Publicidad

El narco del contenedor: un invisible millonario

Compartir esta noticia
Narcos utilizaron producción nacional para ingresar cocaína en el poderoso mercado europeo. Foto: Fernando Ponzetto.

Con mansión en el este

Amir Alial González (67), conocido como "el Turco", el jefe narco que pretendió enviar un cargamento de 417 kilos de cocaína hacia el continente europeo, era un próspero empresario que no exhibía su riqueza.

La investigación de la fiscalía de Estupefacientes, a cargo de la fiscal Mónica Ferrero y un equipo de especialistas pertenecientes a la Dirección General de Represión al Tráfico Ilícito de Drogas (Dgrtid) de la Policía, permitió ubicar varios de sus bienes personales en los departamentos de Montevideo y Maldonado.

Uno de los negocios con los que contaba el ahora imputado era el boliche "El perro que fuma", un bar clásico del Mercado del Puerto. Además, tenía una red de pequeños comercios en el Cerro de Montevideo, entre ellos había una juguetería, una farmacia, una pizzería y una papelería.

Además, dentro de sus propiedades figura una mansión en la zona de la Laguna Garzón y un yate amarrado en el puerto de Punta del Este, según consignó ayer Subrayado.

En la causa hay siete procesados, entre ellos un contador, tres personas involucradas en la logística, una funcionaria de Aduanas, un consumidor de pasta base que "compró" la empresa a cargo de la exportación por cinco mil dólares y el propio empresario.

La investigación policial apunta a que el Turco se dedicaba a oficiar de nexo entre narcos de Bolivia y Colombia con distribuidores de Europa. Una de sus tareas era la de colocar la droga en embarques por vía marítima. De las investigaciones también surge que el empresario ingresaba al Puerto de Montevideo con total comodidad debido a que también estaba vinculado a negocios con la pesca.

Fuentes del caso explicaron a El País que la lana ubicada en el contenedor sería lo que se llama en la jerga "puntas quemadas" o "garreo", un subproducto de la esquila de escasa o nula colocación en el mercado internacional.

No obstante, se trata de un producto residual que tiene mucho olor, un elemento que podría haber sido parte de una estrategia para que los perros no detectaran la droga. También se supo que el "garreo" provenía de Argentina.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad