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La salud mental en convivencia con un brote COVID en el Hospital Vilardebó

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Vista nocturna de la entrada del Hospital Vilardebó. Foto: Fernando Ponzetto (Archivo)

IMPACTO DEL VIRUS

Hubo 37 pacientes positivos que tuvieron que modificar sus rutinas, pasar a convivir entre sí por estar infectados, y no dejaron de recibir la atención de psiquiatras a pesar de todo.

Desde hace tres semanas en el Hospital Vilardebó surgen casos positivos de COVID-19 prácticamente todos los días. El brote, que junto al del Hospital de Clínicas fue uno de los que adquirió mayor dimensión debido a la presencia de la variante Delta, ya lleva un total de 95 personas contagiadas. Aunque las autoridades del MSP se han referido varias veces en el último tiempo a la presencia del virus en instituciones hospitalarias, casi no se ha hecho referencia a que el brote más grande tuvo la singularidad de que se dio en un centro psiquiátrico. Hubo 37 pacientes positivos que tuvieron que modificar sus rutinas, pasar a convivir entre sí por estar infectados, y no dejaron de recibir la atención de psiquiatras a pesar de todo.

Según dijo a El País el psiquiatra y exintegrante del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), Ricardo Bernardi, la “convivencia entre una enfermedad mental y una orgánica” como el COVID-19 “se da todo el tiempo”, pero en el caso del virus, donde hay que tomar las debidas precauciones, “no se hace fácil para estos pacientes”. Sin embargo, Silvariño advirtió que como todas las patologías de salud mental no son iguales, la reacción al encierro y al uso de medidas no farmacológicas puede variar entre los pacientes.

Por su parte, el director del Hospital Vilardebó, Federico Sacchi, dijo a El País que los usuarios vivieron el brote “con mucha tranquilidad en general”, aunque hubo “algunas dificultades puntuales con pacientes en estado agudo”.

Cuando surgieron los primeros contagios entre pacientes, los especialistas decidieron llevar a cabo una estrategia de “participación” con el fin de involucrarlos en lo que estaba ocurriendo y evitar que la situación se volviera más compleja. “Se apeló a que participaran para que estuvieran informados y entendieran lo que pasaba, porque con el virus son necesarias una serie de medidas de las que precisábamos que ellos se encargaran”, explicó Sacchi.

Dar participación a la persona en su proceso de recuperación del COVID es, según el director del Vilardebó, “parte también de su recuperación en términos de salud mental”, y por eso se apostó a ello.

Las visitas al centro no se cortaron con el surgimiento del brote, sino que habían sido suspendidas al comienzo de la emergencia sanitaria. Lo que sí se hizo en las últimas semanas fue la habilitación de una línea telefónica específica para que los familiares recibieran “información oportuna y clara” sobre el estado de los pacientes que estaban aislados dentro del propio centro. Ese aislamiento no trajo problemas entre los usuarios, según comentó Sacchi, porque los casos positivos surgieron principalmente de dos salas y las personas que fueron a la zona COVID ya se conocían.

“Los sectores COVID ya estaban planificados antes de que se desencadenara el brote y se trata de una parte del centro para internación en aislamiento que tiene dos salas, una para hombres y otra para mujeres. Cuando surgieron los casos, la mayoría de los positivos se habían contagiado entre sí y eso ayudó mucho a la convivencia entre ellos”, explicó Sacchi.

Debido a que los pacientes del Vilardebó siguen un “tratamiento continuo”, las autoridades del hospital resolvieron que los contagiados del virus, que estaban aislados en un sector, siguieran con su tratamiento y permanecieran en contacto con los especialistas.

“Se mantuvo el trabajo dentro de la propia sala COVID con todos los cuidados necesarios para el equipo médico, sobre todo porque sabíamos que 14 días sin el apoyo psiquiátrico y de enfermería iba a ser muy difícil para los pacientes”, explicó Sacchi. Por su parte, el vocero de la comisión interna del gremio de funcionarios del Vilardebó, Pablo Silva, dijo a El País que los trabajadores “no fueron expuestos al virus porque se trabajó con todo el equipamiento necesario” y destacó que “fue lo correcto” seguir atendiendo a los pacientes. “Por suerte, al trabajar con los casos positivos no hubo ningún funcionario contagiado”, dijo Silva.

Empezó en la unidad de alimentación y se expandió

El brote en el Hospital Vilardebó comenzó el 23 de setiembre, cuando una funcionaria de la unidad de alimentación resultó positiva de COVID-19. Luego, otros funcionarios del mismo sector comenzaron a dar positivo y, como la unidad es la encargada de distribuir las comidas por todo el hospital, los contagios crecieron rápidamente por todo el Vilardebó.

En total hubo 95 casos positivos. De estos, 58 fueron entre funcionarios y 37 entre pacientes. Los casos activos son menos ahora debido a que hay muchos que ya tienen el alta. Son 22 los pacientes que hoy están cursando la enfermedad. “Son altas sanitarias, pero todavía no alta por su situación psiquiátrica”, dijo el director del Vilardebó, Federico Sacchi.

Brecha de tratamiento es 80%
El Alzheimer es la forma más corriente de demencia en adultos mayores.

Muchas personas en la región no reciben la atención de salud mental que necesitan. Para algunos problemas de salud mental, la brecha de tratamiento (el porcentaje de personas que requieren atención pero no la reciben) alcanza casi el 80%, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

En contraste con el grado de necesidad, la inversión en salud mental es insuficiente. Los países de la región asignan un promedio del 2% de sus presupuestos totales de salud a la salud mental. La región también sufre escasez de recursos humanos, con un promedio de 10,3 trabajadores de salud mental por cada 100.000 habitantes. Además, América tiene el porcentaje más alto (20%) de las regiones en estadías superiores a cinco años en hospitales psiquiátricos.

La pandemia de COVID-19 ha interrumpido las rutinas diarias, devastado economías y provocado sufrimiento en todo el mundo. Además de los temores de contraer el virus y desinformación, las desafiantes realidades del distanciamiento físico y el desempleo han tenido un impacto en la salud mental de la población. (El Comercio de Perú/Grupo de Diarios América)

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