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Ingenieros evalúan filtros que atrapan virus y bacterias

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Mujer trabajando en laboratorio. Foto: Pixabay

LA MARCHA DE LA PANDEMIA

Esos purificadores tienen en sus interiores un montón de fibras entrecruzadas que dejan pasar el aire, pero “atrapan” a la mayoría de virus y bacterias.

José Luis Jiménez, uno de los diez científicos más citados en referencia a aerosoles, dijo a El País que el nuevo coronavirus que causa la infección del COVID-19 “va por el aire” y que “esta es una enfermedad de interiores”.

Hace más de un año que este químico español viene insistiendo con este concepto que ha obligado a que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconociera (según él “tímidamente”) la nueva evidencia. Pero asumir este nuevo paradigma, que incluso vale para “todos los virus que causan enfermedades respiratorias”, supone un dilema: ¿qué medidas de protección deben implementarse?

En agosto del año pasado, un mes después de que Jiménez y otros 238 científicos enviaran su carta con la advertencia dirigida a la OMS, el infectólogo uruguayo Julio Medina había escrito un informe del GACH que concluía que “es probable que se tengan que considerar en el futuro inmediato (los) sistemas de ventilación con filtro HEPA (del inglés: arresto de partículas de alta eficiencia)”.

Esos purificadores tienen en sus interiores un montón de fibras entrecruzadas que dejan pasar el aire, pero “atrapan” a la mayoría de virus y bacterias. El catedrático iba más allá y sugería “la creación de un grupo multidisciplinario que aborde y paute el control del aire en distintos ambientes”.

Pero la idea no prosperó. La excepción fue una iniciativa del director del Instituto Pasteur, Carlos Batthyány, y el director del colegio Santa Elena, Pablo Cayota, que evaluaron algunos dispositivos y elevaron el planteo a la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) con la intención de que se colocasen filtros en los salones de clase.

Por razones que Batthyány y Cayota desconocen, la idea descansa en un cajón del Ministerio de Salud Pública. El Pasteur colocó dos purificadores y el Santa Elena otros tantos en sus salones, pero el proyecto no se masificó.

Esta semana, en diálogo con El País, el científico español Jiménez retomó el concepto: “La mejor tecnología es la natural: ventilar. Si es imposible, hay, en teoría, dos opciones de limpieza: hacer pasar el aire por un filtro y que el virus se quede pegado, o echar un producto que mate el virus. Recomendamos lo primero, pero no lo segundo porque afecta a la salud humana. Eso sí: cuando los filtros se venden a más de US$ 1.000 se están vendiendo a cuatro veces lo que valen, hay un gran fraude aprovechando la emergencia sanitaria”.

El ingeniero Martín Draper, de la Facultad de Ingeniería de la UdelaR, está coordinando un estudio que busca confirmar los supuestos de Jiménez y otros científicos en los salones locales. Eso podría “mover la aguja” respecto a la toma de nuevas medidas de protección en escuelas y oficinas.

En esta misma línea y ante el fin de las medidas restrictivas en Reino Unido (previsto para el 19 de julio), un grupo de epidemiólogos criticó en The Lancet la política británica y sugirió la inversión en monitores de CO2 y dispositivos de filtración de aire”.

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