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Infectóloga María Rodríguez Rado: "A los pacientes con COVID-19 no te los olvidás nunca más"

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María Rodríguez Rado. Foto: Eduardo Zappia / MSF
Eduardo Zappia/Eduardo Zappia/ MSF

UNA URUGUAYA EN LA FRONTERA MÁS TRANSITADA

La infectóloga uruguaya que coordina la emergencia en la frontera de Estados Unidos y México.

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Hace cinco meses, cuando todo empezó en China, María Rodríguez Rado estaba en una lancha, sobre los canales de la península de Bakassi, en Camerún, intentado que la campaña de vacunación pusiera fin a un brote de cólera. Hace dos meses, cuando la pandemia tocó la puerta de Uruguay, ella estaba de descanso en su casa de Punta del Diablo, escuchando cómo las olas del Atlántico golpeaban contra las costas rocosas. Hoy está con un traje que parece de astronauta, cubierta de pies a cabeza, viendo el rostro del COVID-19 en la frontera más transitada del mundo.

Los ojos abiertos, como saliendo de sus cuencas, los párpados hacia arriba, los labios replegados hacia los costados y los dientes separados para dejar entrar otra bocanada de aire. En los más de 16 años en Médicos Sin Fronteras, la infectóloga uruguaya Rodríguez Rado ha visto de todo. Pero a los pacientes de COVID-19, esos que expresan el miedo por la falta de oxígeno, dice, “no te los olvidás nunca más”.

Ocurre que la pandemia causada por el nuevo coronavirus puso a la humanidad contra el elemento más abundante y necesario: el aire. “Si a eso le sumás que estamos lidiando con algo desconocido, sin tratamiento, y que se da a escala global… Esto no se le parece nada a lo que he visto”, dice la médica desde México, rodeada de cajas con insumos sanitarios prontos para ser repartidos en el límite de América Latina con Estados Unidos. Y lo que Rodríguez Rado ha visto no ha sido poco.

Trotamundos

Decir que Rodríguez Rado es de Treinta y Tres, que nació y vivió allí hasta el liceo, que fue médica rural en ese departamento, es más un homenaje a su pago que la realidad. Por más mate y termo que lleve a todos lados, y por más que “a fines de junio más tardar” regresará a Uruguay, ella es una trotamundos.

Sus pasaportes llevan, entre tantos otros, los sellitos de Kenia (donde atendió la epidemia de VIH), de Sudán del Sur (donde gestionó por el tiempo que dura un embarazo un hospital humanitario en medio de la guerra), de los territorios palestinos, de Yemen, Afganistán y un largo etcétera.

El último de esos sellitos dice “Estados Unidos Mexicanos”. Llegó allí tras cuatro días de viaje, porque cuando desde Médicos Sin Fronteras le avisaron que tenía que coordinar la respuesta al COVID-19 en Tijuana, México, las fronteras de medio mundo estaban cerradas.

Una vez en la capital mexicana, y tras la cuarentena de 14 días que aconseja la Organización Mundial de la Salud, viajó al norte. Allí, donde miles de latinos se juegan la vida cada día para pasar al otro lado de la valla y cumplir el “sueño americano”, Rodríguez Rado ayudó a montar un hospital en menos de diez días. En realidad, dio indicaciones técnicas sobre los circuitos de circulación en un hospital de emergencia que montó la asociación civil Apoyemos a Tijuana en lo que antes del COVID-19 era el estadio de basquetbol de los Zonkeys.

MSF montó un hospital en el estadio de básquetbol de los Zonkeys, en Tijuana, a pocos kilómetros del límite entre México y Estados Unidos. Foto: Julio Vázquez / MSF
MSF montó un hospital en el estadio de básquetbol de los Zonkeys, en Tijuana, a pocos kilómetros del límite entre México y Estados Unidos. Foto: Julio Vázquez / MSF

Y es allí, entre las improvisadas habitaciones de las que salen ductos de aluminio al estilo de los brazos de Ultratón, donde ella pasa buena parte de las jornadas.

Médicos Sin Fronteras está presente en México desde 1985, cuando un terremoto sacudió el país y se cobró la vida de unas 40.000 personas. Pero ahora, con COVID-19, la misión se transformó en el control de infecciones y en la asistencia a la salud pública local. Fue para eso que llevaron a la uruguaya.

