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El año de la comunidad médica: los rostros de quienes arriesgan su vida contra el COVID-19

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Sala de CTI. Foto: AFP

EL PERSONAJE DEL AÑO DEL GDA

En las trincheras de los CTI, arriesgaron sus vidas para salvar a enfermos y dar consuelo a familiares en la hora de la muerte. Los trabajadores sanitarios de primera línea en Latinoamérica.

En un año marcado en todos los ámbitos por la pandemia del coronavirus el Grupo de Diarios de América (GDA) quiso reconocer la labor de la comunidad médica y de los miles de trabajadores sanitarios que sacrificaron sus intereses personales y sus vidas familiares por atender a los pacientes que llegaban con una enfermedad nueva y, por lo tanto, de consecuencias desconocidas.

Estos testimonios representan los esfuerzos y la invaluable labor que han realizado durante la una crisis sanitaria que ha remecido la economía, la política y la vida en sociedad como la conocíamos.

Las cifras de infectados por COVID-19 en América Latina preocupan y aún más ahora que se acercan las fiestas. El viernes se registraron casi 120.000 casos en Latinoamérica y el Caribe. Ese panorama sigue poniendo más presión en los trabajadores de la salud, al tiempo que es incierto la fecha en que los países del continente podrían acceder a una de las vacunas. En esa carrera, América Latina va a la zaga. Son contados los países que tienen un plan.

Argentina y Brasil, que son dos de los países del mundo que se encuentran entre los 10 con mayor número de contagios, tienen la capacidad de producir en sus propios laboratorios alguna de las vacunas. México fue el primer país de América Latina en presentar un plan detallado de vacunación, aunque este prevé, hasta ahora, solo el uso de la vacuna de BioNTech/Pfizer, que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) ya autorizó, el pasado 11 de diciembre.

Uruguay
Cibeles Franchi: “Ayudar es un deber”
Cibeles Franchi. Foto: El País

A fines de marzo, Uruguay daba los primeros pasos en su lucha contra el coronavirus, con la ventaja de haber tenido el primer caso con cierto retraso y haber podido aprender de las experiencias de otros países. A nivel local la situación estaba bajo control pero un crucero con más de 200 personas anunció que muchos de sus pasajeros tenían síntomas de COVID-19. El “Greg Mortimer,” un barco turístico con excursionistas de más de 10 nacionalidades, navegaba desde Argentina buscando un puerto en el que le brindaran asistencia. Tras fondear a 20 km del puerto de Montevideo, comenzó el operativo para realizar un corredor humanitario que permitiera a los pasajeros volver a su país.

Pero antes se necesitaba un informe sanitario y la única forma era subir médicos a bordo. “Ayudar es un deber, nuestra formación lleva a que sea algo natural. Es nuestro deber ético y moral ayudar”, asegura Cibeles Franchi, una de las médicas intensivistas que aceptó el desafío y junto a una delegación uruguaya navegó hasta el crucero y subió a atenderlos y dar un reporte. Los médicos atendieron y desembarcaron a los necesitados y días después el barco pudo llegar al puerto. Un tripulante fue internado y falleció.

Los demás retornaron a sus países. “Gracias Uruguay”, pintaron en una sábana dos de los pasajeros cuando el Greg Mortimer llegó al puerto de Montevideo.

Argentina
Alberto Félix Crescenti: ”Acá nadie flaqueó”
Alberto Félix Crescenti. Foto: La Nación GDA

Para Alberto Félix Crescenti, de 67 años, director del Servicio de Atención Médica de Emergencias (SAME) de la Ciudad de Buenos Aires, la pandemia ha sido el desafío más complejo de su larga carrera. “Fue algo absolutamente inesperado a nivel mundial”, aunque agrega que el equipo que conduce, tanto en recursos humanos como materiales, estaba listo para hacerle frente al COVID. Y aunque los casos mermaron, hubo un gran número de pérdidas humanas.

