Publicidad

Las jineteadas detrás del ruedo

Compartir esta noticia
Detrás del ruedo: las familias conviven durante una semana como si estuvieran en un campamento. Foto: Marcelo Bonjour

EN TORNO A LAS COSTUMBRES

Definen hoy los ganadores en cuatro categorías y cierra la fiesta del campo en la ciudad.

Detrás del ruedo: las familias conviven durante una semana como si estuvieran en un campamento. Foto: Marcelo Bonjour
Detrás del ruedo: las familias conviven durante una semana como si estuvieran en un campamento. Foto: Marcelo Bonjour

Hasta la etapa de ayer, que fue la penúltima de las jineteadas del Prado, se dieron 41 Vueltas de Honor y hubo 629 montas; hoy se cumplirán las 720 previstas, en una fecha adelantada para la hora 13:00. Detrás de esas cifras frías, relacionadas con la actuación de los jinetes, fuera del ruedo hay una vida cotidiana oculta para los miles de visitantes de la fiesta campera. Decenas de familias de distintos parajes del país conviven durante varios días, comparten duchas, baños y se reúnen en el fogón común, en el espacio que queda entre el Palco de la Rural y la cancha de Wanderers.

La comida allí es servida para todos los jinetes y un acompañante pero también para quienes realizan distintas tareas, desde el tropillero hasta el rondanero. También se permite que lleguen amigos y familiares, los cuales suelen quedarse en "albergues" propios, en trailers, camiones acondicionados o casas rodantes.

Los que hacen la fiesta duermen por su parte en las caballerizas, que están equipadas y colmadas; "en las caballerizas somos todos iguales, el gaucho siempre es gaucho", decía el multipremiado jinete Emilio Errazquin, y eso es fácil de comprobar al pegarse una vuelta por detrás de las gradas y aproximarse a los picnics criollos, en un predio urbano con aromas de campo. En esas caballerizas se instalaron cocinas a usar entre más de una familia, porque varios preparan sus alimentos aunque la organización proporciona asado en las mañanas, al mediodía, con arroz al pesto o ensalada de lechuga y tomate, y un nutritivo ensopado en la noches, cuando se juega al truco o intercambian experiencias y anécdotas.

En el Prado, no pocos se van a dormir más tarde de lo habitual, cerca de medianoche, aunque hay un horario a respetar, ya que de mañana temprano, algunos a la 5:00 están en pie, y a las 6:00 sacan a los caballos a un paseo por el Miguelete y el parque. Aunque a los capitalinos les sorprenda, los bellacos mantienen entonces el comportamiento de mansas criaturas y se revuelcan en el pasto antes de retornar a los corrales o bretes a las 8:00.

En este año llegaron más de 20 tropillas, entre ellas "La Santiagueña" de Carlos Alba, que participa en el Prado desde 2010 y esta semana comenzó a lucirse el miércoles. "Para que los caballos se adapten a la alfalfa y agua de bebedero llegamos unos días antes, el lunes. Pero se acostumbran enseguida", cuenta María Inés Rodríguez, esposa del tropillero.

"La primera vez que vine y me dijeron que los iban a sacar a la calle me pareció peligroso pero salí con ellos y ningún problema, divino. Son briosos pero se portan bárbaro".

"Estamos en esto porque lo disfrutamos mucho. La vida acá es preciosa, se conoce a un montón de gente y cada año nos reencontramos", comenta Neiba Alba, hija de tropillero y hermana del rondanero Rudy Alba, de Cerro Pelado, uno de esos personajes laterales para la tele pero clave en su función de prender a los potros en el corral y arrearlos o acercarlos hasta los palenques.

Hábitos y costumbres.

En la tarde del viernes, al suspenderse las jineteadas, la vida social impregnó más aún cada rincón y mientras los niños correteaban, los mayores se daban al descanso, a las charlas sin celular de por medio. Algunos confiesan que llegan de lugares en donde no hay alcance de internet; tienen celular pero deben hallar la habitación en donde colocarlo para que les lleguen los mensajes, por ejemplo en el baño. Y para comunicarse tienen que ir a un cerro, comenta Gabriela González, que vive a 5 kilómetros de la Ruta 8 y es referente médica en las policlínicas rurales de Mariscala, Pirarajá, Aramendía y Colonia Lavalleja. Con su esposo, Sebastián Fernández, que es criador, visitan el Prado en condición de amigos de tropilleros. Junto a esos grupos de familias hay muchos trabajadores que vinieron empero sin compañía, y también otros que son escoltados por sus novias.

