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Washington Beltrán 2020: un mensaje que pervive casi un siglo después

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Washington Beltrán. Foto: Archivo El País

EL DUELO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA

Fue constituyente, político, periodista, escritor; un hombre llamado a “muy altos destinos”.

En la familia Beltrán no existieron esos dolores sordos que los mayores solían tapar con la frase: “de eso no se habla”. Un día al pasar, supimos que el abuelo de nuestros amigos había muerto en un duelo con un señor llamado Batlle. Cada 2 de abril, luego del homenaje a su padre, Washington y Enrique nos hablaban, a pesar del borroso recuerdo que guardaban teniendo apenas seis y cuatro años.

Supimos que Elena Mullin esperaba a Martha cuando murió su esposo, y que esta nació precisamente el día del cumpleaños del autor de su muerte. También conocimos los detalles de ese duelo que rondaba la casa. Nos enteramos de las misas que encargaba Elena en las fechas de la muerte de Batlle en 1929; y casi sin darnos cuenta, respiramos el espíritu cristiano que inculcó a sus hijos, al no permitir que el rencor y el odio anidaran en ese hogar deshecho.

Con esa madera se forjó ese núcleo familiar mientras la política absorbía su vida. Enrique fue un destacado legislador y constituyente; y Washington llegó a ocupar la Presidencia del Consejo de Gobierno. Desde nuestra primera juventud ya éramos parte de Divisa Blanca. Acompañamos la suerte de su lista 400, y aunque los gobiernos batllistas eran duramente criticados, en ese entrañable núcleo humano nunca escuchamos una sola voz que sonara a revancha contra la figura de Don Pepe.

Como blancos asumimos que la instancia electoral del 30 de julio de 1916 significó el triunfo del voto secreto, de la representación proporcional, del municipio autónomo y la derrota del colegiado. Y allí descubrimos que el “pichón de águila” a quien se refería Carlos Roxlo, era el diputado Washington Beltrán. Nos impactó su historia personal, su orfandad a los 4 años en la lejana Tacuarembó, su inteligencia, sus “discursos” de los 12 años y el apoyo de la gente para venir a estudiar a Montevideo, sin recursos y sin relaciones. Ese joven niño apenas confiaba “en el triunfo del carácter, en una fe inquebrantable en la victoria definitiva de la honradez y del tesón”.

Inserto en el vértigo de la vida de estudiante, gremialista, periodista, literato y ensayista, sobrevivió escribiendo en “El Porvenir”, en “La Democracia”, en “La Tribuna Popular” como cronista policial, y en “La Razón” como crítico plástico con el seudónimo de Juan Ega.

Se casó con Elena Mullin y en usufructo de una beca a Europa otorgada por la Universidad escribió Cuestiones Sociológicas, un estudio referido a la lucha contra la delincuencia juvenil que tenía por subtítulo: “Salvar al niño es salvar al porvenir”. El Profesor Irureta Goyena lo prologó con una simple predicción: “Washington Beltrán está llamado a muy altos destinos por sus relevantes cualidades morales e intelectuales…”.

En 1914 fue electo diputado por Tacuarembó y su producción intelectual y periodística se tornó abrumadora. Publicó De actualidad política; Fallos de la Alta Corte de Justicia y decenas de artículos y trabajos como El roto chileno: su psicología y su vida.

Fue un precursor de la integración. En el primer centenario de la bandera de Artigas dijo en el Teatro Solís: “Vosotros conocéis el sueño de Bolívar… que creyó que, del Golfo de México a los mares que protege las Cruz del Sur, el continente todo podría congregarse en una gran confederación americana. Acaso no hay que desesperar del sueño gigantesco del Libertador… Entonces, la confederación izará como enseña de América la bandera de Artigas; la de la Igualdad, la Democracia, la República y el Derecho”.

También fue clara su posición a favor de la neutralidad del Uruguay en la Primera Guerra Mundial, porque si bien simpatizaba con los aliados, entendió que el país debía mantenerse neutral afiliado a los Principios del Derecho Internacional. “El Derecho debe ser uno solo, para los poderosos como para los débiles”.

La Reforma del Estado ya era su preocupación al describir la burocracia como el gran obstáculo de los cambios: “El estatismo es impotente para organizar la producción en un mayor beneficio general… Lejos de servir la causa del proletariado, debilita y paraliza la acción de la clase obrera… nada de durable se edifica en una sociedad civilizada, si no se goza de libertad”.

Sus discursos en la Constituyente de 1917 fueron memorables. Representando a su Partido expresó: “Dejamos afuera la divisa partidaria… Cuando se ponga en debate una idea, se promueva una reforma… las interrogantes son: ¿Es justa la idea? ¿Es ella democrática? ¿Favorece la República? ¿Garantiza la libertad y el derecho? Pues entonces, beneficie o perjudique a nuestro Partido contará con nuestros sufragios”.

Su compromiso con las instituciones lo obsesionaban. En plena Constituyente afirmó: “Las horas que corren son de esperanza. La era del motín y de las revoluciones ha pasado; esta certidumbre arraiga en nuestro Ejército. Estoy seguro que en todos los cuarteles de la República, jefes, oficiales y soldados, presentan armas a la Constituyente y jurarán acatamiento a los mandatos de la soberanía nacional”.

El 14 de setiembre de 1918 se editó la primera edición de “El País” que Beltrán fundara con Eduardo Rodríguez Larreta y Leonel Aguirre. La nueva Constitución empezaría a aplicarse el 1º de marzo de 1819. Mientras tanto, la batalla periodística se endureció. El enfrentamiento con el diario El Día era una constante. La pluma de Beltrán era una espada implacable. Los lances caballerescos se repetían hasta que el luto se cernió sobre todo el Uruguay luego que Beltrán perdiera la vida en un duelo a pistola con Batlle. La nación entera lloró a una de sus mejores promesas. A los 35 años había muerto ese joven culto, jovial, sensible, solidario y honesto que en su último suspiro susurró un rezo junto al nombre de Elena.

A cien años de su muerte, el ayer sigue siendo hoy. Cada una de sus posiciones políticas y reclamos éticos podrían repetirse cambiando solo las fechas. Su gesto y su palabra serían en estos momentos el mejor aliento para la concordia nacional y para concretar las profundas reformas que entendía necesarias.

En este año 2020 los temas que fueron candentes en 1920 siguen siendo un desafío para la democracia y para el gobierno del Partido Nacional. Washington Beltrán sigue teniendo las mejores respuestas; se mantiene vivo, en su familia, en su Diario y en su pueblo. Un recuerdo es un momento, pero su invocación no tiene tiempos.

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