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Vidas solitarias junto a la carretera

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Bentaberri vive en un carro junto a dos caballos. Foto: Francisco Flores

Un “hombre santo” que alimenta zorros y un jubilado brasileño en el Pueblo del Barro

Detrás de una pequeña curva de la Ruta 26, en el tramo entre Tacuarembó y Melo, se esconde una historia sorprendente. Una de tantas que salpican el recorrido de medio millar de kilómetros. El sol se está ocultando y hay que conducir con cuidado, porque los pozos no se ven.

Cerca del kilómetro 349, una pareja de zorros come junto a un carromato y dos caballos. La frenada abrupta del auto los distrae. Los animales salvajes, acostumbrados a la soledad del paraje, observan a los forasteros que golpean las manos, y huyen hasta perderse en medio del campo.

"¿Quién anda ahí?", pregunta una voz grave. "Estoy adentro del carro. ¿Qué quieren? Arrímense. Tengan cuidado con los zorros", advierte, aunque ya no hay zorros. Pide que abran la lona que cubre el carro. Dentro hay un anciano sentado con un mate entre las manos. Lo ilumina un pequeño farol a mantilla.

De manera educada se niega a dar la mano. Cuenta que está pensando en cenar, que está por hacer fuego y que tiene un poco de frío. Dice ser Luis Alberto Bentaberri. "Vasco por mi madre y mi padre", aclara. Nació en Trinidad, Flores, hace "80 años y dos meses".

No siempre estuvo viviendo en el carro. Trabajó muchos años en el campo. Fue peón, alambrador y domador. Hace "como 60 años" trabajó en el puerto de Montevideo fileteando merluza. "Ahí vi el primer avión a chorro que rompió todos los vidrios por donde pasó, fue algo muy raro", contó.

Después volvió al campo y siguió trabajando en estancias de toda la república. Aprendió a trabajar el mimbre. Ofrece una pequeña canasta a $ 100. Se le paga con cinco billetes de $ 20.

En eso pide para hacer una aclaración: "Yo no doy la mano porque soy un hombre santo, sabrá entender". A continuación se larga una intensa arenga evangelizadora. La escena con el hombre en el carro, la soledad del lugar, el sol cerca de ocultarse sumados a la retórica religiosa, se conjugaron para alentar la retirada.

Sin embargo, Bentaberri guardaba algo más. "¿Usted sabe cómo se saluda a un hombre santo?", preguntó. "Deme su brazo derecho, crúcelo con el mío, míreme a los ojos. Ya está, usted saludó a un hombre santo, vaya en paz", se despidió.

Bentaberri vive en un carro junto a dos caballos. Foto: Francisco Flores
Bentaberri vive en un carro junto a dos caballos. Foto: Francisco Flores

El Leñador.

El pueblo del Barro es una pequeña localidad de 98 habitantes, situada a medio camino entre el río Tacuarembó y el arroyo Yaguarí, en el kilómetro 301 de la Ruta 26. El centro poblado más cercano es Ansina, una villa que se encuentra a 12 kilómetros.

A lo lejos se puede ver a un hombre de pequeña estatura. Luce una barba blanca, calza botas de montar y camina cargando una bolsa con leña.

Se le iluminan los ojos al ver gente nueva en el pago. Sonríe. Deja la bolsa en el suelo. Estrecha la mano con energía y avisa a la joven que atiende un almacén cercano que llegó gente. Dice que el invierno "está bravo" y que a sus años necesita mucha leña para la estufa.

Habla con acento portugués y cuenta que hace muchos años se jubiló en Brasil y ahora vive "contento" en el pueblo.

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