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Inmigrantes a marcha camión

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La murga se fijó como objetivo tener un espectáculo armado con presentación, salpicón y retirada para presentarlo en la Fiesta de las Migraciones. Foto: Francisco Flores

Una murga con ritmo caribeño

Venezolanos, dominicanos, cubanos, alemanes y uruguayos integran la murga Migratoria y ensayan todos los domingos.

La murga se fijó como objetivo tener un espectáculo armado con presentación, salpicón y retirada para presentarlo en la Fiesta de las Migraciones. Foto: Francisco Flores
La murga se fijó como objetivo tener un espectáculo armado con presentación, salpicón y retirada para presentarlo en la Fiesta de las Migraciones.
Foto: Francisco Flores

La primera vez que Fabiana vio actuar una murga se maravilló con el canto: era distinto a cualquier estilo escuchado antes. Se le escaparon todos los chistes, pero conectó con el ritmo por ser parecido al sonido caribeño de su Venezuela natal.

A Fabiana y Jesús no los acobardó el temporal del domingo. Con lluvia y truenos se movieron hasta la ONG Idas y Vueltas para participar del ensayo de la murga Migratoria.

Ninguno de los dos sabía de qué se trataba, pero sintieron curiosidad y quisieron probar. Fabiana integró un coro en Venezuela, pero lleva años sin entrenar su voz. Su compatriota Jesús no es cantante pero le gusta el arte, y le entusiasma la idea de integrarse a la cultura del país donde vive hace dos años.

Este taller trasciende el hecho artístico. Muchos de los extranjeros que se arriman nunca oyeron hablar del género, no conocen el ritmo de la marcha camión, ni tocan los instrumentos de la batería murguera. Su motivación es encontrar un lugar donde socializar.

Casi todos tienen buen oído, linda voz, y saben entonar, pero no llegan por el simple afán de cantar y hacer murga, sino para coincidir y compartir con compatriotas, inmigrantes y uruguayos.

Asistieron casi 20 personas al primer ensayo y "el acople fue precioso", según Camilo Abellá, director de la murga Doña Bastarda y responsable del taller. El temporal del domingo provocó varias bajas, pero igual recibieron caras nuevas.

La idea es llegar con un espectáculo armado para presentarlo en la Fiesta de las Migraciones que será el 24 y 25 de noviembre. Luego, la Migratoria seguirá rodando por festivales de murga.

A fuego lento.

Doña Bastarda le dedicó algunas cuartetas a la migración el febrero pasado.

"Los migrantes mueven el mundo (...) Sin ellos no habría tango en Japón. Y en Uruguay no habría murgas.

Hay gente que no recuerda que esta tierra se hizo de inmigrantes. Todos venimos de algún barco. Hoy el dominicano, tu abuelo antes", cantaban durante el espectáculo Monstruos, un cuento de terror.

Desde el Instituto Goethe se interesaron por estos fragmentos y hablaron con los murguistas de Doña Bastarda para hacer un proyecto vinculado esta temática. Barajaron varias posibilidades y decidieron armar una murga con extranjeros y uruguayos.

Hay cuatro componentes de Doña Bastarda (Michael, Gastón, Marcelo y Camilo), un murguista de La Gran Muñeca (Esteban), y otro de La Venganza de los Utileros (Nahuel). Patricia, por ejemplo, salió once años en Carnaval de las Promesas, este año se le cayó un proyecto para concursar en Murga Joven, y apostó a la Migratoria para sacarse el gusto y probarse en el género.

Marcelo se encargará de tocar el bombo. Resta conseguir platillo y redoblante para completar la batería murguera.

Son las 19:30 del domingo, y la ronda se va agrandando. Camilo explica en el arranque que la murga puede componer música inédita pero lo más frecuente es usar melodías ya existentes. "Para quienes no conocen el género parece una especie de plagio, pero el Carnaval lo permite", se ríe.

Esta nochecita tirarán ideas para armar una presentación. El plan es trabajar las letras en colectivo. La modalidad consiste en hacer grupos de dos o tres personas y crear a partir de las consignas que tire Camilo.

El director se llevará la información a su casa, y lo acomodará con formato y métrica murguera. La temática es incierta: surgirá de la convivencia de los domingos.

"Estamos a fuego lento pero en el primer ensayo salieron lindas cosas", opina Camilo.

Integración.

El debut de Linda Rodríguez en un tablado fue de la mano de su cuñado. El hermano de su novio es tan fanático del Carnaval que la contagió.

Le gustó el estilo y la crítica social llevada hacia el lado del humor. "Recuerdo una murga disfrazada de vampiro que decían que necesitaban 80 vidas para pagar un préstamo", se ríe.

