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La realidad

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La Columna de Pepepreguntón

Aunque el gobierno insiste en que el cielo está celeste y el sol brilla, los nubarrones son cada vez más negros y la tormenta eléctrica ya se desató. En pocos días de febrero las multinacionales Colgate-Palmolive y Fleischmann decidieron cerrar sus plantas de producción en Uruguay y dejar de operar en el país. La primera despidió a 59 trabajadores y la segunda a 29.

El secretario general del Pit-Cnt, el comunista Marcelo Abdala (el mismo que hace no mucho tiempo llevó al venezolano Nicolás Maduro el apoyo de “todo el pueblo uruguayo”), salió a denunciar que “hay empresas que están llevando adelante una embestida desestabilizadora”. No aclaró a quién buscaría desestabilizar esa embestida ni qué perseguirían esas empresas. Pero, en todo caso, ¿tiene algún elemento una jerarquía tan alta del Pit-Cnt para decir algo así o lo primero que le vino a la mente fue que hay una conspiración global para lograr vaya a saber qué en Uruguay?

Abdala y el Pit-Cnt harían bien en observar la realidad en lugar de cerrar los ojos ante lo evidente y de buscar fantasmas donde no los hay. Porque la realidad les está hablando. Los números no mienten. La industria enfrenta en Uruguay problemas graves. Lleva siete años consecutivos de caída. Siete años.

¿Eso no le dice nada al Pit-Cnt? Sigamos. En 2018 la industria registró el menor número de personal ocupado y de horas trabajadas desde el lejano 2003, año en que el país soportaba los embates de la más terrible crisis económico-financiera de su historia.

Además, la deuda industrial creció 11% en 2018 y ascendió a la friolera de 2.403 millones de dólares.

Aunque el Pit-Cnt no quiera verlo, porque admitirlo significaría tener que pedir explicaciones y soluciones a un gobierno al que se resiste a cuestionar, producir en Uruguay es caro. Cada día más caro. Las tarifas públicas vuelven a cualquier emprendimiento poco competitivo. Los costos laborales son altos. La productividad es baja. El ausentismo laboral, creciente. Los industriales deben soportar embestidas constantes de un poder sindical que pide más y más, que solo suma conquistas y que no advierte que por este camino los trabajadores, que deberían ser su prioridad, van a tener de todo, menos trabajo.

El desempleo crece. El empleo retrocedió a los niveles de 2007. Los datos oficiales revelan que hay miles de jóvenes que, cansados de no encontrar, dejaron de buscar trabajo. Y no solo se han perdido puestos de trabajo en la industria. La construcción, el comercio y el campo también han perdido pie. El turismo está soportando una mala temporada. Es una situación que nadie quiere. Que golpea, directa o indirectamente a todos.

¿Cuándo llegará el día en que el Pit-Cnt, en lugar de culpar de todo lo que sucede a los empresarios, el capitalismo, el imperio, las grandes transnacionales y la derecha internacional, se siente a reflexionar acerca de qué debería cambiar el movimiento sindical para contribuir a que, gobierne quien gobierne, este país tenga futuro y los trabajadores tengan empleo?

¿Cuándo dejará el Pit-Cnt de ver todo en blanco y negro, y en pensar los problemas en términos de lucha de clases y de buenos y malos, y se animará a ver la realidad tal como es?


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