de la investigación. Desde entonces, la trama rusa, que Trump niega a capa y espada, se ha posado como una nube negra que no deja de amenazar su presidencia.

A la fecha ya son cuatro las personas que se han declarado culpables o han sido acusadas en este contexto. El más relevante de todos es Michael Flynn; su exasesor de seguridad nacional admitió hace pocas semanas haber mentido al FBI sobre sus contactos con funcionarios de Moscú cuando aún Trump no era presidente en ejercicio. Y en la mira están su hijo Donald Jr., que al parecer también mintió, y Kushner. De hecho, ya se habla de que el fiscal estaría trabajando en un caso de obstrucción a la justicia contra Trump.

Paralelo a esto, su gobierno se ha visto marcado por una puja interna entre la facción "nacionalista" que encabezaba su exasesor Steve Bannon y otra más a tono con el establecimiento republicano. Producto de ella, en gran parte, ya han salido al menos 14 funcionarios de alto rango. Todo un récord para una administración que aún no completa ni el año en la Casa Blanca.

Esa misma disputa se ha trasladado a un Congreso que pese a estar dominado por los republicanos ha avanzado muy poco en la agenda que se fijó el presidente. No pudieron, por ejemplo, ponerse de acuerdo para desarticular la reforma de la salud que se aprobó cuando Obama estaba en la presidencia y llevaban siete años criticando.

Tampoco se movió un ambicioso plan para invertir en infraestructura ni aparecieron los fondos que Trump pidió para construir el muro en la frontera con México, quizá la promesa más recurrente en su campaña.

Solo al final, Cámara y Senado lograron ponerse de acuerdo en torno a una reforma tributaria, que cayó bien entre la base del partido, pero que ha sido cuestionada por economistas en ambos lados del espectro político, dado el impacto que tendría en el aumento de un peligroso déficit fiscal que se acerca al 100% del PIB.

"El patrón normal de una presidencia suele ser un primer año productivo y, luego, un descenso paulatino hacia el agotamiento, la incompetencia y el escándalo. Es decir, este primer año de Trump parece el octavo de otras presidencias. Ya tocado el piso, quizás lo que viene sea mejor", afirma Levin. Pero eso es siendo optimista.

La llegada de Trump al poder ha causado una fractura dentro del Partido Republicano, que hoy se ve más dividido que nunca y podría hacer implosión en las elecciones legislativas del 2018, cuando los demócratas esperan recuperar al menos una de las cámaras del Congreso.

Asímismo, su retórica antimusulmana, que ha sido tildada por algunos como racista, ha polarizado al país aún más de lo que ya estaba.

ESCENARIO

Liderazgo y credibilidad debilitados en el mundo.

"Lo que estamos evidenciando es un debilitamiento real del liderazgo y la credibilidad de Estados Unidos en el mundo", es la sentencia que sin tapujos emite Nicholas Burns, subsecretario de Estado en los años de George W. Bush. Un vacío, dice Burns, que está siendo llenado por China, no precisamente el adalid de los derechos humanos y la democracia.

Y con América Latina se viene presentando algo parecido. De acuerdo con Roger Noriega, ex subsecretario de Estado para el Hemisferio occidental en los años de Bush, esta Casa Blanca ha prestado muy poca atención a la región, tanto por falta de interés como por la propia disfuncionalidad que existe entre el Departamento de Estado y la Oficina Oval. "Es lamentable —dice Noriega— que a estas alturas todavía no exista alguien nombrado para orquestar una política con nuestros vecinos".

El año de Trump ha regresado las relaciones entre Estados Unidos y la región a épocas en las que solo Cuba y el narcotráfico eran los temas relevantes.

Si bien Noriega destaca la presión sobre el régimen de Maduro y el endurecimiento con Cuba, la línea general ha sido una de conflicto e indiferencia.

Angustia por peligro de guerra nuclear.

2018 también pinta explosivo. No solo por los desafíos internos que enfrenta el presidente Trump, sino por el complejo ajedrez internacional que se avecina.

En el caso de Latinoamérica —dice el exembajador Jeffrey Davidow— la retórica de Trump podría elevar las chances de Manuel López Obrador en México, lo cual podría fracturar aún más las relaciones dada las inclinaciones nacionalistas de ambos. Asimismo, la suerte de Nicolás Maduro quizá también pase por la Casa Blanca, sin olvidar que Trump dejó abierta la posibilidad de opción militar para este país si el régimen no cae y continúa la crisis.

Pero, donde hay más agustias es en torno a la situación en la península coreana, donde existe la posibilidad, muy real para algunos, de que se desate la primera guerra nuclear en toda la historia del planeta.

"La manera como ha manejado el conflicto con Corea del Norte es una de las cosas más irresponsables jamás hechas por un presidente de Estados Unidos. Hasta ahora, nadie ha muerto por los trinos de Trump, pero si se desata una conflagración, muchos tendrán que rendir cuentas por no haber hecho nada por impedirlo", afirma el analista.

Lo delicado con Trump, y este año ha sido testigo de ello, es que cualquier cosa, incluso un escenario semejante, se encuentra dentro de lo viable.

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