Ella cantaba música lírica en un coro pero se acercó al taller para hacer amigos y "sentirse parte de algo muy querido por los uruguayos. Soy la única extranjera en el trabajo y cuando contó que estaba en una murga no lo podían creer. Ninguno de ellos sale en Carnaval".

Diego Cabrita es un abogado venezolano de 31 años que se radicó en Uruguay tres años atrás para hacer una maestría en Relaciones Internacionales.

Conocía el género desde mucho antes de vivir aquí porque seguía a la murga de Caracas. Se trata de una agrupación integrada por hijos de uruguayos radicados en Venezuela.

Va al Teatro de Verano cada febrero y le fascina que se hagan denuncias sociales desde el arte.

Dice que comprender el diálogo completo de una murga es uno de sus retos principales como inmigrante. "Cuando se logra entender el chiste o sacarle la ficha, como dicen acá, ahí podés afirmar, me integré".

Diego quiere conocer más sobre el fenómeno carnavalero. No sabe cantar pero se lleva bien con la percusión, y se da maña como letrista.

"La murga no es un género lírico, el modo de cantar es más bien grotesco, así que cuando haya que probar no tengan miedo, mándense para adelante", los anima Camilo durante el ensayo.

Y les da un contexto antes de comenzar a entonar la añeja retirada de La Línea Maginot de 1940. Les cuenta que en la década del 40 las retirada eran mucho "más concisas, cortitas y al pie"; hoy son más elaboradas, extensas y repletas de arreglos.

Aquella era "más básica" pero hasta hoy suena en los asados cuando se arman cantarolas.

Los inmigrantes no se saben la letra de memoria pero Google les salva la vida y les permite leerla desde el celular.

Varios piden escuchar a los murguistas experientes antes de empezar a cantar, y así poder seguirlos después.

Una vez que se animan, repiten la conocida cuarteta "se van se van los patos" un sinfín de veces hasta lograr la entonación ideal. Esta dinámica sucede en cualquier ensayo de murga.

Alguno pide mate, y Esteban hace un gesto negador con la cabeza. Es que "se murió el agua".

Se acomodan en círculo frente a una laptop para ver la presentación del espectáculo 2008 de Agarrate Catalina, El viaje. Luego lo usarán como referencia.

Arranca el saludo y se oyen gritos de fondo mientras sucede el espectáculo. Camilo explica que en los escenarios de Carnaval es común que el público ovacione y aplauda a los conjuntos.

"No es la ópera", acota Fabiana. Uno de los muchachos de la Bastarda comenta que la murga está a mitad de camino entre el teatro y una tribuna de fútbol, aunque es más parecido a lo que sucede en una cancha porque los conjuntos tienen hinchada.

La murga migratoria se gestó por un cuplé

Doña Bastarda habló sobre la inmigración en el cuplé "La Cárcel" el Carnaval pasado, y ello motivó que el Instituto Goethe los convocara para armar un proyecto con esta temática como eje. Así surgió la murga Migratoria bajo la dirección de Camilo Abellá. Ensayan todos los domingos, a las 19:00, en la ONG Idas y Vueltas. Se dan pautas básicas sobre el género, se les enseña cómo armar un cuadro artístico y se les cuenta el peso que tiene la murga como espacio de catarsis.

Historias de vida que trascienden el ensayo
Ronda: cantando retiradas de murga.

Linda Rodríguez ruega que le den un disfraz y le pinten la cara para subirse al escenario así siente menos vergüenza. Esta venezolana llegó hace tres años a Montevideo y en un mes se casará con un uruguayo. Pero no todo fue color de rosas. Se vino sola y dejó a su madre y sus hermanas en Venezuela.

"Por más cómodo que estés, siempre sientes que te falta algo: los afectos", comenta durante un corte en el ensayo de la murga Migratoria.

Empezó a tramitar la documentación para ingresar a Uruguay con un año de anticipación porque sabía que demorarían en darle la cédula. Vivió con tres hermanas dominicanas al llegar en una pequeña pieza con un baño compartido en Punta de Rieles.

Linda es ingeniera pero el primer trabajo que tuvo fue en un puesto de la feria de Paso Molino. "El título y los estudios no sirven de nada porque no tienes manera de verificar tu referencia laboral anterior", comenta.

No tenía horarios tradicionales como feriante: llegó a hacer 22 horas de corrido los días previos a la Navidad.

"Trabajé un mes y saqué 15 mil pesos", dice. El dinero no le alcanzaba. Pagó un celular usado en cuotas y pedió plata prestada para el boleto. "A veces me compraba un pancho a $18 y después pasaba tres días sin comer", recuerda.

Hoy su situación dio un giro de 180 grados: trabaja como administrativa en una empresa que terceriza personal para entes públicos y tiene posibilidad de ascender

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