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El país tiene, desde el pasado domingo, un nuevo presidente. El doctor Tabaré Vázquez ha asumido por segunda vez la primera magistratura, tras imponerse con holgura en el balotaje de noviembre último.

El tiempo pone las cosas en su lugar. Y es así que muchos uruguayos que el último domingo de octubre se fueron a dormir mascando la bronca de una derrota electoral tan aplastante como inesperada, hoy sienten que al timón de la nave hay un hombre experimentado, que en su primer mandato demostró que sabía ejercer el poder y que desde que designó a su actual gabinete, en diciembre pasado, no ha parado de emitir señales tranquilizadoras a los sectores frenteamplistas más moderados, a los blancos, colorados e independientes que no le votaron, y a los actores económicos.

Vázquez ha caminado la transición entre el balotaje de noviembre y su asunción mostrando que no es José Mujica. Que su gobierno se parecerá poco al del hombre que el domingo le entregó la banda presidencial. Eso ha quedado claro para todos. En especial, para el mismísimo Mujica.

El mandatario saliente no se quedó atrás y dejó claro a todo aquel que quisiera oírlo o leerlo que no le hará fácil la vida a Vázquez. Dijo que a él no se lo van a "llevar puesto". Mostró su malestar con el futuro que el nuevo presidente quiere dar al Plan Juntos y a la decisión de otorgar dinero del Fondes sólo a empresas que sean viables. Anunció que la bancada que maneja es la más grande del Parlamento (algo así como "vas a tener que venir a la chacra a pedirme los votos").

Vázquez parece convencido de que tiene algunos meses de luna de miel para avanzar a toda máquina, sabedor de que Mujica tendrá hasta mayo la cabeza en otra batalla: recorrer el país para cumplir con su objetivo de ganar para su sector el gobierno municipal de Montevideo, Canelones y Cerro Largo, mantener el de Artigas, pelear el de Rocha y, quién sabe, conquistar alguna otra comuna.

Mujica sabe que con ese poder departamental, sumado a la fuerza legislativa que emanó de las urnas y a su propia popularidad, su sector representará una fuerza que Vázquez no podrá ignorar a la hora de gobernar. Tendrán que cambiar ideas con él. Es decir, Vázquez llevará las suyas, y se volverá con las de Mujica.

¿Y Vázquez? ¿Acaso parece ser un hombre que acepta ocupar el sillón pero sin tener el poder? ¿Alguien piensa que el presidente no sabía de este escenario cuando designó a los miembros de su gabinete y dio una señal de que en su gobierno está quien él decide que esté?

¿Asistirá el país a una pulseada entre dos pesos pesados? ¿Cómo vivirá el Frente Amplio esa pulseada, si finalmente se da? ¿Podrá el presidente Vázquez llevar a cabo las transformaciones que el país necesita y que una parte de la izquierda resiste?

¿Qué papel jugarán los sindicatos? ¿Decidirá Vázquez poner un freno al desborde de los últimos años? ¿Podrá hacerlo?

¿Y los partidos de oposición? ¿Podrán, en algunos temas, dar al presidente los votos que no encuentre dentro de la coalición que lo llevó al gobierno?

Se avecinan tiempos interesantes. ¿No cree?

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LA COLUMNA DE PEPE PREGUNTÓN

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