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"Uruguay logra contener el cáncer populista", dice Sebastián Sichel, excandidato chileno

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Sebastián Sichel. Foto: Leonardo Mainé
Nota a Sebastian Sichel, abogado y politico chileno, en la redaccion de El Pais en Montevideo, ND 20221201, foto Leonardo Maine - Archivo El Pais
Leonardo Maine/Archivo El Pais

ENTREVISTA

El político señaló que "la izquierda chilena dejó de confiar en la democracia; eso no pasó en Uruguay”.

Sebastián Sichel era el candidato del oficialismo en las elecciones de 2021 en Chile, pero no logró pasar al balotaje. Según las encuestas, está entre los 10 dirigentes más importantes de su país. Dijo que dejaría la actividad política, sin embargo ahora sostiene que hará todo lo posible para que no crezcan los populismos de izquierda ni derecha en Chile. Dice que Uruguay es un ejemplo para la región, porque no dejó que ese “cáncer” crezca.

-¿A qué se debe su visita a Uruguay?

-Vine a dar algunas charlas para contar lo que está pasando en Chile. Pero, más allá de eso, viajé para ver el modelo uruguayo. Es el único país de la región que logra contener el cáncer populista y quiero entender ese fenómeno. Ha logrado contener los populismos, tanto de izquierda como de derecha. Chile, que era donde había una situación similar, ha caído más bien en una política que tiene visos de populista a corto plazo.

-¿Ve en Uruguay partidos políticos distintos a los de sus vecinos de la región?

-Mi sensación es que, y ustedes quizá no lo vean desde dentro, contienen ese tipo de situaciones. Yo confieso que soy un admirador de (Luis) Lacalle Pou, por sus perspectivas liberales, y creo que lo que ha hecho ha sido mantener un discurso sobre la libertad, pero también teniendo en cuanta la necesidad de equidad. Más allá de eso, he mirado también lo que hace aquí el Frente Amplio, que es muy distinto al Frente Amplio chileno.

-¿Por qué?

-Porque tiene una lógica que también permite contener los populismos más polarizantes, o más de izquierda, dentro de su propia coalición. Vamos a ver cómo lo resuelve ahora, de cara a la elección de 2024, pero si uno mira hacia atrás el Frente Amplio uruguayo no ha cometido el pecado que sí cometió la izquierda chilena, que se dejó horadar por el populismo con retiros previsionales masivos y la seducción por la violencia. La izquierda chilena dejó de confiar en la democracia como forma de solución de los problemas sociales. Eso no pasó en Uruguay.

-¿Por qué salir a contar la realidad chilena a otros países de la región?

-Primero, lo obvio: en un mundo global los fenómenos no son locales, por tanto lo que le pasó a Chile le puede pasar a Uruguay en un corto plazo. Y la segunda gran razón tiene que ver con una mirada de cómo se deben resolver los conflictos, porque nosotros tuvimos una democracia en riesgo. El 15 de noviembre de 2019 la democracia chilena estuvo en una situación de riesgo real, pero por la vía institucional logramos resolver el conflicto. Esa es una experiencia que es bueno contarla, siendo que otras democracias latinoamericanas cayeron en procesos similares. Hay una tercera razón y es que Chile es una economía abierta al mundo, y muchas veces hay negociaciones cruzadas. Me he reunido con empresarios de acá que están preocupados por la situación de Chile.

"Las constituciones siempre van a ser malas si tienen dueño; Boric cometió un error político”.

Sebastián Sichel. Foto: Leonardo Mainé
Sebastián SichelExcandidato a la Presidencia de Chile

-¿Qué cambió en Chile a partir de la revuelta de 2019?

-Lo que pasó fue que sectores de ultraizquierda, pero también de ultraderecha, dejaron de confiar en la política como una fuente de solución de conflictos sociales. Se despertó una seducción por la violencia. La polarización -que también vimos en la toma del Capitolio norteamericano, en Italia con los liderazgos populistas de derecha, o la situación de Venezuela- hizo que algunos vieran oportunidades, una alternativa de llegar al poder. Otra cosa que quedó en evidencia fue que el fenómeno de crecimiento, si no va acompañado de desarrollo humano e igualdad económica, tarde o temprano se transforma en un milagro macroeconómico pero también en una tragedia microeconómica. También pasó que se puso a prueba a la izquierda y a la derecha en cuanto a si están dispuestas o no contener a los líderes populistas, que vuelan como cuervos por sobre la democracia. En Chile hoy estamos en la cornisa. Gabriel Boric, de quien fui rival durante la campaña, lleva ocho meses en el poder y creo que no ha podido resolver esto, porque no ha podido contener el populismo de sus sectores.