Uno de ellos es el artiguense Rodrigo Duret, que está luchando por el primer lugar en la categoría internacional en pelo y ayer sábado trepó a la cima a pesar de estar magullado por los pisotones del caballo que le tocó en suerte el lunes. Siguiendo la tradición de su abuelo y de su padre, empezó a los 14 años a jinetear y hoy tiene 22. Carolina Acevedo, su pareja, lo acompañó al Prado por primera vez ya que están juntos hace solo 8 meses; ella es de Tacuarembó y se conocieron en la Patria Gaucha de 2017.

Hay tiempos para el asado o el ensopado. Foto: Ariel  Colmegna.
Hay tiempos para el asado o el ensopado. Foto: Ariel Colmegna.

Cada uno viajó en ómnibus desde sus pagos y se encontraron en Montevideo. Duermen a campo abierto o en las caballerizas, si queda un hueco. Sin embargo, no se quejan, están pasando un gran momento y el deporte es su pasión. Como también lo es para Carmela Errazquin, de Mariscala, hija de un capataz de estancia y hermana de Emilio "Coronilla" Errazquin, el jinete "vasco" más laureado en los últimos años.

La muchacha acompaña a Fabricio Moreira, que a los 26 años llegó por primera vez al Prado para clasificar en el ruedo de voladeros; a los 5 ya cabalgaba solo en los campos de Río Negro, Lavalleja, en donde también se desempeña como apadrinador durante las jineteadas locales. "La primera vez que subí en pelo, el caballo casi me descadera; después, como todo, vas agarrando experiencia", recuerda Moreira, quien habla como Duret y casi todos los competidores, con frases breves, de 8 segundos, el tiempo de cada jineteadaCriolla del Prado, jineteadas.

LEGADO CRIOLLO

Palabras en defensa de un deporte tradicional

Mientras los animalistas continúan planteando su oposición a las jineteadas, la gente que vive todo el año la tradición explica por qué se justifica este deporte nacional. María Inés Rodríguez, de la tropilla La Santiagueña, dice: "En realidad capaz que corre más riesgo el ser humano que los caballos, no hay sacrificio, pasan bien y nosotros los preparamos todo el año. Nos cuesta mucho dinero, hay que pagar pastoreo y medicamentos para los parásitos o si se lastiman, y vacunas contra el tétanos y el moquillo. No gastaríamos para que vengan y les pase algo. Nos encariñamos. Uno elige caballos que vengan con eso, con sangre, y no es fácil".

El joven jinete Rodrigo Duret, también da su explicación favorable a la competencia. "El caballo que viene a la criolla es el animal mejor cuidado. Pasan el año sueltos. Maltrato es ese del caballo que pasa día y noche en un carro".

"Hay caballos que son conocidos para nosotros, algunos hasta se jubilan por acá, me contaron. Y nosotros, los jinetes, nos pasamos la data, es un campeonato pero hay compañerismo", agrega Duret, que en la tarde de hoy estará montando para ganar en la categoría internacional en pelo, en la cual debutó en el Prado este año.

Las criollas vividas de bien cerca y en pareja

Los jinetes experimentados cuentan que la buena faena en cada competencia depende de las piernas, el equilibrio y la velocidad visual. Otros que empiezan, como Fabricio Moreira, agregan a la fortuna. "Esos que se tiran al suelo son bravos. Es como todo, hay que tener suerte".

A estas alturas, cuando está por cerrarse la Criolla, los riesgos de una lesión no escapan a los cálculos de nadie. "La gurisada viene medio cansada, medio golpeada, y los caballos están más descansados, porque entraron tropillas nuevas; se pone bravo", dice Rodrigo Duret, que no bien se baja del bellaco que cada día le toca por sorteo debe colocarse una bolsa de hielo en una de sus piernas.

Las compañeras de ambos, Carolina y Carmela, reconocen la rudeza del deporte, pero ambas coinciden en que apoyarán a los hijos que vengan si quieren dedicarse a las jineteadas.

"Es la idea, no obligarlos, pero que siempre estén del lado del campo", afirma Carmela, sonriente.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad