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El uruguayo más cercano al Papa

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Daniel Ramada, embajador uruguayo ante el Vaticano. Foto: Marcelo Bonjour

Es el embajador de Uruguay ante el Estado Vaticano desde el año 2012 y conoce al Papa Francisco desde hace 45, cuando ambos eran estudiantes. 

Dice que el Papa argentino le dio a la Santa Sede una visión “universal” y que no le sorprendió la designación de Daniel Sturla como cardenal. Desde que empezó el pontificado de Francisco, los uruguayos de diversos ámbitos viajan más al Vaticano: cuando estaba Benedicto XVI, Ramada recibía entre cinco y ocho por mes, ahora son entre diez y doce por semana. Aunque no sabe si el presidente Tabaré Vázquez lo mantendrá en el cargo, él ya piensa en la visita de Francisco a Uruguay en 2016.

—Es el uruguayo que vive más cerca del Papa Francisco y lo conoce desde hace 45 años. ¿Cómo y cuándo lo conoció?

—Fue de una forma muy episódica en una visita al colegio dónde él estudiaba teología. Me lo volví a cruzar en alguna otra oportunidad y cuando llegué al Vaticano en 2011 le dije quien iba a decir que 45 años después nos íbamos a encontrar usted de Papa y yo de embajador. Cuando le dije quien era me respondió pero vos eras flaquito. Ese comentario familiar, con una persona que se cruzó en algunas oportunidades, como debe haberlo hecho con otras miles, me denotó su corazón de pastor. El Santo Padre reconoce a las personas, es un don que tiene.

—¿Qué ha cambiado en el Vaticano y en la Iglesia Católica el Papa Francisco?

—La designación le dio a América Latina y, concretamente, al Río de la Plata mucha visibilidad. El papado tiene una visión más universal. No es porque sí que el Papa Francisco insiste tanto en las periferias; nosotros vivíamos, en cierto grado, de manera periférica, porque las grandes decisiones de la Iglesia se tomaban en Roma y en Europa. Con el Papa Francisco se escucha mejor a las iglesias de todo el collar.

—¿Lo ve habitualmente?

—Sí, lo veo. Hace poco lo vi dos días seguidos y cuando me saludó me dijo nos estamos viendo seguido eh. De todas formas no me gusta abusar. Intento ponerme en su lugar porque su vida es muy agitada, duerme cuatro horas.

—¿Hablaron alguna vez de Uruguay?

—Ocasionalmente. Hablamos mucho en la previa de la visita del expresidente José Mujica. En ese contexto conversamos cómo estaba el país, de las variables que lo condicionaban. Uruguay tiene una muy buena imagen internacional, sobre todo en Europa, por la actitud de despojo material que ha tenido Mujica. Es visualizado como un país de gente seria. Yo he insistido mucho en ese concepto dentro del Vaticano también: somos chicos pero serios. Cuando vino el presidente Mujica que estuvo ocho horas en Roma, hicimos una recepción en casa y mi expectativa era que vinieran los embajadores de los países latinoamericanos, sin embargo, vinieron de todo el mundo, muchos más de lo que me imaginé y eso es por lo que generó Mujica en el mundo.

—¿Le sorprendió la designación del arzobispo, Daniel Sturla como cardenal?

—No, no me sorprendió y creo que es una elección muy sabia porque Sturla tiene el perfil que el Papa quiere.

—¿Qué significa para la Iglesia uruguaya?

—Para la iglesia uruguaya es un reconocimiento de su condición de pequeña y sufrida que trabaja permanentemente. Esto le da cierto grado de jerarquización y, sin dudas, una mayor visibilidad.

—¿Cuál es la tarea del embajador uruguayo en el Vaticano?

—Estos tres años han sido muy cargados y muy excepcionales. Mi tarea es estar atento a las cosas que pasan en el Vaticano y que pueden tener repercusión en el país, posicionar a Uruguay permanentemente en los ámbitos protocolares, académicos y eclesiales. En 2014 participamos en 191 actos protocolares, en más de 60 celebraciones litúrgicas, más de 50 actos académicos, 17 ponencias y escribí nueve artículos. La comunicación con Uruguay también es permanente.

—¿Se ha intensificado el trabajo en la embajada desde que está el Papa Francisco?

—Sí, se ha intensificado porque el pontificado de Francisco aumentó la cantidad de uruguayos que viene a Roma, que quiere participar de la audiencia, que quiere saludarlo, y es algo de todos los ámbitos: políticos, empresarios, literatos, religiosos, deportistas. Cuando estaba Benedicto XVI yo tenía entre cinco y ocho pedidos por mes, desde que está Francisco tengo entre diez y doce por semana. Y a pesar que está iniciando su tercer año de pontificado, se mantienen los pedidos.

—El Estado Vaticano es el número dos en cantidad de representaciones extranjeras con 182 embajadas ¿por qué cree usted que a Uruguay le sirve estar?

—¿Cómo no vamos a estar donde más de ciento ochenta países están presentes e interactúan en la discusión de la mayor parte de los problemas mundiales? Hambre, medio ambiente, familia, guerra, paz, migraciones, educación, trabajo, desocupación, justicia, infancia, juventud, vejez, alimentación, recursos. Todos esos y más son aspectos presentes en la agenda vaticana. Le garantizo que no hay día en que no se discuta alguno de estos temas en los más exigentes ámbitos pontificios. ¿Le parece responsable auto-marginarse de este foro? Creo que no.

—La iglesia en Uruguay cumple una función de asistencia social ¿cómo lo valora eso el Estado y cuanto puede apoyar a esa tarea la embajada aquí? ¿Se puede generar recursos, por ejemplo?

—Es algo de todos los días. En algún momento hubo una imagen muy injusta con Uruguay, se creía que el Estado perseguía a la Iglesia y eso no pasa. Hay respeto mutuo. Y, sin tener un marco jurídico formal de relaciones Estado Iglesia, el Estado le confía dinero público a obras de la Iglesia que las administra la Iglesia como merenderos, hogares, refugios.

Asumió recientemente el nuevo gobierno ¿Usted continuará en su cargo?

No depende de mí. Yo puse mi cargo a disposición porque es lo que corresponde.

El hombre multifacético

El embajador uruguayo en el Vaticano no fue a la escuela, aprendió con una maestra particular y a los once años empezó el liceo en el Seminario. Estudió en el Instituto de Ciencias Políticas, donde luego fue profesor. “Tengo una marcada vocación docente”, reconoce.

Estudió teología en el Seminario como laico durante cuatro años, período en el que estuvo envuelto en “un mar de dudas” hasta que conoció a su esposa, Marta. Vivió en Brasil, donde enseñó teología y se desempeñó en la industria farmacéutica.

En 2011 el excanciller Luis Almagro le propuso ser el embajador uruguayo en el Vaticano con la misión de devolverle visibilidad a la embajada uruguaya. “Estos años han sido una rica experiencia”, dice.

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Daniel Ramada, embajador uruguayo ante el Vaticano. Foto: Marcelo Bonjour

DANIEL RAMADAVIVIANA RUGGIERO

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