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Heber: “Yo soy un soldado del partido; me gustaría tener una etapa ejecutiva”

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Luis Alberto Heber. Foto: Leonardo Mainé.
Leonardo Mainé

ENTREVISTA

En febrero cumple 35 años como legislador. Luis Alberto Heber afirmó que está convencido de que la victoria del Partido Nacional el próximo domingo 24 de noviembre está “al alcance de la mano”.

-¿Qué recuerda de la primera vez que llegó al Parlamento?

-Cuando salí electo tenía 26 años (fue en 1984). Había un sabor agridulce. Fui electo por Rivera, pero mi compañero Martín Padern no había logrado la intendencia. Era como un padre para mí, y Luis Alberto Lacalle Herrera había salido senador. Pero perdimos la elección. Yo creía que arrasábamos. Tenía una desilusión grande, nunca pensé que (Julio María) Sanguinetti nos ganaba. Salí electo con Jorge Machiñena y Carlos Rossi. Estaba todo cerrado el Parlamento. Un día antes de la asunción les dije de ir y entrar. Era diciembre. Tocamos la puerta. Atendió un funcionario. Lo reconoció a Machiñena. Entramos. Estaba todo oscuro y le pedimos que nos abra la Cámara de Diputados. Estaba limpia. Bien limpia. Rossi salió corriendo y se sentó en la primera banca adelante de todo. “¡Acá! Acá adelante le voy a pegar a los colorados. Voy a hacer una oposición dura”, decía. Yo estaba más preocupado por sentarme en la misma banca que mi padre.

-Desde 1985 a la fecha ha renovado banca. ¿Cuál fue el período más complejo?

-El primero. Fue muy duro. Ahí se votaron las amnistías, que fueron todo un tema. Nosotros terminamos votando una amnistía generosa. Por la cual los presos políticos salían el mismo día: unos con perdón y otros con amnistía. Es decir que aquellos que no tuvieron delito de sangre era olvido. A los que sí tenían delitos de sangre se les computó tres días de pena, por cada uno de los que efectivamente tuvo. Todos cumplieron la pena máxima y salieron libres el mismo día. Eso fue una discusión muy dura en el partido porque Wilson estaba muy enarbolado con la amnistía general irrestricta. Nosotros, los herreristas, creíamos que teníamos que hacer la diferencia ente los que simplemente formaban parte de un cuadro político, con los otros que habían matado. Al poco tiempo vino la ley de caducidad que para mí fue muy traumática.

-Un debate que hoy sigue latente, ¿cómo transitó en ese momento la discusión?

-Fue muy traumática para mí en especial por lo ocurrido en mi familia. Yo voté la ley de caducidad y el voto amarillo. Y me acompañaron los hombres de mi familia, mis hermanas mujeres no me acompañaron. Fue muy problemático porque era difícil de explicar. A mí me convenció Martín Sturla, que era un gran amigo, y un apoyo muy grande. Tuvimos mucha charla y mucho sentido de responsabilidad. Eso fue lo que primó en mi criterio.

-En su caso, su madre fue víctima de ese ataque letal en la historia reciente: el caso del vino envenenado.

-Por eso. Yo lo pensé mucho, lo medité con él. Decía que yo tenía una responsabilidad que iba más allá del tema personal. Estábamos ante una instancia donde podíamos retroceder. Era muy cuestionante de la salida negociada en el Pacto del Club Naval, y hasta el día de hoy la cuestiono. Wilson sostenía: “Esta no es nuestra salida, no es el camino que buscamos, pero no por eso estamos dispuestos a retroceder ni un solo milímetro”.

-¿Hoy no se arrepiente de aquel posicionamiento que dice haberle costado tanto?

-No. Fue muy dura la campaña en el plebiscito, el del voto verde y amarillo. Porque hubo compañeros, que no importa el nombre porque además ya no están, que eran militantes del voto verde y fueron a Rivera a decir que yo me había olvidado de lo que había pasado con mi madre. Fueron años duros. Estábamos en el Parlamento abandonados. En el ambulatorio había un campamento de gente, en el piso, sentados. Había presión. No se salía con tranquilidad al ambulatorio, y salir del Palacio fue complicado. Martín Sturla salió a los piñazos. Fueron momentos muy duros donde nos acompañó Lacalle Herrera.

-¿Sintió que se podía volver a cerrar el Parlamento, que estaba en juego la democracia realmente en aquel momento?

