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LA COLUMNA DE PEPEPREGUNTÓN

Ellos mandan. Ellos han definido que en este país no hubo una guerra. Nada de eso. Y también han determinado que si alguien pone sobre la mesa “la teoría de los dos demonios”, ese alguien apoyó la dictadura, las torturas y la desaparición de personas.

Ellos han escrito la historia a su gusto y conveniencia. De un lado estaban los buenos, los “soñadores” y “románticos” que combatían un sistema podrido y corrupto. Del otro, el monstruo que los perseguía, los detenía, torturaba y desaparecía. Unos luchaban por el bien de todos. Los otros eran unos hijos de su madre que solo pensaban en aplastar a los que querían lo mejor para el Uruguay y los uruguayos.

Ellos le hicieron creer a muchos que los tupamaros y todos los que se levantaron en armas en los 60 y comienzos de los 70 combatían una dictadura. Cuando alguien se atreve a decir que los tupamaros robaban, secuestraban y asesinaban en democracia, se muestran indignados. Y preguntan si acaso había una democracia plena durante los dos gobiernos blancos y colorados contra los que se alzaron.

Ellos son los que hoy definen quiénes pueden hablar y quiénes deben ser silenciados. A los primeros (los Mujica y las Topolansky, los Rosencof y los Engler, los Zabalza) se los puede, por ejemplo, entrevistar. Su voz es necesaria, dicen. Es gente que pudo haberse equivocado, aunque nunca reconoce error alguno. Muy por el contrario, ninguno de ellos pide disculpas por ninguno de sus horrores. Y todos los 8 de octubre reivindican la trágica Toma de Pando. Y se abrazan a los Castro y al Ché, a los Chávez y los Maduro, a los Kirchner. Pero son “los buenos”.

Para los otros, el tratamiento es diferente. Si callan, son unos cobardes. Si hablan en un juzgado o en un Tribunal de Honor, mienten. Y si conceden una entrevista, la periodista que la hizo y el medio que le dio espacio deberían caminar con la cabeza gacha, y pedir disculpas por haberle dado voz a un represor, torturador y asesino.

Ellos determinaron que ellos pueden decir lo que quieran. Si Mujica dice que hay casos en que la tortura se justifica, como lo hizo hace algunos meses, no pasa nada. Entre ellos se perdonan todo. Todo tiene una explicación, una justificación. Si Gavazzo avala la tortura, le hacen un escrache en la puerta de la casa, y florecen los periodistas militantes que se la agarran con la periodista que hizo la entrevista.

Así son las cosas. Hay algunos a los que se les perdona y también festeja todo, y otros a los que no se debería ni dejar a hablar.

En el medio estamos los ciudadanos que, ni apoyamos la guerrilla, los secuestros, los robos y los asesinatos de los tupamaros y otros grupos de izquierda radical, ni avalamos la represión desenfrenada, la tortura, los crímenes y las desapariciones de personas de policías y militares.

Que nos asquea lo uno y lo otro. Y que pedimos a esos dos demonios que, de una buena vez, se arrepientan de habernos arrastrado a todos a aquellos lodos. Y también que nos dejen, finalmente, construir en paz un futuro para los que vienen. Que con tanto pasado no va a crecer el empleo ni la economía, ni a mejorar la seguridad pública ni la educación, ni volveremos a ser lo que alguna vez fuimos. ¿Es mucho pedir?

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