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La madre de Inti, una historia de dolor, fortaleza y superación

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Bárbara Peragallo dice que, cada tanto, sufre momentos de tristeza. Sin embargo, aclara que tiene dos hijas para criar y que ello le otorga fuerzas para seguir luchando. Foto: Fernando Ponzetto

EMPEZAR DE NUEVO

Bárbara sufrió el crimen de su hijo; la familia vive en carpas y edifica una cabaña.

La historia de Bárbara Peragallo y de su familia es un relato cargado de dolor y de superación. Siete meses atrás, Bárbara enfrentó una tragedia: perdió a su hijo. Y lo perdió de la peor forma posible: asesinado por un psicópata adolescente.

A las 10:30 horas del 21 de setiembre de 2018, Inti Nahuel Lois, de ocho años, salió a un almacén de Neptunia Norte a hacer un mandado. En ese momento, su madre trabajaba en un residencial de la Costa de Oro. El niño desapareció. El cuerpo fue encontrado horas más tarde a cinco kilómetros de su casa, en una zona boscosa y cerca de una cañada. Las pericias determinaron que Inti fue muerto a golpes en la cabeza presuntamente con una piedra o una pala, tenía un brazo fracturado y casi desmembrado. La autopsia indicó que había "sospechas de abuso sexual", dijo a El País la entonces fiscal del caso, Darviña Viera.

A partir de ahí, la vida de la familia, integrada por Bárbara, su pareja Alejandro Suárez y dos hijas de 12 y 10 años, pareció caer en un tirabuzón.

Debieron abandonar Neptunia Norte por una doble presión: por un lado había vecinos que se solidarizaron con el drama de la familia y, por el otro, algunas personas apuntaban con un dedo acusador sobre todo a Bárbara. Decían: "Cómo dejó ir solo a un niño a un almacén y con ese adolescente".

Esa presión fue insoportable para Bárbara. La familia entregó la casa que alquilaban y se fue a vivir a la vivienda de su suegra, una señora mayor, ubicada en la costa. El proyecto era simple: solicitar apoyo de materiales al INAU para construir un baño y luego edificar en el fondo del terreno. Sin embargo, la ayuda nunca llegó y la convivencia con la suegra de Bárbara se hizo dificultosa.

Hace un mes y medio, surgió la posibilidad de un terreno en Salinas Norte. Bárbara y Alejandro no dudaron.

Terminaron de limpiar el terreno a fines del mes pasado. Bárbara y su pareja armaron dos carpas iglú, un baño compuesto con paredes de lata y una tela que oficia de puerta. El baño carece de un techo. La pareja buscó, con cierta practicidad, darles algo de intimidad a las dos niñas.

Mujeres participaron en las mejoras del terreno que recibió Bárbara Peragallo y su pareja. Foto: Fernando Ponzetto
Mujeres participaron en las mejoras del terreno que recibió Bárbara Peragallo y su pareja. Foto: Fernando Ponzetto

"Cuando vieron las carpas, las chicas pensaron que habíamos caído más hondo, más hondo. Esto (la construcción de la cabaña de madera) le hace bien a las chicas. Lo que estamos viviendo ahora es otra cosa", dice Bárbara.

Apoyo psicológico.

Al norte del balneario Salinas, la calle Colón pierde el bitumen y se transforma en una de balasto.

En ambos lados de las calle las casas de materiales, en forma paulatina, van dejando lugar a pequeñas cabañas de paredes de tablas de pino y techos de lata. Algunas tienen isopaneles en el techo y también en algunas paredes. El barrio se encuentra en formación.

Cada tanto se observan automóviles de los años setenta y ochenta estacionados en las entradas. La mayoría de los pobladores trabajan en la zona. Otros en Montevideo.

En el fondo de las casas hay bosques de pinos y campos de suelos de arena. En la zona todos conocen a Bárbara y a su familia. El domingo 14, unos treinta vecinos, que integran el grupo de Whatsapp "Manos Solidarias", se acercaron al predio de Bárbara. Les llevó todo el día armar la cabaña de madera de una sola pieza de cinco por tres metros, colocarle el techo y la instalación de la luz.

La situación de Bárbara y su familia viviendo en carpa trascendió cuando fue difundida en un grupo de Facebook denominado "Salinas para Todos", según consignó Montevideo Portal el viernes 12. A partir de ahí, "Manos Solidarias" se movilizó y le brindó ayuda material y de mano de obra para levantar la cabaña.

Ayer, después del horario laboral, el mismo grupo de vecinos colocó el piso a la cabaña. Los materiales fueron donados por empresas de Marindia y Salinas. Otros comercios le donaron alimentos y ropas.

Bárbara no es una roca. Tiene una mirada franca cuando habla de lo sucedido con Inti y del futuro. Cree, convencida, que saldrá adelante con su familia. Y destaca el apoyo psicológico que recibió de la Asociación de Familiares y Víctimas de la Delincuencia (Asfavide).