-Fue ministro de Desarrollo Social en el anterior gobierno de Sebastián Piñera, ¿qué autocrítica hace en cuanto a esa administración? ¿Piensa que de haber hecho las cosas diferentes se podrían haber evitado las protestas de 2019?

-Nosotros tuvimos gobiernos, de izquierda y de derecha, endogámicos, y me refiero incluso al que yo participé. Se trataba de una clase política desconectada con lo que le pasaba al ciudadano. Nos enamoramos de lo macro y no miramos lo micro. Ese fue nuestro pecado. Miramos lo estudiantil, miramos los problemas por tener una población envejecida -nosotros estamos desde 2006 por hacer una reforma provisional- y apuntamos mucho a la clase media, a que crezca, pero no supimos qué hacer para que se sienta más representada en los lugares de poder, y ahí apareció la alternativa populista. También creo que confiamos mucho a una oposición que finalmente estaba dispuesta a todo para llegar al poder, con acusaciones al presidente, a los ministros y aplaudiendo la violencia. Y ahí aparece el cuervo del que hablaba, que lleva las cosas hacia un lugar en que se hace muy difícil construir acuerdos, porque no hay voluntad de generar puentes.

-En la campaña electoral de 2019 Uruguay tuvo un candidato, Ernesto Talvi, que puso el modelo chileno como ejemplo. ¿Ya no es un ejemplo Chile?

-Nicanor Parra, un antipoeta chileno, decía: “Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona”. Chile vivió ese fenómeno: los números nos mostraban como ejemplo, pero los números solos no alcanzan. Una expansión rápida económica provoca que los números salten y que se disminuya rápidamente la pobreza, y eso lo logró Chile más que nadie en Latinoamérica. El problema es que cuando llegamos al siglo XXI no nos preguntamos qué venía después de eso. Creíamos que esa inercia funcionaba, pero eran logros de los 90 y no se podían seguir celebrando. La política no tuvo la estatura para discutir qué venía después de exportar cobre, de la agroindustria, de vender salmones. No se pensó en agregarle valor a la economía, ni en encadenamientos productivos que permitieran el desarrollo de Pymes que abastecieran estos servicios. Yo por eso admiro lo que pasa en Uruguay con la exportación de software. Otra cosa que pasó en Chile fue que no entendimos que no alcanzaba con sacar de la pobreza a una generación completa; ni que la gente no puede contentarse con ganar cuatro o cinco veces más que lo que ganaron sus abuelos o sus tatarabuelos, si sabe que sus hijos van a ganar lo mismo que ellos. Así la clase media se siente desprotegida. Uno de cada dos chilenos estudia en la universidad, ¿pero si no hay empleos de calidad de qué sirve eso? No es que el modelo fuera fallido, es que no pudimos contestar a las preguntas del siglo XXI porque nos quedamos contentos por haber contestado las del final del siglo XX. La política no puede ser autocomplaciente.

-Chile eligió a Boric, pero al poco tiempo no votó su propuesta constitucional. ¿Por qué cree que pasó esto?

-Es que la gente entendió que la solución a todos estos problemas no era un proyecto de izquierda ni de derecha, sino que se necesitaba una respuesta concreta e institucional, la que la clase política aún no ha podido dar. El rechazo es impactante.

-Votó en contra el 63%.

-Sí, pero más allá de eso los votos que rechazaron esa Constitución fueron más que los que consiguieron los cinco partidos que participaron en la elección pasada, porque esta fue obligatoria y la presidencial, no. La gente quiso cambiar con Boric, quiso ir por otro camino, pero el rechazo a esta Constitución mostró que tampoco quería algo tan radical con un texto que satisfacía intereses de grupos más volcados a la izquierda. Entonces, la gente lo que nos está pidiendo es construir acuerdos y no una refundación.

-¿Qué puntos de esta propuesta de Constitución fueron los responsables de que el rechazo fuera tan masivo?

-El más importante tiene que ver con que se preocuparon más de las minorías que por las grandes mayorías. Entonces terminamos con una Constitución indigenista en un país que tiene menos de 7% de población indígena. Una Constitución, además, más preocupada en resolver el problema de los partidos políticos -de la organización del Senado, de los grupos más chicos, polarizados, tanto de izquierda como derecha- que de lograr acuerdos. Se emborracharon del poder. Decían que venían a renovar la política, pero tenían comportamientos más autoritarios que sus antecesores. Los chilenos no queremos un cambio de modelo, sino ampliarlo para que todos sean parte, y eso ellos no lo vieron.

-¿Cómo cree que afecta esto a un gobierno que acaba de asumir?

