POLIZONES NIGERIANOS

Fueron noticia a fines de octubre, cuando habían llegado al puerto de Montevideo escondidos en un barco que los trajo desde Nigeria.

Uno de los cinco polizones que habían intentado huir del terrorismo de Boko Haram (la versión nigeriana de Estado Islámico) murió en la travesía. Los cuatro sobrevivientes planeaban re-iniciar sus vidas en Uruguay, aunque no tenían del todo claro dónde estaban parados. Pero tras haber intentado conseguir un trabajo gratificante, un techo y algo de comida —la mayoría de las veces con magros resultados—, tres de ellos piden a gritos volver a su tierra natal.

"El Mides dijo que no tenía lugar para ellos —tampoco hay refugios adaptados para migrantes en situaciones de especial vulnerabilidad—, siguen sin entender el idioma y hasta les faltan las vacunas básicas porque vienen de un país con un esquema de vacunación muy distinto al nuestro", explicó Javier Volonté, integrante de la comisión de derechos humanos del Partido Nacional y uno de los que está colaborando en la "repatriación" de estos nigerianos.

"Repatriar", ese es el término que se usa para el regreso de los polizones al país de origen, algo previsto en el protocolo internacional. Todo barco que toca puerto africano tiene que contar con un seguro que financie el viaje de retorno.

Pero como estos polizones ya habían pasado un buen tiempo en Uruguay, no les fue fácil conseguir los pasajes de regreso. "Gracias a la colaboración de las Naciones Unidas y del subsecretario (del Interior) Jorge Vázquez se consiguieron los pasajes", señaló Volonté. Y aún así la espera no terminó.

El viaje de regreso es vía Sudáfrica, país que exige la vacunación contra la fiebre amarilla. Pero estos africanos no tienen siquiera el carné de vacunas o un pasaporte en que figure el recorrido de países hecho.

"Más allá de lo anecdótico del caso, lo importante acá es que Uruguay no tiene ningún protocolo de cómo atender a esta gente y que las soluciones están todas desperdigadas... falta un esfuerzo mancomunado", dice Volonté.