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Un oasis musical en medio de un basurero paraguayo

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Hay un cello construido con latas de aceite y una cuchara de ñoquis. Incluso se reciclan botones y candados para estos instrumentos.

Melodías y sonidos transformadores

La orquesta de instrumentos reciclados de Cateura gira por el mundo.

Matías Rojas estaba fascinado con el sonido de los violines y le pidió a su madre que lo dejara ir a la escuela de música de Cateura. A ella no le gustó la idea, pero el niño de 7 años la convenció repitiéndole cuánto deseaba aprender a tocar ese instrumento.

Llegó hace dos años al conservatorio ubicado en medio del basural más grande de Asunción. Esperó un mes para tener su violín hecho con lata de pintura, una fuente para sopa, y un tenedor.

Matías es el menor de los 60 músicos que componen la Orquesta de Reciclados de Cateura. Estos niños y adolescentes llevan recorridos 50 países en sus 12 años de existencia.

Giraron por Latinoamérica con Metallica, telonearon a Rapahel, y el martes pasado cerraron una jornada sobre nuevas economías y objetivos de desarrollo sostenible en el Festival Internacional de Innovación (Fiis) en Montevideo.

El atractivo principal de este grupo paraguayo es que todos los instrumentos se fabrican con residuos en el taller de luthería de Cateura, vertedero que recepciona dos toneladas de desechos por día.

La orquesta es la cara visible de un proyecto social ambicioso: la escuela de música rescata a niños nacidos en completa vulnerabilidad, y trabaja para mejorar la calidad de vida de todo Cateura. No reciben ayuda estatal. El 100% se solventa con el dinero de los shows.

Muchos niños se acercan a la escuela tentados por subirse a un avión, pero en esos viajes está su pasaje para salir adelante, forjar un mejor futuro, y dejar de estar a merced de la droga, y la delincuencia.

"No sabemos si los 400 alumnos que tenemos serán músicos, pero estamos seguros de que sacaremos personas de bien porque enseñamos valores y disciplina", dice Juan Rojas, presidente de la Asociación de la Orquesta de Reciclados.

Imitaciones.

Favio Chávez, técnico ambiental y fundador de la orquesta, el taller de luthería y la escuela de música de Cateura.
Favio Chávez fundador de la orquesta, el taller de luthería y la escuela de música de Cateura.

Favio Chávez es técnico ambiental y llegó a Cateura en 2006 para trabajar en un programa de reciclaje. Vio cómo los gancheros —encargados de seleccionar la basura y venderla— llevaban a sus hijos pequeños al basurero, e incluso los hacían abandonar la escuela para trabajar con ellos.

Quiso hacer algo para evitar que esos niños siguieran el mismo camino que los padres, y empezó a darles clases con su guitarra. No había recursos para comprar instrumentos, y empezaron a fabricarlos. Favio pidió al ganchero Don Colá que usara sus dotes para la carpintería y creó la primera guitarra con residuos. Esa imitación se fabricó con palos y maderas.

"Un violín en Paraguay puede valer 5 mil dólares y es mucho más de lo que cuesta la casa de uno de estos niños. Para hacer un violín como el nuestro solo hay que comprar pegamento y tornillos. Si uno lo mira es basura, pero los chicos lo transforman en algo fantástico con su talento".

Bemoles.

La reacción de la madre de Matías Rojas cuando quiso estudiar música no fue un caso aislado. El trabajo más arduo y tedioso lo tienen con los familiares de los niños. Muchos se negaban a que hicieran la carrera porque pretendían que fueran con ellos a vender golosinas y diarios. Inclusive los sacaban de las prácticas. Juan y Favio intentaban persuadirlos y les retrucaban: "tiene que trabajar, está en edad de ayudar".

"Hicimos un esfuerzo y hoy perciben un pago mensual. Eso ayudó a palear la situación con los padres porque significa un ingreso. Un chico que hace una gira con la orquesta llega a su casa y te aseguro que logró juntar más de lo que su padre puede cobrar en tres meses".

TRANSFORMACIÓN

Un luthier uruguayo como gran mentor

Camilo Abrines, el uruguayo que viajó 10 veces a Paraguay para formar  a la gente del vertedero en luthería.
Camilo Abrines viajó 10 veces a Paraguay para formar a la gente del vertedero en luthería.

Camilo Abrines viajó a Paraguay para participar de un encuentro con referentes de orquestas en 2008 y se cruzó a Favio Chávez. Éste lo llevó a conocer la escuela de música y el taller de Cateura y el uruguayo se ofreció a dar una mano en su materia, la luthería. Los primeros instrumentos eran súper rústicos, pero gracias a un "trabajo de hormiga" lograron mejorar la técnica.

"Me impactó escucharlos hacer piezas de Bach. Si bien los instrumentos no sonaban bien, lograban esa magia que produce la música de cámara", comenta el luthier. Él dice que también se maravilló al observar que hubiera tanta gente con ganas de salir adelante en un contexto de extrema pobreza.

Don Colá no es músico. Replicaba lo que le pedían sin saber si sonaba o no. Asesorarlo fue complejo. Sus "manos cuadradas" delataban su oficio de picapedrero, pero se superó a base de extrema sensibilidad.

El primer paso fue procurar que los instrumentos tuvieran "proporciones armónicas", y así evitar que les viniera tendinitis. La solución que encontró Camilo fue usar las medidas estándares de la escuela de luthería de Cremona.

Cuando el violinista William Wilson se transformó en discípulo del uruguayo cosas cambiaron. "Descubrió que colocar parches de madera por dentro de los instrumentos mejora la calidez". Ese "secreto" resultó clave para que dejaran de "sonar a lata" y se consiguieran resultados magníficos.

Hoy son más exigentes y buscan que sus instrumentos tengan un sonido exacto. Fabricar un saxofón o una flauta puede llevar tres meses de proceso. "Los de viento son más complejos porque hay que lograr que el sonido no se escape por ningún lado y suene exacto", comenta Juan Rojas.

Revertir.

Para que los niños ingresen a la Orquesta de Reciclados de Cateura se obliga a los padres a que les saquen la cédula porque algunos no tienen identidad, y a que asistan a la escuela.

La mayoría llegan descalzos, desnutridos y enfermos. Se duermen en clase porque tienen hambre. Cuando se logra estabilizarlos, la situación cambia: llegan aseados, comen, están atentos y estudian. "Los ves tocar y te emociona cómo la música los pacifica", dice Camilo.

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