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Meli, la “niña milagro” que llegó de Cuba para tratar una leucemia porque en su hospital no había medicamentos

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Melisa junto a su mamá Yineisy en la Fundación Pérez Scremini. Foto: Francisco Flores

FUNDACIÓN PÉREZ SCREMINI

En la Fundación Pérez Scremini se atienden varios niños migrantes. Una de ellos es Melisa, de seis años. Su mamá denuncia que el fármaco necesario para tratarla estaba guardado en un almacén.

Las “vicisitudes” de su país, dice Yineisy, los empujaron a buscar alternativas para lograr un mejor pasar económico. Con ese fin llegó su esposo a Uruguay hace un par de años. Puso una barbería en Canelones y al poco tiempo empezó a ahorrar, mientras Yineisy y sus dos hijos se quedaron en Cuba. Fueron tiempos difíciles; los cuatro son muy unidos.

Pero lo verdaderamente difícil fue la “bomba” que les cayó justo cuando estaban tramitando la reunificación familiar. Venía todo bien, salvo porque la pandemia había dejado congelados sus vuelos a Uruguay. En eso estaban cuando Melisa, de seis años, debutó con leucemia. Fue el 5 de mayo de este año. A pesar de su corta edad, Meli ya era ducha en darle batalla a la vida: antes de nacer, una circular de cordón le generó una parálisis que derivó en una discapacidad motora.

La leucemia fue para ella un segundo round, aunque con agregados. Se internaron en “el mejor hospital” de La Habana. Yineisy enseguida preguntó si se precisaba algún medicamento porque sabía de las carencias y su hermana podía llevarlos desde Bélgica. “No, no, usted tranquila, está todo garantizado”, le respondieron. “No te dicen qué le van a hacer a tu hijo; todo es confidencial para que tú no sepas qué medicamentos deben ponerle a tu hijo por protocolo y que ellos no tienen”.

Un mes se atendió Meli en el hospital Juan Manuel Márquez de La Habana. Bastó para que Yineisy supiera que su hija necesitaba asparaginasa, que allí no había. Tampoco otros fármacos, como sueros, sedantes o antialérgicos. Otras madres fueron haciéndole ver la realidad.

Para el momento en que tomó consciencia, su hermana ya había llegado a Cuba y no había llevado los medicamentos. La desesperación se apoderó de Yineisy, una mujer joven, menuda y de ojos vivos que asegura que cuando se trata de sus hijos se vuelve “una leona”. “‘Ustedes no me dieron el derecho a mí como madre de haber hecho lo posible’, les dije. Allá lo que hacen es bajar la cabeza; son títeres, los manipulan, no pueden decir nada. Y si hablan, está su profesión, años de carrera en el medio”, sostiene sobre los médicos cubanos.

Yineisy, mamá de Melisa, durante una entrevista con El País. Foto: Francisco Flores
Yineisy, mamá de Melisa, durante una entrevista con El País. Foto: Francisco Flores

Mientras tanto, en Uruguay, una clienta de su esposo le habló de la Pérez Scremini y él no perdió el tiempo. Habló con Luis Alberto ‘Ney’ Castillo, hoy oncólogo asesor de la fundación, y en cuestión de días tenía en su poder una carta redactada por Castillo en la que se le daba a Meli “alta prioridad” para que en la aerolínea le asignaran cupo para viajar. A su vez, Yineisy consiguió con artimañas un certificado de que su niña estaba enferma.

Unos días antes de concretar el viaje a Uruguay, apareció la asparaginasa. Y aquí es donde a Yineisy le hierve la sangre. “Estaba en un almacén de un hospital militar en La Habana. ¿Qué hace la asparaginasa, que es un medicamento que solo se utiliza en hemato-oncología, en un hospital militar? Lotes y lotes, muchos vencidos, otros a punto de vencer”, cuenta. Un familiar suyo tiene un amigo que trabaja allí, y que limpiando los almacenes se encontró con la medicación. Sustrajo tres ejemplares para Meli, que alcanzó a administrarse una dosis antes de viajar. “Tantos niños necesitando el medicamento y allá hay. ¿Por qué no los buscan? Yo estaba salvando a mi hija pero con un cargo de consciencia muy grande, porque si yo decía, mi primo y su amigo iban presos. El médico te lo pone; vos no podés decir de dónde lo sacaste”.

El 9 de junio llegaron a Uruguay y al otro día ya los estaban llamando de la Pérez Scremini. “Yo no sé por qué estoy aquí. Gracias a Dios que estamos acá. No sé qué hubiese sido de Meli en mi país. Yo no paro de recibir malas noticias del hospital donde estaba mi niña. Que no tienen medicamentos, que los niños se están muriendo”, cuenta a El País entre llantos. “Ahora mismo hay una niña que está en recaída, no tienen ni láminas periféricas para estirar el mediograma; no tienen nada. ¡No tienen con qué trabajar! No hay un antialérgico para esa niña para las reacciones que hace a las transfusiones. Estando yo ahí fallecieron dos. No es por los médicos; es porque no tienen con qué trabajar. Yo quisiera que todos tuvieran la misma oportunidad, y me siento muy bendecida, pero mi mente está allá todo el tiempo”.

Dice Yineisy que a veces le parece que está en un sueño. O en “un hotel”. Que le da hasta “pena” tocar el timbre para llamar a la enfermera. Que la atención es “maravillosa” y que en los momentos difíciles sintió que la gente de la fundación la apoyaba “como una familia incondicional”. “Yo no tengo palabras. Esto es más de lo que pudiese esperar. No tengo cómo agradecer”, solloza.

Meli ha evolucionado muy bien y su leucemia está remisión. Aún falta un año y medio de tratamiento, pero este tipo de respuestas suelen ser de buen pronóstico, acota Castillo. Más para Meli, la niña de las batallas y las sorpresas. La “niña milagro”.

Ahora la familia vive en ciudad de Canelones y pudieron, con los ahorros de la barbería, comprarse “un autito” que les permite viajar desde allí al hospital Pereira Rossell cada vez que es necesario. Concluye Yineisy: “Con la mente y el corazón en Cuba, con nuestras familias, pero felices porque la única luz que tienen ellos es que nosotros estamos acá y que Meli está recibiendo lo mejor”.

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