-Es brutal, porque es un gobierno que parece haber terminado antes de empezar por un error político trágico de Boric. Él tomó la decisión de jugarse, cuando debería haber sido el gran árbitro del proceso constitucional. Las constituciones siempre van a ser malas si tienen dueño. Y Boric quiso, justamente, mostrarse como dueño de la Constitución al jugarse por una alternativa. Tiene un problema político mayúsculo a menos de un año de haber asumido, que es que su credibilidad está en juego porque tiene que administrar una derrota. Está en un momento de inflexión, puede ser el presidente de todos los chilenos, construyendo consensos, o decidir ser el presidente de la izquierda chilena más radical, y destruir los consensos. Creo que todavía no decidió qué es lo que va a hacer.

"La izquierda chilena dejó de confiar en la democracia; eso no pasó en Uruguay”.

Sebastián Sichel. Foto: Leonardo Mainé
Sebastián SichelExcandidato a la Presidencia de Chile

-¿En Boric ve un líder populista?

-Veo un presidente que vive en la frontera. Ganó el gobierno, entre otras cosas, prometiendo indultos a los que ejercieron violencia en 2019. También prometió retiros previsionales, quemando la plata de las pensiones. Triunfó con promesas imposibles. Y lo ha reconocido, porque el otro día dijo que en el poder se había dado cuenta que “es otra cosa con guitarra”…

-¿Qué quiere decir eso?

-Es una frase muy chilena. Lo que quiso decir fue que se dio cuenta que no era tan fácil gobernar. Fue un candidato muy populista, está por resolverse si llega a ser un presidente populista.

-¿Y cómo ve a la oposición chilena?

-Creo que vive la tragedia de las izquierdas y las derechas en el mundo, viéndose también obligada a tomar una opción. ¿Va a ser una centroderecha, que se encargue de construir mayorías desde el centro político, o va caer en la tentación de Bolsonaro, de Trump? ¿Queremos una derecha democrática -liberal, capaz de entender las injusticias de la sociedad-, o queremos una derecha populista? La oposición tiene su propio dilema. Yo creo que se va a ir hacia un acuerdo entre la centroderecha, el centro político y algunos sectores de la centroizquierda, que aísle al populismo. Pero veo mucha gente de derecha que en la campaña me abandonaron al poco tiempo y saltaron a apoyar al otro candidato (se refiere a José Antonio Kast, que terminó disputando la presidencia a Boric en el balotaje). Piensan que hay que seguir el camino de Trump, con un populismo antimigratorio, con un nacionalismo mal entendido. Espero ser parte de quienes se encarguen de rearmar una oposición democrática.

-¿Cuánto pesa el fantasma de la dictadura de Augusto Pinochet aún en Chile?

-Afecta trágicamente. La izquierda ha manipulado, usado ese fantasma, muchísimo. En la pasada campaña hubo una izquierda que no hizo más que sacar a Pinochet del closet en cada debate, pero al mismo tiempo hubo una derecha que no supo cortar con eso, con esa tradición autoritaria.

-¿Pero la centroderecha no ha tenido ya que convivir en Chile con esa tradición pinochetista?

-En mí caso no, porque se fueron todos con el otro candidato (ríe). Yo fui muy claro, y eso tiene su costo: no creo en una derecha que no condene eso. Es más, creo es un error grande apoyar el autoritarismo y que eso puede afectar a la derecha de tal forma que se puede condenar a ser siempre una minoría. Mi mensaje sé que les dolió mucho a los que reivindican a Pinochet. No se puede poner en duda la condena a la violación de los derechos humanos. Hay que enterrar a Pinochet. Hay que erradicar la derecha pinochetista y también la izquierda que coqueteó con los regímenes de los hermanos Castro o de Nicolás Maduro. El eje debe ser, siempre, el centro.

“No quiero mesías que nos rescaten”

Sebastián Sichel (45) era el candidato oficialista en las elecciones que se celebraron el año pasado en Chile, durante el gobierno de Sebastián Piñera. Su partido, tras las revueltas del año 2019, se posicionó en el cuarto lugar -a muy escaso margen del tercero- y tras esto Sichel declaró que iba a abandonar la política. En entrevista con El País, sin embargo, no fue tan determinante al respecto. “Estoy dedicado a la discusión académica -dijo-. No sé qué vendrá en el futuro. Los chilenos decidieron que yo no fuera presidente, y eso lo tengo que escuchar. Sí voy a ejercer toda la influencia, todo el liderazgo que tenga, para contener un líder populista que venga a decirle a Chile que el Estado es malo, que los mercados son malos y que las soluciones son mágicas. No queremos monjes, no queremos mesías que vengan a rescatarnos”.

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