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Luis Maturén: "El 40% de los venezolanos está dispuesto a irse del país"

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Luis Maturen, Ingeniero Civil y Magister en Administracion de Empresas. Foto: Francisco Flores

Entrevista

Cada vez que coordina una encuesta en Venezuela tiene en cuenta que de las 200 tablets que usarán sus encuestadores, una no regresará. Se la robarán.

Este docente y referente en la investigación de opinión pública, siente que en el país caribeño el suyo es hoy un oficio más parecido al “corresponsal de guerra” que a la tarea propia de un analista. Tiene que enfrentar la autocensura, la crisis económica y la política. A cada paso debe recalcular la muestra que represente a la población, como un GPS que pierde la conexión y se reengancha, porque la gente “huye en manada y cambia el universo”. El 40% planifica irse en los próximos 12 meses.

—¿La Venezuela actual es la que trasmiten las cadenas internacionales de noticias?

—Hay dos Venezuelas. Una Venezuela de las personas que viven de su salario y sufren una inflación sorprendente que se hace cuesta arriba sobrevivir. Y luego están quienes reciben dinero del exterior, o cobran en dólares, y están en una posición mejor.

—¿Los datos confirman estos dos mundos?

—Las encuestas que realizamos hace menos de un mes muestran que el 95% de la población está pasando por una situación apremiante, de verdadera crisis. El otro 5% recibe ingresos en dólares. Los venezolanos que reciben remesas son un poco más: uno de cada cinco. Y de ellos, la mayoría (70%) lo hace mensualmente. ¿Pero cuánto reciben? No más de US$ 50. Hoy la mayoría de los venezolanos comen granos y sardina (que es la proteína más económica).

—¿Usted a cuál de las dos Venezuelas pertenece?

—Tengo la suerte de ser de la minoría venezolana que goza cierta estabilidad económica y que mis hijos están fuera del país. Entonces solo debo cambiar algunos hábitos de comportamiento, debo saber que si estoy por entrar con el coche al garaje y viene alguien atrás, debo seguir de largo. O no hablar por celular en la calle para que no me apunten con una pistola. Dirijo una empresa privada de opinión pública y consultoría de mercado, y por otro lado doy clases en la universidad. Dentro de la universidad uno ve cómo cae día a día la matrícula. Muy pocas personas están estudiando ahora y el que sigue estudiando te dice: "Estoy terminando para irme".

—¿Los que se querían ir no se fueron aún?

—El 40% está dispuesto a irse en los próximos 12 meses. Es obvio que muchos no lo van a lograr.

—¿Qué los motiva a irse?

—Lo primero es querer comer. Es una situación de desesperación. No importa lo político cuando no tienes siquiera qué comer. Además, un 60% de la población dice que ya tiene un familiar afuera.

—¿Uruguay aparece en ese horizonte?

—No. Lo más nombrado es Bogotá, Lima, Buenos Aires y en menor medida Santiago.

—¿Al venezolano le importa la postura que Uruguay está adoptando sobre la crisis en su país?

—Tampoco. El venezolano está preocupado por comer, no por el apoyo de Uruguay.

Luis Maturen, Ingeniero Civil y Magister en Administracion de Empresas. Foto: Francisco Flores
Foto: Francisco Flores

—¿Es un tema de que al venezolano no le importa el régimen de turno o la política?

—En todos los bares, en las familias, se habla de política nacional, sobre todo de las decisiones que afectan al bolsillo. Lo político está casado con lo económico. Antes el ambiente político estaba más polarizado, más efervescente. Hoy hay una clara mayoría opositora a Nicolás Maduro.

—¿Los opositores no están mayormente fuera del país?

—La diáspora venezolana se da en tres oleadas. La primera eran personas que tenían muchos recursos y decidieron vivir afuera, sobre todo por seguridad. La segunda fueron muchachos jóvenes, la mayoría profesionales, que se fueron a otros países de la región para conseguir un mejor trabajo —esos son, por ejemplo, los que llegaron a Uruguay. La tercera oleada, que todavía no ha venido a Uruguay, son personas que casi no tienen para comer. Entre el núcleo familiar deciden quién puede salir, juntan dinero, y la persona se va en bus o caminando hasta Pe-rú, Ecuador, Brasil.

—Si cambia el escenario en Venezuela, ¿esas diásporas retornarían?

—No hemos estudiado estadísticamente a la diáspora. Por investigaciones cualitativas sabemos que de los que se fueron hace poco, es esperable que unos cuantos regresen.

—Entonces, ¿el que se va es por dinero y el que se queda también?

—Mayormente es la explicación de la salida. Pero de quienes se quedan no es tanto una condición social o económica, sino psicológica. Son perso-nas que tienen la capacidad de reinventarse, son creativos en cómo salir adelante y ade- más muchos temen sobre lo que pueda haber fuera de fronteras.

—Entre quienes aún están en Venezuela, ¿hay confianza de que la propia política interna pueda cambiar las cosas?

—Las encuestas nos vienen demostrando que la oposición está en su peor momento. Las personas no creen en la oposición y mucho menos en el gobierno. Cuando uno no puede comer, hay muy pocas cosas que te importan. Ahí el problema es que la gente termine apoyando solo a quien le dé de comer. En las últimas elecciones, por ejemplo, el oficialismo daba regalos en los puestos de votación. Ante eso es muy difícil competir.

—¿Desde cuándo se da ese descreimiento en el sistema político local?

—Desde 2016. La oposición tuvo su mejor momento en la elección de diciembre de 2015, se pensaba que iba a haber un cambio, pero luego no se la dejó actuar y la población perdió el rumbo.

—¿Recibe presiones cuando cuenta estos datos como investigador?

—Lo que más hay es una autocensura. Los medios impresos, por ejemplo, tienen que comprar el papel al gobierno. Entonces ya saben que si hablan mal se les complicará más y se autocensuran. Lo mismo ocurre en la investigación de mercado: si sales mucho en medios empiezas a recibir visitas de impositiva. Hay políticos presos, pero por ahora investigadores no.

—Ustedes están haciendo encuestas científicas en plena crisis, ¿eso quiere decir que en Uruguay las consultoras no tienen excusa para "errarle"?

—Querer es poder. En Venezuela tuvimos que cambiar el modo de encuestar. No dejamos nada para el día siguiente porque no sabemos si va a haber electricidad. En los estudios de 2.000 encuestas, sabemos que perdemos al menos 10 tablets. Literal. Pero, al mismo tiempo, hay apoyo internacional para conocer la realidad y nada mejor que la ciencia para sacar esa foto.

—¿Por qué se queda en Venezuela?

—Alguien tiene que quedarse para contar la historia, para documentar lo que está ocurriendo.

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