Cuando no eran pocos los que creían que tras 25 años de mala gestión el Frente Amplio podría tener problemas para mantenerse en el gobierno de Montevideo, la coalición de izquierdas sacó de la galera un nuevo conejo.

No parecía fácil. Porque la ciudad está sucia. Porque el tránsito es un caos. Porque las obras brillan por su ausencia, o por su escasa utilidad y altísimo gasto (léase Corredor Garzón). Porque Adeom sigue mandando. Porque lo que los montevideanos pagan por concepto de impuestos va, principalmente, para pagar sueldos de trabajadores que no siempre trabajan y para financiar una burocracia que cada día luce más ineficiente.

Así, era difícil generar esperanza. Llamar a la alegría. Hablar de "cambio" sin sonrojarse.

Entonces, hicieron un pase de magia que, en verdad, debería aplaudirse de pie.

Comenzaron por desempolvar, a la vista de toda la platea, a Daniel Martínez. Sí, al mismo al que habían obligado a bajarse hace cinco años, para dar paso a Ana Olivera.

Después, hicieron aparecer a Lucía. Al principio, desganada. Que no quiero. Que Pepe no quiere. Que Manuela. Que la barra. Que no. Pero al final, que sí.

De pronto, la magia se había instalado en el escenario. Con un simple soplido Ana Olivera desapareció ante nuestros ojos (dicen los que no creen en los magos que en realidad se fue por la puerta de Santiago de Chile, rumbo al Mides).

Y entonces, el acto final. Nos presentaron a Lucía como la candidata del Pepe y a Daniel como el candidato que evitaría que Lucía y el Pepe se apoderaran de Montevideo. ¿Usted qué quiere? ¿Que gane Lucía o que le ganen a Lucía? ¿Para qué va a votar al Partido de la Concertación, si lo que hay que definir es qué Montevideo queremos? ¿El de Lucía o el de Daniel?

Las encuestas, mostrando una paridad entre ambos cuando la mayor parte de la gente todavía no sabe ni qué día se vota, hicieron el resto. Están parejos. Tu voto define. ¿Vas a tirar tu voto a la basura, apoyando a alguien que no puede ganar, cuando podés elegir intendente de Montevideo?

Magia pura. Nadie habla ya de la mala gestión del Frente Amplio en Montevideo. De la basura que desborda los contenedores. Del tránsito. Del Corredor Garzón. De los casinos municipales. De la opacidad de algunas concesiones. Nadie. Todos se han quedado de boca abierta mirando la galera del mago. Y perdieron de vista sus manos.

¿Es ya demasiado tarde? ¿Despertarán blancos, colorados e independientes, y darán la pelea que deben dar? ¿Lograrán hacer entender a los ciudadanos que Daniel no es diferente de Ana, que no era diferente de Mariano, ni de Ricardo, ni de Tabaré?

¿Será que la gente votará en Montevideo por sus convicciones o que todos se dejarán arrastrar, como por arte de magia, a una feroz competencia entre dos actores que suman para el mismo bando?

Y si lo hacen, si sienten que deben volcar la balanza hacia Daniel para que no gane Lucía, ¿a quién le irán a protestar luego? ¿A la FIFA? ¿O al FA?

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La columna de Pepe preguntón