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Comer sano puede ser rico y caro

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Los productos orgánicos tienen un sabor y un aroma más intenso que los cultivos tradicionales.

La nutrición nos incumbe a todos

Cada vez hay más personas dispuestas a pagar un poco más por productos orgánicos.

La molestia diaria que Enrique Faci sentía en las articulaciones se intensificó y decidió consultar. El médico le explicó que la causa de su dolor eran los productos químicos usados en la tierra donde sus padres plantaban flores.

Nadie hablaba de los efectos negativos de los agro tóxicos, ni se promovía el cultivo orgánico en los años setenta, pero una coincidencia salvó a Enrique: su familia dejó de tener la quinta y no pudieron plantar más.

Al tiempo, la Comunidad del Sur lo contrató como capataz de su chacra ecológica en las afueras de Montevideo y conoció la agricultura orgánica.

En 1985 trasladó esa modalidad al campo de Villa García que comparte hasta hoy con su esposa, Carolina Rebagliati. Lo certificaron en la Red de Agroecología y empezaron a abastecer de productos orgánicos a los supermercados.

Vendían a través de intermediarios que les pagaban a 30 ó 60 días, y muchas veces no levantaban la cosecha de lo que les hacían sembrar. La inestabilidad financiera hizo que abandonaran el negocio.

Dejaron de plantar en 1993 pero Enrique siguió cuidando la tierra sin usar químicos con miras a retomar. Un amigo hincha de lo orgánico lo motivó para que arrancara de nuevo. En 2011 dejó su trabajo en un vivero para dedicarse al emprendimiento familiar VicNic.

Carolina y Enrique entregan 70 canastas orgánicas por semana a domicilio por barrios montevideanos, y los viernes reparten en Solymar y El Pinar.

En los campos  de plantación orgánica no se utilizan químicos ni remedios.
En los campos de plantación orgánica no se utilizan químicos ni remedios.

La básica vale $700, rinde una semana, y contiene acelga, rúcula, espinaca, kale, mizuna, apio, papa, zapallo, boniato, cebolla, rabanito, verdeo. De yapa siempre va una fruta de estación. Ahora, son naranjas.

Desde 2012 están los domingos en la feria orgánica del Parque Rodó y no les pesa levantarse a las cuatro de la mañana.

Se siente.

Verónica Román es cliente de VicNic desde hace seis años y le fascina el aroma de las mandarinas porque son "de esas que se pelan y sentís el olor a media cuadra".

Analía Gómez le enseñaba computación a Dilma Piccardo y en una de esas clases, la profesora le comentó que junto a su marido, Richard Viera, vendían verduras orgánicas plantadas en el campo de José, en Sauce.

Dilma es oriunda de esos pagos (Canelón Chico), y le tentó volver a aquel viejo sabor de la niñez, cuando no se usaban fertilizantes.

En su casa había naranjos, limoneros, durazneros, manzaneros y su madre hacía mermeladas para todo el invierno. Dilma dice que todo cambió cuando empezaron a usarse pesticidas potentes y guarda la triste imagen de las gallinas muriendo por comer pasto.

Ya no pela los tomates, y usa la cáscara de las naranjas para decorar las tortas "porque no traen pintura".

Los consumidores de productos orgánicos tienen un paladar exigente y dicen que los tomates convencionales saben a remedio o a plástico ¿La razón? Se los apura en el crecimiento y maduración con químicos y eso hace que pierdan intensidad en aroma y gusto. "Es tomate porque lo ves con los ojos pero no porque tenga el sabor", asegura Analía.

Contagio.

La primera vez que Eliza Gomes escuchó hablar de cultivos orgánicos fue de boca de un amigo que es productor. Hace cuatro años le ofreció encargarse del delivery de canastas, y a raíz del negocio cambió sus hábitos alimenticios. Hoy no logra ingerir otra lechuga que no sea la orgánica.

El emprendimiento se llama Delicia Natural, arrancó vendiéndole a sus vecinos de Ciudad de la Costa, y amplió la cartera de clientes a Montevideo después de participar de Camino Verde, una feria volcada a lo natural y casero. Hoy entrega 60 canastas a domicilio y tiene tres mil seguidores en Facebook.

Los viernes envía una lista con la oferta disponible, y los clientes arman su canasta a medida. Si no llegan al mínimo de $400 cobra un envío de $50.

