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De cuajo

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LA COLUMNA DE PEPEPREGUNTÓN

Al que no lo abordaron para robarle una campera o un par de championes, lo amenazaron con una navaja o hasta con un arma para sacarle la mochila del colegio o 20 pesos.

El uruguayo promedio vive con miedo. Se siente inseguro. Y se entiende.

Al que no le robaron el celular ya le rompieron más de una vez el vidrio del auto.

A la que no la arrastraron por la calle para robarle la cartera, le arrebataron el monedero.

Al que no le entraron a su casa o a su negocio, le robaron el auto, o la moto, o la bicicleta.

El que vive en una casa, pone rejas, cercas electrificadas, puertas blindadas y cámaras de seguridad. El que vive en apartamento, teme que cuando llega con el auto, los delincuentes entren con él. El que vuelve de noche, se acostumbra a dar una vuelta a la manzana para ver si bajarse del auto es seguro.

Los robos aumentan exponencialmente. Las estadísticas ya no le interesan a nadie. Porque hay delitos que ya nadie denuncia. ¿Para qué? Si nadie va a hacer nada. Si nadie va a investigar nada. ¿Alguien denuncia que le robaron la cartera o le arrancaron el celular de la mano? ¿Alguien tiene dos horas para relatar en una seccional lo que todos sabemos que nadie va a aclarar? Nadie. Ya estamos todos resignados. A que nos roben. A ver cómo roban a otros. A verlo en el noticiero o incluso en plena calle. A contemplar cómo matan a la gente por nada. A pensar si alguien de nuestra familia, o un amigo, o nosotros mismos, no seremos la próxima víctima por estar en el lugar equivoca-do en el momento menos oportuno.

Al ministro del Interior no le importa. Lo tiene completamente sin cuidado. Él solo quiere permanecer en el cargo. Transcurrir. Está atornillado. No tiene argumentos para defender una gestión que ha fracasado. Entonces, en lugar de explicar, ataca y agrede. ¿Qué tiene que ver el padre de Bordaberry, al que la historia y la Justicia de este país ya juzgaron como correspondía y merecía, con las explicaciones que pide su hijo en el Senado? Nada. Pero Bonomi, que sería el menos indicado para hablar del pasado de alguien, agrede. Ensucia la cancha. Otros le ayudan, desde sus bancas, para que se debata de todo menos de lo que a la gente le preocupa. Pero, ¿a quién le importa la gente? Al ministro está claro que no. ¿Y entonces? ¿Qué podemos esperar de la seguridad pública? Solo que las cosas empeoren. El ministro no tiene autocrítica. El presidente no tiene Plan B y no tiene otra que respaldar al funcionario que Mujica, Lucía y la barra, le impusieron. Lo demás, es lo de menos. Queda un año y algo de gobierno, y nada va a cambiar en ese tiempo en materia de seguridad. Las cosas podrán seguir igual de mal o incluso empeorar.

Hasta que termine este gobierno, Bonomi podrá seguir burlándose de todo y de todos. Le tomará el pelo a la oposición y podrá seguir diciendo que la Policía uruguaya es la envidia del FBI, de CSI Miami y de la Guardia Nacional Bolivariana. Pero serán las urnas, que suelen arrancar de cuajo a los que se acostumbran demasiado a un sillón, las que dirán por cuánto tiempo.

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