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Los ochenta años de Gonzalo Aguirre Ramírez

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Gonzalo Aguirre Ramírez. Foto: El País

RECONOCIMIENTO

Vicepresidente y alumno ejemplar de Pivel Devoto. Desde muy joven eligió la ruta de juristas ilustres que sus antepasados Ramírez iluminaron con talento y coraje.

Hoy cumple ochenta años Gonzalo Aguirre Ramírez. Somos muchos los que unimos nuestra voz para desear a tan buen amigo, tan destacado hombre público, tan prestigioso jurista y tan buen blanco que los cumpla con felicidad, para agradecerle los servicios prestados al país y al Partido Nacional durante su ilustre trayectoria y para reconocer en él, el ilustre civismo de sus mayores.

Todos quienes lo conocen sienten particular afecto por el “Oso” Aguirre. Muchos hemos disfrutado de su talento, de su ancho saber que abarca desde los más complejos resquicios del saber constitucional hasta su enciclopédica memoria de cracks y montas del hipismo rioplatense.

Desde muy joven eligió la ruta de juristas ilustres que sus antepasados Ramírez iluminaron con talento y coraje. Como su gran abuelo se encaminó por la senda del derecho público, desempeñándose con soltura tanto en su rama constitucional como administrativa. Varios tomos y centenares de artículos y consultas de su autoría cimentaron con buena piedra su actual prestigio.

Eligió la carrera de los honores o, mejor dicho, la del servicio público en la que, con natural señorío supo enfrentar tanto sus aspectos gratos, que los tiene sobre todo cuando el querer popular acompaña, como los duros.

Salió en defensa de Wilson Ferreira sin medir consecuencias en la época en que pocos se arrimaban al riesgo que ello implicaba. Le valió esta gallardía la prisión y la privación de su ejercicio profesional.

En la hora aciaga del Pacto del Club Naval formó junto a los que rechazaron ese episodio y acompañó desde el Movimiento de Rocha todas las altiveces del nacionalismo. Contó con la confianza tanto de Wilson como de Carlos Julio y en la hora del retorno democrático tuvo el honor de ser por dos veces candidato a la vicepresidencia. Logró este alto galardón en 1989 y su brillante gestión queda en los anales patrios por su nivel de caballerosidad para con todos, su pasión por el mejor nivel legal de las normas y su defensa del buen decir.

Fue ejemplar alumno del gran Pivel, seguidor de muchas de sus causas histórico-políticas y continuador de sus orientaciones en pro de la unidad nacional como máximo galardón de un patriota. Temible en la discusión porque su arsenal intelectual era de los mejores, supo con su característica sonrisa diferenciar el enfrentamiento de la discordia violenta y estéril. Su anecdotario es inagotable, la picardía en el estilo de narrar los episodios y la fina ironía con que los condimenta siguen intactos en estas horas en que su salud no es del todo buena.

Desde El País, con recuerdos fraternos de El Plata, desde tiendas políticas diversas, desde la academia y desde el turf surge espontáneo el ¡muy felices ochenta, Gonzalo!

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