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"Quienes viven lejos de Montevideo tienen menos acceso a la salud"

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Henry Cohen. Foto: archivo El País

ENTREVISTA

El doctor y catedrático Henry Cohen, especialista en gastroenterología, asumirá hoy la presidencia de la Academia Nacional de Medicina. Fue el primer médico uruguayo y latinoamericano en presidir la Organización Mundial de Gastroenterología, sociedad que tiene más de 50 mil socios de 110 países.

Cohen también fue presidente de la Sociedad Uruguaya de Gastroenterología, y quien implementó en Uruguay el Proyecto ECHO, que entrena a médicos generales, rurales, de atención primaria o de familia, y a más personal de la salud, en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades complejas, con el uso de tecnologías de videoconferencia.

—En pocas horas usted asumirá la presidencia de la Academia Nacional de Medicina. ¿Qué supone esa resposabilidad y qué representa en la actualidad esa institución? El ámbito académico a veces se imagina cerrado, con poca influencia en el "afuera", en lo cotidiano.

—Es cierto que existe ese concepto, que tiene una parte real y otra de fantasía. Si se piensa que somos un grupo de personas muy mayores que estamos encerrados en nosotros mismos, eso no es la realidad. Pero sí queremos abrirnos cada vez más hacia la sociedad en su conjunto. Es uno de los principales objetivos de la nueva directiva. También ha sido intención de las dos directivas que he integrado, presididas por José Enrique Pons, prestigioso profesor de ginecología.

—Usted será uno de los presidentes más jóvenes. ¿Cómo está integrada la Academia?

—Últimamente ha ingresado gente joven, como el académico Pablo Muxi o Rafael Radi, primer médico uruguayo en entrar a la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Esperamos seguir con ese rejuvenecimiento para darle nuevo vigor y nuevas ideas a la academia, para ampliar el número de especialistas y el espectro de visión y aportar más a la sociedad. Tenemos aproximadamente treinta académicos de diversas especialidades, pero no podemos abarcarlas todas con el número de académicos que permiten los reglamentos.

La academia cada vez tiene más gente que está en actividad, viendo pacientes y yendo a hospitales. Hay gente jubilada, prestigiosos médicos que fueron grado 5, grandes especialistas de consulta internacional. Y hay una buena mezcla de gente que sigue muy ensimismada en la realidad cotidiana con otra que la ve con cierta perspectiva y que no le debe nada a nadie.

—¿Cómo se da el vínculo con el exterior de la academia?

—A través de comunicaciones con las autoridades públicas, con el Ministerio de Salud y el de Educación de Cultura. Todas las academias nacionales dependen de este último. Nos piden opinión, asesoramiento. Los académicos participan de modo permanente en comisiones de la Facultad de Medicina, por ejemplo de Ética, en tribunales de concursos. Hay una interrelación muy fluida también con el Sindicato Médico, con Femi. Quizás nos falta hacer saber todo esto a la población. La academia participa activamente en la comisión que creó el presidente de la República para la lucha contra el alcoholismo, o en todo lo que significa bajar la casuística de siniestralidad vial; ha organizado cursos sobre eso, o sobre radioprotección, algo que le debe incumbir no solo a médicos y radiólogos sino a cada persona, en la medida que se convierte en paciente que necesita Rayos X y tiene que saber hasta cuándo debe aceptarlos.

—Las academias a veces se hacen conocer más con trabajos de divulgación; la de Letras, por ejemplo, lo hizo con un diccionario de uruguayismos.

—No sé si usted lo sabe o lo dice por olfato, pero justamente, con la Real Academia Nacional de Medicina de España y las demás de Latinoamérica estamos trabajando en un diccionario médico, con toda la terminología, los modismos usados para expresar el mismo síntoma o la misma situación del paciente en cada país. Es un aporte riquísimo. Uruguay participa además anualmente en las reuniones de las academias de medicina del Plata, un año en Montevideo y otro en Buenos Aires. Y cada dos años en la reunión de las academias de Medicina de Latinoamérica, España y Portugal (Alanam). En este período queremos profundizar aún más las relaciones internacionales fuera del continente y seguir estando presentes cuando se debe, no un año después, si hay un tema álgido, como fue aquí el de las colonias psiquiátricas. La academia está opinando, a veces falta que la gente lo sepa.