-Totalmente. Ese es mi convencimiento en ese momento: por eso voté como voté. El ministro Hugo Medina dijo que las citaciones las guardaba en una caja fuerte, es decir que no le hacía caso a la Justicia, era un golpe de Estado de hecho: había un desobedecimiento a uno de los poderes. Y dijo otra cosa muy clara: nadie entrega todo a cambio de nada. Eso llevó a que yo tuviera mis primeros contactos con militares en esa época. Tuvimos reuniones en cuarteles donde Martín Sturla me hizo razonar con ellos, y donde yo dije todo lo que quería decir. Pero había mucha gente que en su momento decía que no había participado de la violación de los derechos humanos, que la institución de las Fuerzas Armadas iba más allá de lo que habían podido hacer algunos hombres y el riesgo institucional estaba por delante. Hubo un proceso de maduración. Al principio no era votante de la ley de caducidad, obviamente.

-¿Están cerradas las heridas?

-No. Fue una mala salida. Creo que la salida fue condicionada y eso generó heridas que no cerraron aún con toda razón de los familiares de desaparecidos que quieren saber donde están, cómo pasó y quién fue. Es un derecho humano. No es mirar hacia atrás, pero se generaron esas heridas que no cicatrizaron.

-Usted es uno de los que no sabe qué fue lo que pasó a ciencia cierta.

-No. Lo más cerca que estuvimos fue de un peritaje policial, de la técnica, donde habían señalado a una mujer como responsable, que estaba vinculada a gente en la misma Inteligencia policial de la época. Eso se estudió y se confirmó que había sido ella la que había mandado las cartas a casa (con el vino envenenado) pero la jueza no avaló ese estudio, pidió otro que llevó un año de trabajo, que volvió a confirmar pero luego se descartó. Tengo la certeza que esto fue de Inteligencia policial, gente del más alto rango que estuvo vinculado al ataque. No tengo dudas, pero no tengo cómo probarlo.

-¿Cómo se puede hacer para que los familiares consigan esa información o es tiempo de empezar a convencerse de que ese objetivo es casi imposible?

-No sé. Creo que los familiares lo que esperan es todo el esfuerzo del Estado por saber.

-Pero la voluntad debe estar del lado militar. Si hay voluntad, la información está ahí.

-Y bueno, yo creo que, como familiar también, me gustaría que hubiese una actitud más determinante por parte del Estado uruguayo en ayudar a resolver y realmente no se sabe si se hicieron todos los esfuerzos y las presiones que se debían haber hecho para poder tener la verdad. Por lo menos la verdad de lo que pasó.

-Ustedes acaban de conformar una coalición con un partido que tiene como líder a un militar, quien está involucrado en un episodio concreto. Me refiero a Guido Manini Ríos. ¿Cómo lo ven desde el Partido Nacional, cuando incluso se le está imputando un delito?

-Cuando fue comandante en Jefe no tuvimos más que buena sintonía con él. No creemos que sea una persona que esté avalando hechos de lo que hicieron otros en el pasado. Creo firmemente que Guido no solo esta ajustado a la Constitución y la ley, sino que además está convencido de los valores de la democracia. No lo veo como una persona antidemocrática, como a veces se quiere pintar. Creo que él está comprometido con la democracia. No creo que podamos convencerlo de que tenga una visión crítica del pasado. Así como no ha habido arrepentimiento por parte de los tupamaros.

-¿Dónde se ve en el próximo período?

-Ah, me encantaría estar en el Poder Ejecutivo. Pero eso dependerá de los acuerdos que Luis haga. Yo soy un soldado del partido. Si tengo que quedarme acá (en el Parlamento) negociando, lo haré encantado porque el proyecto común es el que nos importa. Claro que después de 35 años de legislador me gustaría tener una etapa ejecutiva.

El triunfo de los blancos a la vista y “la vida” de la coalición

-Después de 15 años, su partido en coalición recupera la mayoría parlamentaria. ¿Visualiza el triunfo el domingo 24?

-Sí. Sí lo visualizo. No quiere decir que nos tenemos que descansar. Pero sí está al alcance de la mano. Creo que estamos con un excelente conductor que es Luis, que ha previsto todos los escenarios. Una de sus grandes virtudes es que no improvisa. Me parece que son tiempos donde no se necesitan presidentes que improvisen. Que se piense en la jugada antes de que se dé. Sin triunfalismos.

-¿Cuánta vida le da a la coalición?

-Le doy vida. Al menos cuatro años y después naturalmente cada uno tendrá sus perfiles electorales pero apuntamos a tratar de generar una solidez que la va a dar el Presupuesto. El compromiso es gastar menos para aflojar más, y empieza a regir el 1° de enero de 2021. Es decir, para ver los resultados de lo que vamos a hacer el primer año se van a necesitar los otros tres. El crecimiento y el éxito es lo que nos va a unir. Si nosotros fracasamos en el primer año, si le ponemos agua al vino en lo que tiene que ser el recorte del gasto, nos vamos a estar equivocando. No lo veo a Luis Lacalle Pou en ese sentido.

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