Pese a las dificultades, Crescenti cree que el equipo se ha fortalecido: “Lo positivo es tener un sistema como este, integrado por profesionales de excelencia. Es un equipo sufrido, con mucha entrega y mucha mística. Cuando te enfrentas a algo desconocido, hay que tener lo que se necesita para enfrentarlo, porque el miedo está, uno piensa en la familia, pero acá nadie flaqueó”. Se confiesa ansioso por la llegada de una vacuna, mientras alerta que la pandemia no ha terminado y que sería difícil volver a implementar una cuarentena estricta en un contexto de mucho cansancio psicológico y económico. “El equipo médico va a ser de los primeros en vacunarse. Estamos expectantes a la información que nos entregue nuestro ministro de Salud para definir qué vacuna nos damos. Debe ser segura, este equipo no puede caer”, sentencia.

Brasil
Natalia Pasternak: “La principal dificultad fue la avalancha de desinformación”
Natalia Pasternak. Foto: O Globo GDA

La microbióloga Natalia Pasternak (44) se volvió una de las voces centrales de la campaña de la comunidad científica brasileña contra la desinformación sobre la pandemia que salía del gobierno de Jair Bolsonaro. Durante el año fue una comunicadora científica de inaudita intensidad, con la urgencia de alguien que sabe que ese trabajo salva vidas. “La principal dificultad de difundir ciencia durante la pandemia fue la avalancha de desinformación generada por fuentes oficiales y que justo por ello tienen credibilidad, como el gobierno federal y el Ministerio de Salud”, cuenta Pasternak.

Escribió posts y grabó videos destacando la importancia de medidas básicas para impedir la propagación del coronavirus, al tiempo que creó eventos virtuales de información científica sobre el Sars-CoV-2 que reunieron a algunas de las mentes científicas más brillantes de Brasil. “No es suficiente refutar a las autoridades. Es necesario demostrar cómo funciona el proceso científico, es decir, cómo se hace la ciencia”, aclara.

Pasternak es directora-presidente del Instituto Questão de Ciência, que maneja la educación científica centrada en la formulación de políticas públicas. En octubre, fue la primera brasileña elegida para integrar el Comité para la Investigación Escéptica, organización que combate la pseudociencia internacionalmente.

Chile
Astrid Jerez Pinilla: “Hasta el último suspiro”
Astrid Jerez Pinilla. Foto: El Mercurio GDA

Astrid Jerez Pinilla es una enfermera clínica especialista en alivio del dolor y cuidados paliativos que pasó de tener pacientes ambulatorios a trabajar tiempo completo con hospitalizados por COVID-19 en el Hospital Barros Luco Trudeau (San Miguel, Santiago de Chile). En ese centro médico de alta complejidad, que atiende a 1,3 millones de personas, se instaló la primera Unidad de Cuidados Proporcionales (UCP) para este tipo de pacientes en el sistema público chileno.

“Esto marcó un desafío personal enorme, porque además de recibir las capacitaciones a nivel institucional, volví a estudiar y repasar protocolos. Todo esto, con una sensación de miedo y angustia, porque no sabía a lo que me iba a enfrentar y por mis hijos, de 2 y 4 años”, dice. “En este período fue donde empecé a ver lo más duro de la pandemia: la soledad de la muerte. En nuestro equipo, para humanizar la atención y acompañar a quienes se encontraban en su fase final, incluso se permitió que los más cercanos -bajo estrictas medidas de seguridad y siempre que se pudiese- visitaran a los pacientes”, relata Astrid. “Acompañamos a las personas, desde su llegada al hospital, hasta su último suspiro”.

Venezuela
María Graciela López: “Es imposible olvidarla”
María Graciela López. Foto: El Nacional GDA

María Graciela López, infectólogo pediatra, presidenta de la Sociedad Venezolana de Infectología, dice que pese a las carencias -reforzadas por la crisis interna que Venezuela arrastra hace años- la pandemia consolidó su vocación. “El haber tenido la oportunidad de estar aquí y atender a los pacientes venezolanos en esta pandemia ha sido una bendición. Yo no cambiaría estar en ninguna otra parte del mundo”.

Explica que “nuestro sistema de salud está desmantelado, con una capacidad de respuesta disminuida; hay desabastecimiento en varios rubros importantes, que no son solo medicamentos; sin hablar del personal de salud, que es cada vez menor en el sector público y con unos sueldos que no permiten la subsistencia; con una infraestructura deteriorada y sin servicios básicos”.