No hay especulación con los precios: el cliente sabe qué productos recibirá en la canasta en función de lo que paga.
No hay especulación con los precios: el cliente sabe qué productos recibirá en la canasta en función de lo que paga.

Eliza recorre 100 kilómetros solo para conseguir la mercadería. Va hasta Melilla especialmente para abastecerse de manzanas orgánicas. Le compra a seis o siete productores para poder cubrir la totalidad de la demanda: algunos tienen papas y boniatos, otros variedad de verdes, o frutas.

Solo trabaja con personas cuyos campos están certificados. "Soy consciente de eso y se lo transmito a mis clientes".

El esposo de Eliza tiene otro trabajo y ella dice que "infelizmente" la distribución de canastas no le daría para vivir. Lo hace para ser fiel a su filosofía: "Quiero que cada vez más gente se vuelque al consumo responsable y orgánico".

Premisas.

La siembra es natural, no involucra remedios, ni químicos. Solo se usan abonos verdes: avena o trébol. José Martínez se jacta de que en su chacra del Sauce no es necesario lavar la verdura. Y se alegra de que la promoción del consumo responsable esté dando efecto entre los usuarios de las canastas, que se multiplican día a día gracias al boca a boca.

Solo se cosecha lo que precisa el cliente y se evitan desperdicios. Los productos son frescos: los reciben a solo dos horas de ser levantados de la tierra.

Todo es natural, el cliente sabe que lo que come es puro y lo ingiere con confianza.
Todo es natural, el cliente sabe que lo que come es puro y lo ingiere con confianza.

Richard no entrega bolsas de nylon, así que sus clientes retiran los pedidos con chismosas. Él, además, vende queso y huevos de gallina de campo, no de criadero. Muchos le insisten para que les mande pollo pero "por filosofía no incorporamos carne, aunque pueda ser rentable desde lo comercial".

CONSCIENCIA

Alimentarse saludable no tiene precio

Las canastas orgánicas son ideales para dietas vegetarianas y veganas por ser variadas y nutritivas, pero también suponen un deleite para el paladar y salud de cualquier mortal. El kilo de mostaza, grelo, nabiza, mizuna y kale vale $40 y son alternativas distintas a las que se encuentran en cualquier verdulería. José Martínez, productor de Sauce, dice que el kale es uno de los más solicitados por sus propiedades: fuente de hierro, vitaminas y calcio, previene la anemia y reduce riesgos cardiovasculares. Richard Viera ofrece tres mix a $50 que son un éxito: de verdes, de kale y de sopa (nabiza, grelo, apio, perejil, nabo y rabanito). El kilo de banana orgánica cuesta $85 y en la feria de la calle Neyra está a $30. El zapallo orgánico sale el doble que en la feria, al igual que la cebolla, la papa y el boniato. La lechuga orgánica, en cambio, vale la mitad, y además su textura y sabor es incomparable con el convencional. Los clientes no se quejan de los precios, ni consideran que sea caro porque una canasta que vale entre $ 500 y $ 800 rinde una semana, se la llevan a domicilio, y comen con confianza porque saben que son alimentos saludables. El auge de las canastas es tal que hasta se venden por Mercado Libre.

Co-working en pos de una mejor nutrición

La Plataforma Caí estaba en pañales cuando sus fundadores decidieron incorporar una boutique saludable a este proyecto cultural que fomenta la integración e intercambio para el desarrollo de capacidades artísticas, técnicas y académicas. Se promueve la toma de consciencia sobre los productos que se ingieren, y las canastas orgánicas van en esa línea de alimentación saludable. Todos los miércoles se envía una lista con los productos disponibles a los 50 interesados, los jueves se hace el pedido a Richard Viera, y él las entrega los sábados entre las 12:00 y 14:00 en Caí (Tacuarembó y Guayabos). Richard dice que ganan ambas partes: "Yo acerco gente interesada en comer orgánico y ellos me arriman socios que van a hacer actividades (yoga, teatro, constelaciones familiares y encuentros femeninos) y se suman a nuestra iniciativa". Este sábado será el lanzamiento oficial de Caí en un evento exclusivo para los 300 socios fundadores. Habrá talleres, clases, arte y una peña al cierre.

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