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Ellos no

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Gallito Luis. Foto: Leonardo Mainé

LA COLUMNA DE PEPEPREGUNTÓN

Casi todos los uruguayos están pasando penurias. Pero no todos. Los funcionarios públicos no. Ellos no.

Para casi todos los uruguayos estos son días de incertidumbre. Los efectos económicos de la emergencia sanitaria han venido a empeorar significativamente una situación que, digámoslo, ya era extremadamente compleja antes de que el virus llegara al país.

El que tiene una empresa, un comercio o un pequeño emprendimiento personal o familiar se pregunta cada día cómo hacer para mantener su negocio en pie. Muchos han tenido que tomar la dolorosa decisión de enviar a parte de sus colaboradores a casa, de manera temporal o definitiva. Otros han echado mano a los ahorros de años de trabajo y sacrificios, rezando para que la tormenta pase rápido. Y no pocos, en particular los que operan en las áreas del turismo, las fiestas o el entretenimiento, viven días de enorme incertidumbre y angustia, sabedores de que no todos podrán subsistir a este desastre.

Los trabajadores del sector privado transitan su propio vía crucis. Cientos de miles fueron enviados al seguro de paro total o parcial, o directamente perdieron su empleo. Otros tantos, que vivían con “la del día”, se quedaron sin sustento y pasaron a vivir de la asistencia del Estado o de la caridad. Los que no perdieron el empleo se preguntan si mañana no les tocará a ellos, mientras deben trabajar por ellos y por los que se marcharon.

Casi todos los uruguayos están pasando por estas penurias. Pero no todos. Los funcionarios públicos no. Ellos no.

Ellos saben que, pase lo que pase, nadie les podrá despedir ni enviar al seguro de paro. El trabajo lo tienen asegurado. Son inamovibles.

Si las cuentas no le cierran al Estado o si el déficit se dispara, ellos no tienen por qué preocuparse. No corren riesgo alguno.

Si el Estado ve desplomarse sus ingresos y, a la vez, debe aumentar exponencialmente sus gastos para atender las consecuencias sociales de la pandemia, a ellos no los afecta. Por el contrario, se movilizan reclamando que el Estado gaste más y más. ¿De dónde saldrá ese dinero? Del bolsillo de los contribuyentes.

Ahora el gobierno manda una Ley de Presupuesto que, sin tocar áreas sensibles del Estado, plantea no cubrir vacantes en aquellas reparticiones de la Administración Pública donde se entiende que hay recursos humanos suficientes.

¿Qué dicen ellos? Que no. Que de ninguna manera. Que deben cubrirse todas las vacantes. Que hay que seguir tomando empleados públicos, como si el país estuviera viviendo días de gloria y el dinero sobrara. Que se ajusten otros. Que el sacrificio lo hagan otros. Que a ellos no los toquen. Faltaba más.

Cualquiera puede quedarse sin trabajo. Ellos no.

A cualquiera le pueden pedir un sacrificio en momentos duros. A ellos no.

Ellos son diferentes. Una casta especial. Privilegiada. Si hay bonanza y la plata abunda, ellos ganan. Si hay crisis y la plata falta, ellos no pierden.

Todos pagamos impuestos, cada vez más altos, para que a ellos se les cumpla con todo lo que reclaman. Si no, hacen paro y nos dejan sin escuelas, sin combustibles, sin bancos públicos o atención en hospitales.

¿O miento?

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