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Restaurar cuadros: "El arte de la ciencia y la paciencia"

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Hace dos décadas se dedicó a recorrer las casas de remate, "para entrenar el ojo"

Restaurar una obra de arte puede ser un trabajo aun más difícil que crearla. ¿Por qué? Porque además de conocimiento, técnica y mucha paciencia se debe respetar estrictamente lo que el autor plasmó en un lienzo o en una tabla.

Los restauradores de cuadros no abundan en Uruguay, pero sí hay personas que se dedican a este oficio y logran resultados notables.

Diego Viglione tiene 47 años y pese a que es técnico agropecuario (aunque no ejerce) su interés por la pintura y la restauración surgió hace más de dos décadas, cuando comenzó a recorrer las casas de remates en Montevideo y como él dice "a entrenar el ojo". ¿Qué significa esto? Saber reconocer en una tela opaca, manchada de humedad y con su marco apolillado, a una buena pintura, aunque no siempre se trate de una pieza de valor comercial.

Como se sabe, en muchas ocasiones la calidad artística de un cuadro, el nombre de su autor y la cotización del mercado transitan por caminos diferentes y distantes.

Simultáneamente a ese ir y andar por las subastas, Viglione comenzó a estudiar y a familiarizarse con las técnicas que se deben aplicar a la hora de someter a una limpieza y restauración a una pintura. Profundizó sus conocimientos en el Círculo de Bellas Artes de Montevideo y llegada la era de Internet entabló un contacto fluido con el Centro Internacional de estudios para la conservación y restauración de bienes culturales (Iccron), con sede en Roma, y con el Museo del Prado y el Thyseen-Bornemisza, en Madrid. Estas instituciones son su permanente fuente de consulta y de asesoramiento.

El comienzo .

Una restauración "empieza con el estudio de la obra", comenta Viglione a El País desde su mesa de trabajo ubicada en un noveno piso de un pequeño apartamento de Punta Carretas, donde la luz natural inunda la habitación, aun en los días nublados.

El diagnóstico inicial es clave, aunque luego de comenzado el trabajo pueden surgir sorpresas. Desde el inicio, el restaurador va registrando fotográficamente los avances de su trabajo, y anotando en una ficha los elementos químicos que emplea. De esta manera, forma una suerte de legajo que entregará al dueño de la obra, facilitando la tarea de quien, eventualmente, la vaya a restaurar nuevamente en cuatro o cinco décadas.

Una vez separada la obra de su marco, que también brinda información importante sobre época y el estado de conservación, Viglione quita con algodones humedecidos en algún producto químico e instrumentos propios de un cirujano plástico, los excrementos de insectos de la pintura. La tarea continuará con una nueva y minuciosa revisión con la luz ultravioleta, que delatará repintes o agregados. Posteriormente le aplicará solventes para retirar el barniz y procederá a la reparación de las roturas.

Henri Van Wyk: uno de los típicos paisajes del pintor holandés (Ámsterdam, 1833) en el estado original y luego de su restauración.
Henri Van Wyk: uno de los típicos paisajes del pintor holandés (Ámsterdam, 1833) en el estado original y luego de su restauración.
  
  

La gama de materiales que emplea es amplia: resinas para las roturas, pigmentos para los retoques.

"Afortunadamente hoy existe una gran variedad de productos que ayudan mucho", subraya.

El tiempo que insume una restauración depende del estado en que se encuentre la obra. Puede ser un par de semanas y hasta varios meses. La clave está en respetar los procesos químicos. Y citando a uno de sus maestros, el experto restaurador de papel Miguel Berthet, comenta: "Es el arte de la ciencia y de la paciencia".

Pintura europea.

Viglione se confiesa un gran admirador de la pintura europea del siglo XIX y particularmente de los paisajistas. Por sus manos han pasado cuadros de los catalanes Alberto Pla Rubio, Lluis Graner y Baldomero Galofré; también del belga Gerard Protielje y de varios pintores ingleses y franceses, entre ellos, Joseph Comunnal. No obstante ha restaurado también obras de autores nacionales como Juan Manuel Blanes, Augusto Torres, Juan Storm, Gonzalo Fonseca, Sergio Curto y Alberto Castellanos

Confiesa que no solo él se ha llevado muchas gratas sorpresas a la hora de terminar su trabajo, sino que también los dueños de los cuadros.

"No he descubierto ningún Manet o Sisley, pero sí me he encontrado con obras que durmieron años en un sótano o se oscurecieron sobre una chimenea y que resultaron ser cuadros de extraordinaria calidad", sostiene Viglione.

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