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El "hijo menor" de la escuela sustentable de Jaureguiberry

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La escuela sustentable servirá de referencia, pero será un proyecto espejo. Foto: Marcelo Bonjour

Canelones

Los vecinos de Neptunia recolectan firmas para replicar ese proyecto.

Los interesados en afincarse en el Remanso de Neptunia se multiplicaron en la última década. Esta zona agreste, verde, sin salida al mar y algo escondida empezó a recibir a jóvenes profesionales, escultores, músicos y artistas plásticos que buscaban un entorno amigable y natural.

Estos pobladores inquietos y con gran sensibilidad ecológica se reunieron seis meses atrás y crearon el Colectivo de Vecinos por una Escuela Sustentable en el Remanso de Neptunia.

Descubrieron que solo existen tres centros de educativos en la zona y están súper poblados. Este grupo conformado por 20 padres y abuelos con hijos y nietos en edad escolar decidió tomar cartas en el asunto.

El plan piloto de Jaureguiberry fue exitoso dos años atrás, y "venía como anillo al dedo para este barrio", según Carlos Amorín, miembro del colectivo.

"La idea es buscar un parentesco entre el estilo de vida y la educación formal, y que en la escuela encuentren simetría con su realidad cotidiana".

Carlos tiene dos nietos próximos a ingresar a primer grado, y se acercó a la escuela sustentable de Jaureguiberry porque le interesó el proyecto. Entrevistó, además, al arquitecto responsable, Michael Reynolds.

Lento pero seguro.

El primer paso fue reunirse con cuatro arquitectos uruguayos que aprendieron el Método Earthship, de Reynolds, y participaron en la construcción de la primera escuela sustentable de América Latina, ubicada en Jaureguiberry.

"Nuestra duda era si se podía hacer algo semejante sin Reynolds, y usando la tecnología disponible en Uruguay". La repuesta fue positiva: la metodología constructiva ya existe y se puede dominar. "Los arquitectos se pusieron a la orden para cuando el proyecto empiece a andar".

El lunes pasado armaron una petición para recolectar firmas en la plataforma change.org. Cada vez que alguien aporta su rúbrica digital, la ANEP recibe un mail: consiguieron 2 mil en 48 horas.

No necesitan llegar a un número X, la meta es conseguir apoyo y visibilizar la necesidad de construir una escuela sustentable pública "para asegurarnos de que sea inclusiva".

No se plantean replicar la de Jaureguiberry de forma automática, ni como espejo, solo usando referencias. Están en contacto con Tagma, organización que llevó adelante aquel proyecto, para que los guíe y evitar "andar a ciegas".

"Somos como el hijo menor, los grandes se llevaron los palos. Tenemos un camino más abierto pero estamos dispuestos a trabajar años para poder lograrlo", afirma Carlos.

Tienen dos terrenos estatales en vista donde podría instalarse la escuela, pero no quieren adelantar dónde sería.

El plan es iluminarse con paneles solares, tener calefacción y refrigeración natural, reutilizar el agua, hacer un invernáculo y huertas orgánica.

"Pensamos hacer actividades extracurriculares para que los niños se interesen en su relación con el medio ambiente".

El próximo paso es gestionar una reunión con el municipio y el Centro de Investigación y Experimentación Pedagógica (CIEP), establecer una mesa de trabajo y un objetivo común.

Luego saldrán a conseguir financiación: "no queremos que el proyecto le pese a la sociedad uruguaya. En Jaureguiberry el dinero lo puso Unilever. Confiramos en que haya empresas interesadas en dar una mano para esta experiencia".

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