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De rehenes

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Imagine que usted tiene una empresa. Sus empleados ganan bien. Digamos que muy bien. Muy por encima de lo que gana la enorme mayoría de los uruguayos.

Un día, usted se entera que tres de sus empleados han sido registrados por cámaras de seguridad de la empresa manipulando un arma de fuego en uno de sus locales. Un arma de caza. Usted, ¿qué hace?

Permítame decirle que, si usted tiene una empresa en Uruguay, no va a poder hacer mucho. Si los despide, como sucedió con la empresa Riogas, va a tener que enfrentar más de un mes de paralización absoluta de su producción. El sindicato va a salir en defensa de quienes portaban armas. No importa si estuvieron mal. Son afiliados. Y en el Uruguay los sindicatos defienden a sus afiliados, hagan lo que hagan. ¿Se acuerda de aquel conflicto en Conaprole, generado por la oposición del sindicato a que se despidiera a un funcionario al que se había encontrado robando? ¿Cuánto le costó a Conaprole, a los productores y al país? Bueno, sepa que no le va a importar a nadie.

¿Usted cree que alguien lo va a defender de tanta irracionalidad? No. Desde el Ministerio de Trabajo le ofrecerán una salida. Usted retoma a los despedidos por portar armas de fuego y el sindicato, solo en ese caso, vuelve al trabajo. ¿Y eso es una fórmula transaccional? No. Es la confirmación, estimado amigo, de que usted no manda en su empresa. Usted no puede decidir a quién sanciona o despide. Usted no puede suprimir un turno o disponer que se trabaje de otra forma. Lo saben todos los empresarios de este país. El que no lo entiende por las buenas, lo entiende por las malas.

¿Usted cree que los insultos y amenazas de delegados del Sunca a representantes empresariales que divulgó El País son una excepción? ¿Usted piensa que es la primera vez que eso sucede en esa obra? ¿Que no pasa en otras? ¿En muchas? Vaya sabiendo que se trabaja como el sindicato quiere, cuando el sindicato quiere y si el sindicato deja. Y que si usted no quiere entenderlo, le va a tocar entenderlo de todos modos.

Los maestros dan clase cuando ellos quieren. Y dejan a los muchachos sin clase cuando a ellos les viene en gana. Si alguien les propone un cambio, ellos responden con una cerrada negativa. Y por las dudas, con algún paro. Faltaba más.

Mandan ellos. Los Pereira, los Abdala, los Bermúdez, los Scotti, los Olivera, los Mandasen, los Andrade. Ellos arremeten y todo el mundo boca abajo. Faltaba más.

¿Y el clima de inversión? Bien, gracias. Uruguay se ha transformado en un país donde le pedimos a los que tienen dinero que vengan a invertir, que confíen en el país y en su seguridad jurídica. Cuando entran, cuando cayeron en la trampa, les cerramos la puerta con siete llaves y les hacemos entender que si no hacen lo que marcan los sindicatos, la cosa se les va a poner fea.

¿Cuánto falta para que se aviven? Ojalá que mucho. Porque ese día no va a venir nadie ni a poner un kiosco. Y muchos que hoy no hacen nada o miran para el costado se van a preguntar cómo fue que llegamos a tanto.

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LA COLUMNA DE PEPEPREGUNTÓN

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