—¿Cuál es la relación de la Academia con el proyecto ECHO?

—La Academia es parte integrante desde el primer día que lo trajimos al país. Es un proyecto que comenzó en Albuquerque, Nuevo México, hace catorce o quince años. Lo ideó el profesor Sanjeev Arora, gastroenterólogo nacido en India y radicado en Estados Unidos hace más de veinte años. Era el único capaz de diagnosticar y tratar la hepatitis C en todo aquel estado, muy grande, diverso y bastante pobre para la generalidad del país. Eso lo tenía muy angustiado, la espera era tremenda y cada persona debía recorrer cientos o miles de millas. Arora creó un sistema mediante el cual educaba a médicos y personal de salud radicados en pequeñas ciudades, áreas rurales y cárceles a tratar esa enfermedad. En la comunidad se discutía a través de teleconferencias los casos a resolver. De esa discusión horizontal, en la cual todos los médicos podían preguntar y opinar, al final los coordinadores hacían un resumen por escrito. Eso crea una verdadera comunidad, una realización de especialistas sin títulos en determinados temas. Es un círculo virtuoso de enseñanza-aprendizaje: uno le enseña a diez, diez a cien, cien a mil. Además, lo hacen rápido, en forma gratuita. Con eso conseguimos democratizar el acceso a la atención médica.

—¿Cómo se trasplanta a Uruguay?¿Por qué es necesario ese sistema?

—No hay derecho a que en Avenida Italia y Bulevar tengamos más acceso a la medicina que un uruguayo alejado de Montevideo. De algún modo, la gente que está sobre todo al norte del Río Negro tiene menos acceso a la salud. Cuando nos enteramos de este proyecto fuimos a conocer al doctor Arora, lo trajimos a Montevideo, la Universidad de la República lo aprobó y firmó un convenio con la de Nuevo México. Eso fue en abril de 2014, y en agosto lanzamos las clínicas de Hepatitis C y HIV. Hoy tenemos doce clínicas funcionando con médicos, psicólogos, enfermeros y asistentes sociales de los 19 departamentos; tenemos más de tres mil personas que reciben información de ECHO y pueden conectarse. Hemos además colaborado con el lanzamiento de ECHO en Argentina, Brasil, Ecuador, Venezuela, México y Australia.

—¿En torno a qué enfermedades se trabaja en Uruguay con este proyecto, y en contra de la macrocefalia?

—Las dos que empezamos, hepatitis C y HIV; cuidados paliativos, autismo, enfermedades autoinmunes, insuficiencia cardíaca, enfermedades hematológicas, cáncer ginecológico, neurorehabilitación. Hay que desmonopolizar los conocimientos del personal de la salud. Es la base de ECHO, que está en 25 países, atendiendo más de 50 enfermedades. Uruguay es el primero de Latinoamérica en haberse convertido en centro de referencia regional y el único en donde se aplica a nivel nacional. En otros países se aplica por regiones.

Perfil.

Entre oriente y occidente.

Henry Cohen será desde la tarde de hoy el presidente de una academia que se creó hace poco más de 40 años. Para conocer su historia, el entrevistado recomendó la publicación editada a fines de 2017 por el académico Francisco Crestanello; "leyendo ese libro aprendí muchísimo", dice Cohen. Con el catedrático se podría hablar de su afición futbolera y el partidarismo por Nacional (fue suplente de los presidentes Ache y Alarcón) o de la profunda simpatía en básquetbol por el palermitano Atenas, (la familia lo hizo socio del club a la par que discutía qué nombre ponerle). Pero hablando con él siempre se vuelve rápidamente a la medicina. Ingresó a Facultad en 1973 y se recibió en 1981; como no tenía trabajo se dedicó a profundizar sus estudios de inglés y comenzó a ir a Gastroenterología del Clínicas, lo cual le permitiría estudiar becado en Japón.

Nombre:Henry Cohen.

Nació: Montevideo.

Edad:63 años.

Hijos: Pablo y Lucía

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