Para la doctora López, ha sido muy doloroso ver familias que se hospitalizaron y no salieron completas porque falleció alguno de sus miembros. “El aislamiento estricto del paciente y la falta de contacto con sus familiares fueron muy duros”. Agregó que fue muy triste palpar la soledad de muchos adultos mayores ya que sus “hijos y familiares cercanos están fuera del país”.

López destaca el trabajo de las agencias internacionales y de ONGs que han facilitado muchos de los equipos de protección de los trabajadores de la salud. “Hemos vivido el impacto de esta enfermedad. Es imposible olvidarla”, subraya.

México
Ivalu Arcelia Carmona: “Te sientes frustrado porque no puedes hacer más”
Ivalu Arcelia Carmona. Foto: El Universal GDA

Ivalu Arcelia Carmona es médico especializada en urgencias y está orgullosa de pertenecer al personal de salud que combate la pandemia. Su entrega en estos nueve meses de batalla sanitaria en México le valió la condecoración con la medalla Miguel Hidalgo, en Grado Cruz. La profesional no se ha contagiado, aunque sí padeció un trastorno de angustia. Su esposo, de la misma profesión, sí se contagió, y estuvo delicado.

Para ella, la mejor parte es cuando un paciente con coronavirus mejora, sobre todo en los casos más graves. Pero también está el otro lado de la moneda: “Es triste y te sientes frustrado porque no puedes hacer más, ya la enfermedad está tan avanzada que aunque los intubes sus pulmones están fibróticos y no tienen capacidad para recibir el volumen adecuado de aire del ventilador”, explica.

La doctora Carmona, madre de una niña de 10 años, comenta que entre las cosas más difíciles está el impedimento de visita de los familiares a los enfermos. Por eso celebra que se hayan implementado medidas de las que ella fue promotora, como las llamadas telefónicas o videollamadas.

“Muchas veces presto mi teléfono y si el paciente está estable me retiro… pero cuando están graves estoy presente. El paciente no sabe si después de ser intubado, podrá volver a verlos”.

Perú
Juan Carlos Celis: “No tomarnos tiempo nos ha hecho mucho daño”
Juan Carlos Celis. Foto: El Comercio GDA

Un video recorrió WhatsApp y Facebook. Tenía información real, verificada. Era el infectólogo Juan Carlos Celis, jefe del Departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital Regional de Loreto, compartiendo las lecciones aprendidas en Iquitos y señalando cómo la estrategia dictada desde el Ministerio de Salud no era la más adecuada, menos para localidades tan lejanas como las de la Amazonia. “Respondimos lento, tarde y, muchas veces, mal. Es una crisis de salud pública que ha puesto en crisis todo lo demás, incluida la ciencia (…) No hemos vivido epidemias como esta en muchos años”, dice, y reconoce que en esta pandemia se pudo hacer mucho más. “Por desesperación y premura me dediqué solo a atender y no a sacar, más rápido de lo que yo hubiera querido, una enseñanza. Ese mes y medio que demoré en darme cuenta de los errores que estábamos cometiendo, creo que pudieron haber sido solo dos semanas si hacía un estudio simple, dividiendo a los pacientes en dos grupos, viendo a quién le doy y a quién no (un tratamiento). Era una situación nueva y no nos dimos cuenta de que no estábamos haciendo bien en administrar medicamentos con desesperación. No estoy de acuerdo con quienes dicen que no hay tiempo. Creo que no tomarnos nuestro tiempo nos ha hecho mucho daño”.

Costa Rica
María Paz León Bratti: “A ninguno se nos pasaba el COVID por la cabeza”
María Paz León Bratti. Foto: La Nación (Costa Rica) GDA

Era un miércoles de marzo. La especialista costarricense en Medicina Interna e Inmunología, María Paz León Bratti, recibió en su consultorio privado a un colega suyo, por un problema alérgico. “Venía febril y cuando lo examiné tenía una franca neumonía”, recuerda. Ni la mascarilla era obligatoria, ni se hablaba del distanciamiento físico y las noticias de la enfermedad eran solo del extranjero. “Me contó que acababa de llegar al país. Estaba desaturado, le recomendé antibióticos y que se vigilara, pero a ninguno se nos pasaba el COVID por la cabeza”, recuerda. A los pocos días ese paciente sería identificado como el “caso cero” en Costa Rica y después como un “super diseminador” porque en el hospital donde trabajaba como gineco-obstetra contagió, sin saber que tenía la enfermedad, a decenas de personas.

