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Uno de cada cinco admite que en su barrio hubo cierto clientelismo

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Partido Nacional, Partido Colorado y Frente Amplio. Foto: Fernando Ponzetto.
Fernando Ponzetto

LOS URUGUAYOS Y LA POLÍTICA

Un estudio de la Universidad de la República y la consultora Factum muestra alta desconfianza de los uruguayos en sus políticos.

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Uno de cada cinco uruguayos admite que, en el último año electoral, hubo en su barrio vecinos que recibieron favores o ayuda material de políticos. Son bastante menos -casi diez veces menos- los que reconocen que ellos mismos fueron los que recibieron esas preventas de candidatos o caudillos locales. Y aunque la realidad pueda no ser tanto ni tan poco, existe. El clientelismo, también.

Así lo deja en claro la quinta ronda del Comparative Study of Electoral Systems, un proyecto que analiza la marcha electoral en 58 países y que en Uruguay lideró la Universidad de la República y la consultora Factum.

En las 1.200 encuestas -representativas de la población uruguaya en edad de votar- algo quedó demostrado: la quinta parte reconoce que, previo a la última elección nacional, hubo clientelismo en su barrio y esa percepción casi no parece verse alterada por el nivel educativo, el contexto económico ni el partido político del entrevistado.

“La famosa ayuda con bloques, chapas y el llevarse votos a costa de ejercicios clientelares no es nuevo”, dice el sociólogo Eduardo Bottinelli, uno de los líderes de la investigación local. “Pero lo interesante de este estudio es que desmitifica que esta sea una práctica exclusiva del interior profundo o de zonas de pobreza; al contrario, es más homogénea y extendida de lo que se pensaba”.

Solo hay dos variables que, aunque en una modesta implicancia, parecen cobrar fuerza: a medida que desciende la edad del encuestado, aumenta el reconocimiento del clientelismo en su barrio (25,5% de los más jóvenes contra el 14,6% de los mayores de 47 años); y en Montevideo la percepción de prebendas es, al contrario del prejuicio, mayor que en el interior (22,1% contra 14,8%).

Según la cientista política Lucía Selios, otra de las responsables del proyecto investigativo, en la capital podría haber incidido que algunos grupos “evangélicos y del sartorismo trabajaron pila pagando a la gente en las internas”, aunque, explica, “no hay que pensar el fenómeno como algo puntual y atribuible a un sector”.

Tanto es así que, según Bottinelli, “el uso de las fuerzas de las intendencias y cómo ellas cambian sus dinámicas en los años electorales sucedía antes y sucede después de la reforma electoral”.

Eso explica, agrega el analista, que el continuismo de un partido en el gobierno departamental o la reelección “sean tan frecuentes en Uruguay”. ¿Por qué? “Cierto clientelismo es uno de los tres aspectos que consolidan a los candidatos que tienen el poder”.

Los otros dos elementos son la tradición cultural (“Rivera es colorado, Cerro Largo es blanco y Montevideo es frenteamplista”), y la evaluación de la gestión del gobierno departamental de turno (“si es positiva, la reelección es muy probable”).

Malestar

El periodista peruano-español Eric Frattini decía que “la política es el arte de obtener el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros”. Bottinelli y Selios discrepan con ese razonamiento, aunque también admiten que otras tantas frases que manifiestan cierto malestar con la política -y los políticos- están calando hondo.

Parecería haber dos fenómenos en simultáneo en la actualidad: “Hay un malestar, como sentirse defraudado por el político, y luego una desconfianza más crónica sobre el sistema en sí”, dice Selios.

¿En qué se refleja eso? El 67% de los uruguayos está en desacuerdo o muy en desacuerdo con la siguiente frase: “La mayoría de los políticos son confiables”.

Distintas mediciones con distintas preguntas vienen reflejando lo mismo: Uruguay vive un proceso de caída de la confianza en los políticos y descreimiento en la democracia. La buena noticia es que, en comparación con sus pares latinoamericanos, sigue siendo el país que “está mejor”.

La mala noticia es que, a juzgar por Bottinelli, “el accionar político está haciendo poco para cambiar esta marcha y es un problema”.

Según el sociólogo, “las acusaciones cruzadas constantes, las críticas éticas y morales, el compararse por lo malo y no lo bueno, solo deteriora aún más al sistema político”.

¿Cada pueblo tiene los gobernantes que se merece? “En parte es así, mientras los pueblos sigan eligiendo a los gobernantes que tienen. Esto no es una deslegitimación del sistema, pero sí hay que aprender de las señales preocupantes que muestran estas mediciones: la gente está insatisfecha”, dice Bottinelli.

-El último ciclo electoral tuvo a varios outsiders: Edgardo Novick, Juan Sartori, Ernesto Talvi y también Guido Manini Ríos. ¿Ese es el espacio que deja la insatisfacción?

-Sin dudas. Son perfiles distintos que vienen a llenar vacíos o, al menos, responder a necesidades. Necesidades que no se llenan con un favor -responde Bottinelli.

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Cabildantes con más recelo del político

La sociedad abierta es “una asociación de individuos libres que respetan los derechos el uno del otro dentro del marco de la mutua protección proporcionada por el Estado y que logra, mediante la toma responsable y racional de decisiones, una vida más humana y rica para todos”. Esta definición del filósofo austríaco Karl Popper parece estar en problemas: algo más de la mitad de los uruguayos piensa que “la mayoría de los políticos no se preocupan de las personas”.

Este pensamiento -o sentimiento- de recelo al político aparece con más intensidad entre los cabildantes. El 62,3% de aquellos que en octubre votaron por la fórmula liderada por Guido Manini Ríos sostiene que los políticos no se preocupan de las personas.

El guarismo cae al 57% entre los votantes blancos, al 52% entre los frenteamplistas y al 47% entre los colorados.

En este sentido, dice la cientista política Lucía Selios, “es probable que el voto a Cabildo Abierto, como un partido nuevo y con un líder nuevo para el elenco político, sea la consecuencia de la desconfianza previa de esa parte del electorado”.

En esa misma lógica, los cabildantes piensan en mayor porcentaje que los políticos no son confiables (74,8%), pero, a diferencia de lo que podría ser el prejuicio, el apoyo a la democracia como “sistema preferible aun con sus defectos” es similar al resto de los partidos políticos. El 87% de los cabildantes prefiere la democracia.

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