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Pandemia trajo un respiro al aire de las grandes ciudades; en Montevideo es imperceptible

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La rambla de Montevideo este sábado. Foto: Leo Mainé

CORONAVIRUS 

Los expertos entienden que habrá una mejora “leve, pasajera y casi imperceptible” tras las medidas adoptadas por la pandemia de COVID-19 en el país.

La baja de la actividad industrial y de transporte le está dando una tregua a la calidad del aire de las grandes ciudades. En Montevideo, donde por estas fechas la concentración de partículas es baja, la evidencia no es tan clara como al norte de Italia o en China. Pero los expertos entienden que habrá una mejora “leve, pasajera y casi imperceptible” tras las medidas adoptadas por la pandemia de COVID-19 en el país.

El dicho popular reza: “No hay mal que por bien no venga”. Si bien esta frase parece de mal gusto para quien la crisis lo dejó sin trabajo, o para quien tuvo que despedirse de un ser querido, algunos filósofos ya ensayan las posibles bondades tras la tormenta: reflexión sobre la solidaridad, más inversión en ciencia, mejora de los sistemas sanitarios…

Y ahora se suman los ambientalistas.

A la capital de Uruguay no han retornado animales que parecían haber cedido ante la actividad humana, como los delfines en el puerto de Cerdeña o los jabalíes por las calles de Barcelona. Eso sí: la Red de Monitoreo de la Calidad del Aire de Montevideo divisa que las partículas sólidas o líquidas que, por su pequeño tamaño, permanecen suspendidas en el aire, están en concentraciones muy bajas, incluso más bajas de los límites que recomienda la Organización Mundial de la Salud.

Montevideo está ubicada en el “corredor del viento”; buena parte de la combustión se esfuma hacia el mar. Por eso, y por la baja actividad industrial, es una urbe con aire limpio, por lo que la disminución de la concentración de partículas no se evidenciaría tanto como lo hizo en Wuhan, China, el epicentro del nuevo coronavirus y donde se aplicó una estricta cuarentena general.

De hecho, en marzo, fecha en que la pandemia llegó a Uruguay, el aire suele estar en “muy buenos niveles”, señalan los sucesivos informes de la Intendencia de Montevideo. Distinto es en el inverno que, por una mezcla de condiciones atmosféricas y mayor uso de calefacción a leña, es cuando el aire denota su mayor contaminación.

Los límites de las estaciones de medición de la capital no permiten desglosar el impacto concreto que está teniendo la merma de actividad y transporte. Aun así, los técnicos estiman que “descendió la concentración en los corredores donde hay mucho tránsito, pero es casi imperceptible y pasajero”.

En el norte de Italia, sede de las principales industrias automotrices, la mejora en la calidad del aire quedó evidenciada en las imágenes satelitales de la Agencia Espacial Europea. En dos semanas de cuarentena general obligatoria y cierre del tráfico aéreo, la concentración de dióxido de nitrógeno se redujo entre el 10% y el 40% (dependiendo la zona).

“La disminución de este tipo de contaminantes”, dice el ingeniero químico Alejandro Nario, exdirector de Medio Ambiente y quien ha trabajado en calidad del aire, “se evidencia rápidamente, pero también rápidamente vuelve a reaparecer cuando se encienden los motores”.

Eso significa, según Nario, que “es poco probable” que las mejoras que se evidencian hoy tengan un impacto duradero en los ecosistemas. Pero, agrega, “las poblaciones, en especial en China e Italia, pueden notar las diferencias y sacar sus propias conclusiones sobre qué tipo de ambiente quieren para sus vidas”.

En este sentido, el cese repentino de actividades industriales y de transporte les está permitiendo a los científicos la visualización de un “experimento” en tiempo real. Lauri Myllyvirta, del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio, con sede en Estados Unidos, demostró que, en tres semanas, China tuvo una caída del 25% de las emisiones de dióxido de carbono (el gigante asiático basa buena parte de sus fábricas en combustibles fósiles y la reducción mostrada equivale al 6% de las emisiones mundiales). A diferencia del dióxido de nitrógeno, el de carbono podría tener impacto en el cambio climático “si es que se mantiene extendido a lo largo del tiempo”, explica Nario.

El dióxido de nitrógeno es un contaminante que se forma por la combustión a altas temperaturas, típicamente por los motores de los vehículos y las fábricas eléctricas. Su suspensión en el aire es de pocos días, pero es uno de los causantes de los problemas respiratorios en grandes urbes.

El dióxido de carbono, en cambio, es un gas que está “naturalmente” en el aire, que producen los volcanes, las aguas termales y otras fuentes, pero que también se genera por la combustión y, al elevarse la concentración en la atmósfera por la actividad humana, acelera el efecto invernadero y por consiguiente calentamiento de la Tierra.

¿Aprendizaje?

Los estudios epidemiológicos apuntan a que el nuevo coronavirus fue trasmitido de animales a humanos en un mercado de especies vivas en Wuhan, China. El 70% de las enfermedades víricas emergentes están vinculadas a las zoonóticas: se producen porque se ha alterado la interface entre los animales y humanos, según la Organización Mundial para la Salud.

El representante de la OPS en Uruguay, Giovanni Escalante, había dicho a El País que esto nos debe llevar a una reflexión sobre cómo modificar este relacionamiento con los animales.

Según Nario, “los humanos estamos forzando la naturaleza al límite”. La distorsión “es tan grande que los animales, que son sede del virus, empiezan a tener más contacto directo con los humanos; van en busca de nuevas fuentes de comida y así resultan las enfermedades emergentes”.

Una de las estrategias que Uruguay había seguido bajo la comandancia de Nario en la Dinama fue la de ampliar la superficie de áreas protegidas: se llegó a 334.125 hectáreas (30,2% corresponde a superficie marina y el 69,8% a superficie terrestres). Pero esta política tiene a polemizar con la actividad económica y para los gobiernos, sea del signo que sea, se les hace cuesta arriba la búsqueda del punto de equilibrio.

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