León Bratti también se contagió en la primera atención al “paciente cero”. Se autoconfinó durante cuatro semanas y no desarrolló una enfermedad grave.

Su paciente y colega falleció en abril. Nueve meses después, León Bratti sigue vinculada al combate a la pandemia y coordina las unidades que atienden a estos enfermos en el Hospital México, donde había atendido al “paciente cero”.

El Salvador
Jorge Panameño: “Tuvimos que ingeniarnos y coordinar con otras disciplinas”
Jorge Panameño. Foto: La Prensa Gráfica GDA

Lo más doloroso de la pandemia, dice el infectólogo Jorge Panameño, ha sido “ver pacientes que fallecían, otros que estaban en el suelo esperando una cama. Ver a los colegas clamar por equipo para protegerse, saber de los trabajadores de la salud muertos en el cumplimiento de su deber porque les faltó equipo para protegerse, o atención una vez enfermos”.

El médico salvadoreño recuerda también el costo emocional que significó la muerte de familiares y colegas. Habla de las dificultades que el personal de la salud ha tenido en El Salvador, donde “no pudimos unir esfuerzos, por más que intentamos, con el sistema de salud estatal, para poder aportar la experiencia que los años de ejercer nos han permitido acumular”, a lo que se sumó la falta de camas hospitalarias, tanto en el ámbito público como en el privado. “Tuvimos que ingeniarnos en coordinación con otras disciplinas como la enfermería y la terapia respiratoria para dar atención a domicilio”.

Destaca que hoy la experiencia acumulada “nos ha servido mucho para colaborar aún más”.

“Con esta enfermedad cada día aprendemos algo nuevo, aunque pasarán muchos años antes de poder manejar todos los aspectos que involucra”, sostiene.

Puerto Rico
Fabiola Cruz: la importancia de identificar a los infectados
Fabiola Cruz. Foto: Ramón Zayas

Todo comenzó en abril con unos vehículos con altoparlantes educando sobre el COVID-19 en Villalba, un pueblo cerca del centro de Puerto Rico. Pero para la epidemióloga Fabiola Cruz (28 años) no era suficiente: el mejor plan para enfrentar la enfermedad era identificar a los infectados, rastrear contactos y hacer pruebas.

“Leí la respuesta de Singapur a la pandemia y comencé a buscar el protocolo de rastreo de contactos y el protocolo del ébola. Lo adopté a los períodos de incubación y al período infeccioso del coronavirus y se lo presenté al alcalde”, relató Cruz, candidata a un doctorado en Microbiología Médica.

El Sistema de Rastreo de Contactos Municipal arrancó un jueves y 24 horas después identificó al primer contagiado. Ante la ineficiencia del gobierno estatal para rastrear a los contactos, la iniciativa de Cruz se replicó en los 78 pueblos de la isla y ahora cuenta con 600 empleados y un presupuesto de casi US$ 30 millones.

La epidemióloga de 28 años confesó que lo más doloroso de la pandemia ha sido no poder ver a su familia por tres meses. A eso se sumó el día cuando supo que su marido se infectó y presentó síntomas. Lo positivo de la pandemia, según la experta, es que Puerto Rico y el mundo reconocieron la importancia de la salud pública. “Como dicen, vale más una onza de prevención que una tonelada de tratamiento”, acotó.

Producción: Faustina Bartaburu y Mateo Vázquez (El País, Uruguay); Alejandro Horvat (La Nación, Argentina); Renato Grandelle (O Globo, Brasil); Max Chávez (El Mercurio, Chile); José Gregorio Meza (El Nacional, Venezuela); Perla Miranda (El Universal, México); Bruno Ortiz Bisso (El Comercio, Perú); Angela Avalos (La Nación, Costa Rica); Mariana Belloso (La Prensa Gráfica, El Salvador); José Orlando Delgado Rivera (El Nuevo Día, Puerto Rico).

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