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La realidad china en los ojos de una uruguaya

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Aeropuerto en China. Foto: Reuters

UNA GUERRA QUE NO TERMINA

La guerra con Estados Unidos confirma el poder del país asiático, tras el arancel que anunció el presidente Donald Trump.

Poco después de que la Casa Blanca anunciara que Estados Unidos y China habían retomado las negociaciones en unas reuniones que habían sido constructivas para las dos potencias, poco después de que China confirmara su compromiso de aumentar la compra de productos agrícolas a Estados Unidos, el presidente Donald Trump lo cambió todo con un solo tuit: desde septiembre impondrá un nuevo arancel del 10% por valor de 200.000 millones de dólares, a las importaciones de productos chinos.

Inmediatamente después, las autoridades chinas anunciaron nuevos aranceles a bienes estadounidenses por otros 60.000 millones de dólares como represalia y devaluaron el yuan haciéndolo retroceder un 1,4% frente al dólar estadounidense y colocando la cotización de divisa en el nivel más bajo desde 2008, para darle continuidad a la guerra comercial más grande de la historia.

Jana Rodríguez Hertz es docente Grado 5 de la Universidad de la República, en Uruguay, pero desde 2016 vive en Shenzhen, al Sur de China, sobre la costa, justo en frente de Hong Kong. El país asiático es, desde hace muchos años, una de las potencias comerciales más grandes del mundo y la guerra con Estados Unidos solo es una prueba de eso. ¿Cómo es para una uruguaya vivir en China? ¿Cómo es ser una mujer extranjera en un país machista? Y además, ¿cómo se vivió en China el anuncio de Trump?

Uruguay y la guerra comercial

La escalada en la guerra comercial entre Estados Unidos y China “pone su cuota de riesgo y creo que pierde todo el mundo, no solo pierde Uruguay”, dijo a El País el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Álvaro García. “Pensando en “el mediano plazo, el año pasado Tabaré Vázquez incentivó a ir adelante en el relacionamiento con China”, agregó.

Cuando Rodríguez y su familia decidieron irse a vivir a China no imaginaba cómo sería. Y, dice, la idea que pudiera tener antes de llegar no se compara con la experiencia de estar en la vida cotidiana asiática. “China fue y es una caja de sorpresas. Lo que uno descubre cada día, y sobre todo en los primeros días, es imposible de trasmitir. Es literalmente otro mundo. Su cultura e historia son vastísimas. La comida está llena de variantes y es muy distinto a lo que se conoce en occidente como comida china. El idioma encierra historias increíbles detrás de muchísimos de los caracteres. Para mí, China está resultando infinita. Hace dos años y medio que vivo acá y siento que todavía me falta todo por aprender”, cuenta.

China es, para un uruguayo, otro mundo. Desde la barrera idiomática hasta las once horas de diferencia que nos alejan. Eso es, para ella, una de las barreras más difíciles de superar.

Por otro lado, los uruguayos vivimos, en general, en una dualidad: Montevideo-interior, Nacional-Peñarol, capitalismo-comunismo. Y así sigue. En esta dualidad, así como Norteamérica es la esencia del capitalismo, para nosotros China es una de las mayores expresiones de comunismo del mundo. Y aunque en realidad lo sea, dice Jana que en muchos aspectos China es “bastante” capitalista: “En el día a día no se nota la China comunista. Pero en el aspecto organizacional sí se deja ver. Cada autoridad tiene su contraparte del Partido Comunista, lo cual muchas veces enlentece las cosas. Por ejemplo, en la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur en China (donde trabaja) está el rector y también está la representante del Partido Comunista. Para que algo se apruebe, ambas partes tienen que estar de acuerdo”.

El día del anuncio de Trump, en China se vivió con sorpresa, como sin entender demasiado. “El tuit de Trump fue un balde de agua fría. Ahora, al día siguiente, Jun Zhang, el nuevo embajador chino ante la ONU respondió: ‘La posición de China es muy clara: Si EE.UU. quiere hablar, hablaremos; si EE.UU. quiere pelear, pelearemos’. Eso refleja más o menos cómo se vive la situación acá”.

las mujeres objetos en china

Hasta dos hijos por familia

Hasta 2013 en China regía la restricción del único hijo, lo que generó una población envejecida. Desde entonces el gobierno impulsa un plan de crecimiento demográfico, permitiendo a dos hijos por familia, en el que se presiona a las mujeres para que sean madres. “Acá se trata con crueldad a las mujeres que no se casan antes de los 27. Las llaman ‘las sobras’. Pero esto se ha vuelto un boomerang porque las mujeres se han rebelado y han adoptado el término con orgullo. Ponen énfasis en su trabajo y progreso personal. El tema se ha convertido en todo un problema para China, y es considerado por varios especialistas como el principal obstáculo para su crecimiento económico”, cuenta Jana Rodríguez Hertz. Ella, a pesar de ser una mujer occidental en un país altamente machista, dice que no ha experimentado dificultades en ese sentido. Cuando iba a ser contratada por la universidad dejó claro que sería contratada como profesora titular, lo que equivale a un grado 5 de la Udelar. “Las mujeres chinas trabajan muy duramente para llegar a las mismas posiciones que los varones, y a los más altos cargos difícilmente llegan”.

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