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A favor y en contra

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Israel tiene razones para oponerse al acuerdo nuclear que las potencias alcanzaron con Irán. No es descabellado temer a un país que lleva décadas proclamando la desaparición del Estado judío.

También lo piensan todos los países árabes, con excepción de Jordania y de Egipto, y de hecho intentaron borrar del mapa a Israel en las guerras de 1948, 1967 y 1973. Pero no lo han seguido proclamando a viva voz, mientras que en Irán lo repitieron hasta el cansancio los ayatolás Jomeini y Jamenei, además del fanático Mahmud Ahmadineyad. También los estados sunitas del Golfo tienen sus razones para desconfiar de Irán, que intentó generar rebeliones chiitas en todos y cada uno de esos reinos.

Israelíes y árabes tienen razones para oponerse, pero tener razones no implica tener razón. Sería absurdo pensar que Washington, Londres y París quieren favorecer la hegemonía iraní en el Oriente Medio. La apuesta que hicieron no solo tiene que ver con el compromiso conseguido de que Irán no producirá bombas atómicas. A ese compromiso puede cumplirlo el actual gobierno moderado de Hasan Rohani, apoyado por los reformistas de Mohamed Jatami y los centristas de Alí Rafsanjani.

Pero ¿qué pasa si vuelve a la presidencia un lunático como Ahmadineyad? Ese es, precisamente, el otro objetivo al que apunta la estrategia de EE.UU. y que entienden cabalmente británicos, franceses y alemanes. En esa estrategia, el levantamiento de las sanciones económicas a Irán es casi tan importante como el compromiso persa de no producir un arsenal nuclear. ¿Por qué? Porque una reinserción en la economía global y la absorción de inversiones potenciando una economía con protagonismo de la empresa privada, creará las condiciones objetivas que fortalecerían a los partidos reformistas y las dirigencias moderadas, bloqueando el retorno al poder de los ultraconservadores partidarios de la teocracia medieval y la conquista por la beligerancia. No se puede descartar que el acuerdo falle. Pero es mejor que el statu quo propuesto por Israel y los árabes sunitas. En definitiva, a esta altura del desarrollo y tráfico de la tecnología bélica, para que un país pueda tener bombas atómicas ya no necesita saber y poder fabricarlas. Las puede comprar a estados forajidos como Corea del Norte. A Irán le bastaría comprar ojivas norcoreanas y montarlas en la sofisticada misilería que produce.

El compromiso que acaba de asumir Irán no garantiza totalmente que no habrá un arsenal nuclear persa. Pero la ausencia de ese compromiso lo garantizaba mucho menos.

La Bitácora

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