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Eduardo Bonomi vivifica en una novela “la destrucción” previa al 2005

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Eduardo Bonomi en el Parlamento. Foto: Fernando Ponzetto

ENTRE LA POLÍTICA Y LA LITERATURA

En Código 79, su primera novela, se cruzan en Montevideo historias de trabajadores, futbolistas, policías y narcotraficantes.

La política y la literatura suelen cruzarse. Alejo Umpiérrez, Constanza Moreira, Daniel Radío son algunos de los uruguayos que han editado poesías o ficciones. El presidente, Luis Lacalle Pou, incursionó con “Guapo el japonesito”, un cuento corto publicado en julio de 2012 en un blog de El Observador. Y el que tomó la posta en esta tradición es el senador Eduardo Bonomi, ministro durante los 15 años de los gobiernos frenteamplistas.

En Código 79 (Sudamericana), su primera novela, emergen en el oeste de Montevideo historias de marginalidad, trabajo y delincuencia. Una investigación periodística es la excusa para montar intrigas en las que se cruzan el laburante al que le matan a un sobrino, los trabajadores de la fábrica de pescado, futbolistas, policías, narcos.

“Es un ambiente que yo conocía del barrio: la pesca, el fútbol y algunos hechos delictivos que conocí mucho antes de ser ministro, por los trabajadores de la pesca, por algunas cosas que les pasaban. La forma en que delinquen (los personajes) es como delinquen (en la vida real) y de eso tomé consciencia clara en el Ministerio del Interior”, contó Bonomi a El País.

El germen de la novela surgió en 2017, cuando ya llevaba siete años al frente del Ministerio del Interior, en un viaje oficial a China con escalas, de esos que se tardan entre 33 y 35 horas. “Mi gran tema de preocupación era no solo la situación de la delincuencia, sino cómo la sociedad, fuertemente influenciada por los medios masivos de comunicación, enfoca la delincuencia. De alguna manera hay gente que cree que criticándolos y demonizándolos, los achican y los harán cambiar de actitud, y es exactamente lo contrario”, relata el senador, que aclara que no se refiere al que delinquió por error, una sola vez o de una manera ocasional, sino al que está en una carrera delictiva. Se trata de esos menores de edad que se regocijan en el Inisa. “Les gusta el Inisa, pero es un premio chico. Ellos quieren ir a la grande. Lo dicen: ‘yo quiero ir a la grande’. Y la grande es Libertad o Comcar”.

Bonomi pensó en contarlo en un ensayo, pero consideró que no se iba a entender, que necesitaba “algo más vívido”, y así fue escribiendo, al comienzo entre aviones y aeropuertos, ficciones que transcurren entre La Teja, el Cerro y el Paso de la Arena, entre mediados de la década de 1990 y los últimos días del gobierno de Jorge Batlle.

La acción y los diálogos potentes, brotan al igual que las referencias políticas, que funcionan como marcadores históricos. Los personajes sufren la suspensión de los Consejos de Salarios, una medida de Luis Alberto Lacalle y sostenida por Julio María Sanguinetti, y se ilusionan sobre el final con la inminente llegada del Frente Amplio al gobierno. Padecen, sobre todo, el deterioro cultural. Algunos jóvenes logran zafar, pero otros sueñan con ser Fido Dido y se convierten en antihéroes, protagonistas por un rato de la destrucción social.

Bonomi niega que haya “un mensaje político” en su novela y alega que lo relatado tiene que ver con lo que pasó, con “una realidad social más que política”. Considera incluso que fue el Partido Colorado el que empezó “en serio” la lucha contra el narcotráfico. Sí reconoce un posible mensaje sobre “cómo evoluciona una sociedad cuando pierde fuentes de trabajo y a qué lleva la plata fácil”.

Portada de la novela de Bonomi. Foto: Me gusta leer
Portada de la novela de Bonomi. Foto: Me gusta leer

Su perspectiva de la prensa.

El narrador es un periodista de un semanario barrial, Ezequiel Flores Cuadrado, y la crítica a la prensa aflora en varios momentos. Los que aparecen en la prensa son los que están en la escala más baja del narcotráfico, en las bandas territoriales, el que distribuye. “Arriba hay gente”, advierte Bonomi por teléfono desde su casa. “Esa gente solo aparece cuando cae un embarque o un envío y tampoco son los de arriba, y los de arriba no son necesariamente de la misma composición social de los que están todo el día en la prensa”, agrega.

Cuando se le pregunta cómo debería trabajar la prensa desde su perspectiva, Bonomi pierde un poco la serenidad del escritor que está hablando de una novela y recuerda un episodio que lo marcó. “Yo ya aprendí que no me tengo que meter en cómo debe ser la prensa, porque una vez me metí, cuando fue el secuestro de Ignacio Rospide (en marzo de 2010, a pocos meses de asumir en Interior), y la Policía detectó cómo había sido, dónde estaba secuestrado, armó una operativa para recuperarlo, y empezamos a jugar la carrera contra la prensa, para que la prensa no informara. La perdimos, porque un canal informó del secuestro y otro canal quién había sido el secuestrado. Entonces, fracasó todo lo que Policía había planificado. Votaron qué hacían con el secuestrado. Ganó por un voto liberarlo, creo que tres a dos. ¡Por un voto no lo mataron! Hicimos reuniones con medios de prensa y defendieron el derecho a decir lo que tenían que decir”, dice Bonomi, que recuerda otro episodio similar durante el secuestro de Milvana Salomone.

Milvana llega a su casa. Foto: Marcelo Bonjour
Milvana llega a su casa. Foto: Marcelo Bonjour (Archivo)

Mientras Bonomi sigue escribiendo historias hermanadas con Código 79, otro político se apronta para debutar en el género. Álvaro García, letrista de murga y exministro de Economía, publicará próximamente un thriller vinculado al Carnaval.

En duda cifra de homicidios

Renunciá, Bonomi” se convirtió en una frase hecha. El senador está convencido de que hubo “una voluntad de generar una antipatía” hacia su figura y admite que “en algunos casos lo lograron, pero en la calle no se nota tanto”. El exministro considera que “han hecho una construcción a fuerza de voluntad política” y ahora siguen con todos los que integraron el gobierno. “Están demonizando, a veces forzando demasiado las cosas”, agrega.

El senador considera que fue demonizado a través de la presentación de resultados. “Si bien ahora el Ministerio del Interior se esfuerza en mostrar otros resultados, en noviembre la prensa informó de 29 homicidios y el ministerio informó de 21. Creo que la gente se da cuenta”, advirtió Bonomi.

Este debate sobre las cifras de homicidios oficiales y la publicada por los medios de prensa se dio durante gran parte de la década en la que Bonomi estuvo al frente del Ministerio del Interior. En la vereda de enfrente, publicando periódicamente datos diferentes y cuestionando la veracidad de las cifras oficiales estaba Fundación Propuestas, mejor conocida como Fundapro, un organismo del Partido Colorado, vinculado principalmente al sector Vamos Uruguay, que lideraba Pedro Bordaberry. El responsable de los análisis y valoraciones políticas de Fundapro, Guillermo Maciel, es el actual subsecretario del Interior.

Maciel y Bonomi están hoy en veredas radicalmente opuestas, y la disputa por las cifras sobre homicidios se reedita. Por su parte, Fundapro ya no existe más. El último reporte del Observatorio de Seguridad Ciudadana y Mapas del Delito de Fundapro fue publicado el 5 de noviembre de 2019, unos días antes del balotaje que llevó a la coalición multicolor al gobierno.

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