A continuación un resumen de la charla mantenida con ella:

El País: ¿Cómo fueron los primeros días en las carpas?

Bárbara: Mi pareja y yo nos arreglamos. Pero fue difícil para las chicas. Cuando hizo mucho frío o llovió se quedaban a dormir en la casa del frente. Todos los días ellas tienen que levantarse de la carpa e ir a la escuela de la calle Colón. La de 12 años va de mañana y la chica de tarde. La grande va al club Alfareros. El club envió una carta a "Mi Techo para mi país" sobre nuestra situación. Todavía no hemos tenido respuesta. Por suerte encontramos este terreno y la ayuda de los vecinos.

—Hace ocho meses, cuando ocurrió el crimen, usted vivía en Neptunia.

—Sí. Nos fuimos por la presión de la gente. Para mí fue una liberación irme de allí. Alguna gente decía que yo había estado omisa. Pero todo el barrio sabe que todos los niños van solos a los almacenes en Neptunia Norte. Yo no conocía al adolescente (el asesino). Mi hijo sí lo conocía. Otros niños no se juntaban con el adolescente. Sabían que era alguien difícil. Tenía amenazado a todo el barrio. Pero mi hijo no lo conocía tanto. Hacía dos meses que nosotros habíamos alquilado la casa en Neptunia. Al no saber, mi hijo no tuvo opción. También debo decir que hoy hay mucha gente de ahí dando una mano. A los críticos los dejo de lado. Ahora estoy saliendo adelante con esta ayuda.

La pequeña cabaña fue edificada en un día por integrantes de un grupo solidario y vecinos con materiales de construcción donados por empresas. Foto: Fernando Ponzetto
La pequeña cabaña fue edificada en un día por integrantes de un grupo solidario y vecinos con materiales de construcción donados por empresas. Foto: Fernando Ponzetto

—Usted reflexionó mucho sobre lo qué ocurrió con Inti. ¿Pensó en la posibilidad de que un conflicto desatara el crimen?

—Sí. Mi hijo tenía 8 años y el adolescente 16. Pensé en un conflicto. Pero luego lo descarté. Yo ni le conocía la cara. Pese al apoyo psicológico, yo también tengo mis momentos de tristeza. Pero trato que no me invadan. Si yo caigo, mis hijas también van a caer. En tanto mi pareja es optimista. Él mantiene a la familia vendiendo leña. Yo perdí mi trabajo (en un residencial) hace dos meses. Por suerte le confirmaron que, el próximo martes, será contratado por una empresa de construcción de la zona.

—Frente al juzgado se dio una situación muy tensa con los familiares del adolescente. ¿Qué piensa ahora al respecto?

—Yo comprendo el dolor de los padres del adolescente. Ellos dijeron que su hijo tenía problemas psicológicos, que era tratado. Es posible que toda la culpa de lo ocurrido no sea de los padres. Pero ellos fueron omisos en no darle la medicación. Si tengo que tratar a una de mis hijas, soy la responsable. Tengo que responder a los médicos. El adolescente tenía 16 años. Los padres debieron medicarlo. Terminaron creando un monstruo. Era obvio que una persona normal no hubiera llegado a eso.

El apoyo crucial de un grupo de Whatsapp

El grupo de Whatsapp "Manos Solidarias" fue una de las "columnas" de Bárbara Peragallo y su familia. Apenas se enteraron de su situación, integrantes del grupo radicados en Montevideo y en la Costa de Oro se movilizaron procurando donaciones de materiales de construcción y electrodomésticos. La actividad del grupo es como un torbellino: uno consiguió una cocina, otro una heladera, un tercero una garrafa, un cuarto transportó esos objetos. En menos de 48 horas, la familia de Bárbara recibió el ofrecimiento de una mesa y sillas. El jueves 18, Bárbara envió un mensaje a "Manos Solidarias": "La heladera y la cocina ya están adentro" de la cabaña. La emoción embargó a varios en el grupo.

Un momento tenso fuera del juzgado de Atlántida

El 23 de setiembre de 2018, la Justicia decidió acusar a un adolescente por el crimen de Inti Lois Peragallo. Poco después de finalizada la audiencia, las familias del adolescente y de Nahuel se encontraron frente al Juzgado Penal, lo que generó un incidente con mucha tensión y elevada carga emotiva. El padre del niño, Fabricio Lois, vio que familiares del acusado hablaban con la prensa y supuso que defendían al adolescente.

"¿Vos sos la madre de la rata que mató a mi hijo? Lo acabo de enterrar", gritó Lois e intentó acercarse a la pareja furioso. Varios allegados de la familia lo apartaron. "Fijate al animal que trajiste al mundo y criaste", gritó otro familiar de Nahuel a la madre del acusado.

La mujer replicó señalando que ella y su pareja desaprobaban el crimen cometido por su hijo. "Yo no lo tapé. No tengo palabras para decirle", expresó.

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