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El "manual" de los delincuentes cuando son arrestados o juzgados

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Al momento de ser detenido, el delincuente abandona la violencia y finge sumisión. Foto: A.Colmegna.
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ARCHIVO EL PAIS

En la soledad de la noche en una cárcel, un grupo de presos conversa sobre cuáles son las mejores estrategias para evitar ser procesados o, en caso de ser remitidos, disminuir la pena.

Generalmente es un preso viejo quien enseña, en la "planchada" (pasillos de un penal) a jóvenes reclusos sobre cuáles son los comportamientos a seguir a la hora de ser detenidos. Algunas de ellas han dado resultado, según dijeron a El País operadores judiciales.

"Todo delincuente tiene una forma de actuación prefabricada para lograr que se mitigue la detención y su procesamiento", dijo a El País el fiscal penal, Gustavo Zubía.

Al llegar la Policía, el bandido modifica su actitud agresiva cuando percibe que está a punto de ser detenido o se encuentra en inferioridad numérica. En un segundo cambia. Se tira el piso, levanta los brazos hacia su espalda y, si pudiera, se pondría él mismo las esposas. Después de ser detenido, da alaridos de dolor para llamar la atención de sus familiares, quienes presionarán a policías para que lo liberen. Ya con las esposas, amenaza a testigos presenciales con frases como: "Sé dónde vivís", "Sos boleta" o "Tu hijo va a terminar en una cuneta". También manda a amenazar a los testigos. En la mayoría de los casos, esa "tarea" recae en su madre o en alguno de sus hermanos.

Una estrategia que ya es un clásico es cambiarse de ropas entre los delincuentes para evitar ser reconocidos por la víctima o algún testigo. También se cortan el pelo o la barba en los calabozos del juzgado con un objetivo similar.

Una jueza penal relató a El País que un delincuente llegó a conseguir una tijera en un juzgado y la usó para cortarse la barba. "Quería cambiarse el look", ironizó la magistrada.

Una estrategia que en los últimos tiempos ha dado resultados a los delincuentes es llevar un arma verdadera y otra de juguete al lugar donde harán una rapiña. En caso de ser perseguidos por la Policía, se descartan del arma real y se quedan con la de juguete. Van a prisión por la rapiña. Pero como los tribunales de apelaciones no contabilizan el arma de juguete, la pena se rebaja. Otra "táctica": al ser perseguidos, tiran hacia atrás sin dejar de dar la espalda al policía. Si este lo hiere o lo mata, podría ir a la cárcel.

Una estrategia novedosa y nauseabunda la utilizó un preso hace dos meses en el carcelaje del Centro de Instrucción Criminal. Se untó cabeza, tórax, brazos y piernas de excremento. El acusado sabía que ya habían pasado 24 de las 48 horas del plazo legal para que el juez de la causa definiera sobre su procesamiento. Con esa conducta, pretendía que lo llevaran a bañarse y que la audiencia fuera fijada para el día después. Si en la mañana siguiente elaboraba otra "jugada", quedaba libre al sobrepasar los plazos legales de detención.

Los delincuentes usan varias otras "tácticas" cuando están frente a los operadores judiciales, entre ellas:

1) Pedir el "cacareo". Se trata de un careo con la víctima o un testigo. Saben que nadie quiere dar la cara o sufrirá represalias en el barrio.

2) Atacar a operadores judiciales. Para ello rompen vidrios del box, agarran lapiceras o partes de computadoras de los funcionarios que toman testimonio a los indagados.

3) Tergiversar declaraciones. Un ladrón fue atrapado con una moto robada. Dijo que el dueño era un pobre hombre y que lo que estaba haciendo era llevársela a su casa porque los "chorros" la habían dejado tirada. O una declaración de este tenor: "Yo rapiñé porque tenían a mi hermano amenazado en la esquina, señor juez".

4) Autoinfligirse heridas en el celdario de los juzgados. El objetivo es dar lástima a los operadores judiciales, o ganar tiempo en visitas médicas.

5) No facilitar el interrogatorio judicial. Al juez o al fiscal los interrumpen en forma continua para obstaculizar el hilo del relato. También efectúan manifestaciones de inocencia.

6) "Acá mando yo". Hablan fuerte, con prepotencia y utilizando la jerga carcelaria. Abren las piernas y ocupan el mayor espacio posible en el box del juzgado. Su mensaje a los operadores judiciales es: "Yo estoy acá, copo la parada".

A los presos que a todo tienen una explicación, se los denomina "hábil declarante" en la jerga tumbera. Rápidamente obtienen fama dentro de las cárceles.

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Al momento de ser detenido, el delincuente abandona la violencia y finge sumisión. Foto: A.Colmegna.

Tácticas: amenazar a testigos, infligirse heridas y presionar a los jueces

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