“Cuando estaba en Punta del Diablo, estudiando el avance de la pandemia, supe que para América Latina lo peor no había llegado. México, en especial el norte, tenía grandes chances de convertirse en un epicentro: hay mucha población vulnerable y mucho tránsito”. cuenta.

En el primer trimestre de 2020, más de 57.000 mexicanos fueron deportados desde Estados Unidos hacia México. La mayoría de ellos fueron expulsados por la frontera que divide a San Diego de Tijuana.

Eso, más los miles de centroamericanos que intentan pasar “para el norte” -como le dicen-, más los miles de infectados por COVID-19 de uno y otro lado de la línea divisoria, y un solo hospital de referencia para cubrir posibles casos severos entre más de 2.000.000 de habitantes era el escenario propicio para una debacle.

“En Tijuana la letalidad por COVID-19 ronda el 18%, y nuestra misión ahora se centra en bajar esa cifra aliviando al hospital principal”, dice Rodríguez Rado. Eso sin descuidar la atención a migrantes en la ruta desde el sur. No todo es COVID-19.

Desde La Bestia hasta ver la cara de EE.UU.

El COVID-19 implica una indumentaria y una hospitalización especial. Foto: Julio Vázquez / MSF
El COVID-19 implica una indumentaria y una hospitalización especial. Foto: Julio Vázquez / MSF

“Los buitres sobrevuelan la zona buscando cadáveres de ganado y de personas. Aquí los huesos no son una metáfora del pasado, sino de lo que está por venir. En esta roca violan. Detrás de aquel arbusto asesinan”.

Así narraba el periodista Óscar Martínez lo que había visto siguiendo las vías de La Bestia, como le llaman al tren de carga que cruza México de sur a norte y al que trepan (y en el que mueren) miles de migrantes centroamericanos.

Las estadísticas oficiales estiman en medio millón la cantidad de centroamericanos que cada año cruza parte de México en el también llamado Tren de la Muerte.

Muchos de ellos toman el trayecto hasta el Estado de México y luego siguen una vía alternativa hasta Tijuana. Es allí, en la playa del Pacífico y contra la valla, donde ven los edificios de Estados Unidos. Y es allí, en Tijuana, donde Médicos Sin Fronteras, bajo la coordinación de la uruguaya María Rodríguez Rado, ha montado un hospital para “aliviar la atención de los centros públicos” en la emergencia de COVID-19.

“No importa si son migrantes o no, nosotros atendemos personas”, dice Rodríguez Rado, quien ha manifestado que las deportaciones desde Estados Unidos no hacen más que complicar un escenario de por sí convulsionado. Hasta ahora, cuenta, las camas del hospital improvisado han sido ocupadas “casi todas por hombres, jóvenes y con comorbilidades”.

La letalidad del virus en Tijuana es del 18%

Médicos Sin Fronteras montó un hospital en el estadio de básquetbol de los Zonkeys, en Tijuana, a pocos kilómetros del límite entre México y Estados Unidos. Foto: Julio Vázquez / MSF
MSF montó un hospital en el estadio de básquetbol de los Zonkeys, en Tijuana, a pocos kilómetros del límite entre México y Estados Unidos. Foto: Julio Vázquez / MSF

“Miren lo del coronavirus, eso de que no se puede abrazar; hay que abrazarse, no pasa nada”, había dicho el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a comienzos de marzo en una de sus tradicionales conferencias matinales.

Por esas fechas, México todavía no era un epicentro de la pandemia y el mandatario se vanagloriaba de pasearse por el país, mientras en Europa llamaban al confinamiento total.

Más de dos meses después, México es el segundo país de América Latina con más muertes por COVID-19: tiene unas 5.000 y solo es superado por Brasil.

En Baja California, donde está Tijuana y el hospital que atiende la uruguaya María Rodríguez Rado, la tasa de letalidad del virus es del 18% (diez veces más alta que en Uruguay). Y la perspectiva a corto plazo no es muy alentadora. Seis de cada diez camas hospitalarias están ocupadas y los contagios, en una población vulnerable, no parecen dar una tregua.

Por eso Médicos Sin Fronteras puso el énfasis allí, en una zona con una población que supera los 2.000.000. El hospital improvisado en una cancha de básquetbol cuenta con 50 camas y en los pocos días de atención ya fueron dadas de alta ocho personas.

“Hemos reclutado a médicos de diferentes lugares de México porque sabemos la necesidad que existe de personal sanitario en las estructuras de salud pública de Tijuana”, dice Rodríguez Rado.

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