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Una guerra de bandas interrumpió un partido que terminó con dos muertos y 60 disparos

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La Mendozina: la balacera se produjo en las inmediaciones de una cancha el 20 de abril de 2018. Foto: Archivo

PIEDRAS BLANCAS

Una balacera entre bandas criminales durante un encuentro jugado en 2018 en "La Mendozina" se cobró la vida de Nicolás Ferreira y Maicol Palumbo. Un hombre fue condenado a 21 años de cárcel.

Las voces de los jugadores de fútbol y del público se enmudecieron en cuestión de segundos. En tanto, en las inmediaciones de la cancha “La Mendozina”, en Piedras Blancas, donde se disputaba el duelo entre el Club Capitán Tuala y el Borro F.C., los vecinos pensaron que uno de esos dos cuadros barriales había salido campeón. Creyeron que los estruendos que interrumpieron la noche eran fuegos artificiales.

Enseguida se dieron cuenta que no: eso no era un festejo. Ahí empezaron a correr de un lado hacia otro en busca de refugio, intentando evitar que los alcanzasen los disparos.

“Salimos y era todo el mundo corriendo para todos lados, saltando para todas las casas, para adentro de los contenedores. Vi cómo desde un auto tiraban balazos”, declaró un testigo de lo que ocurrió aquella noche del viernes 20 de abril de 2018, en que el deporte pasó a un segundo plano.

Eran dos autos que se disparaban entre ellos. Y a su vez, desde uno de los coches se disponían a matar a sangre fría a dos jóvenes que caminaban por el lugar. Así lo advierte la sentencia judicial que se emitió el pasado viernes y a cuyo texto tuvo acceso El País.

Doble homicidio.

Eran cerca de las 22.45 horas cuando Nicolás Ferreira y Maicol Palumbo se levantaron de sus asientos para ir hacia un almacén cercano a comprar cigarrillos. Mientras caminaban, la atención del público se centraba en los 22 jugadores que con fervor se disputaban cada pelota. La intención de los dos jóvenes, de 21 y 25 años de edad, era volver al lugar para terminar de ver el partido. Pero, eso nunca ocurrió.

Algunos testigos declararon ante el fiscal de Homicidios de 1° Turno Juan Gómez, a cargo de la investigación, que vieron cómo los dos autos llegaron a las inmediaciones de “La Mendozina” y también cómo comenzó la balacera. Desde uno de los coches, un Citroen blanco, dispararon contra Ferreira y Palumbo.

Un vecino los vio a ambos tirados en el piso. “Cuando miré a la esquina, al lado de una palmera, vi a los dos hombres; uno de ellos me pidió ayuda, el otro no sé si estaba con vida”, declaró y agregó que segundos después, del interior de uno de los autos, alguien gritó “rematalo”. Ahí fue que empezaron otra vez los disparos. Él se tuvo que esconder atrás de un muro. Desde allí sintió como “las ráfagas de las balas” le pasaban muy cerca.

Fueron 59 las vainas que la Policía encontró cerca de la cancha luego de la balacera. Ferreira y Palumbo murieron en el lugar. En el cuerpo de uno de ellos se encontraron 25 heridas causadas por las armas de fuego. En el otro cuerpo, 12.

Según indicaron fuentes de la investigación a El País el motivo de la balacera entre esos autos correspondía a una disputa entre dos bandas criminales: “Los Chingas” y “Los Camalas”.

Luego de que sus ocupantes acribillaran a las dos víctimas, el auto blanco, que llevaba una matrícula apócrifa, salió a toda velocidad. Pero, la huida fue interrumpida al chocar contra un cordón. Rompieron el eje delantero.

Todos los que viajaban allí, entonces, salieron corriendo con sus armas en las manos. Uno avanzó unos metros y volvió, se sacó el buzo, se sentó en el lugar del conductor y se escapó otra vez. Los investigadores presumen que intentó borrar las huellas dactilares del volante. De todas maneras la Fiscalía, tras una minuciosa investigación, logró reconocer su figura gracias a las cámaras que había en la zona. Lo rastrearon y allanaron su casa. Allí encontraron dos de las cuatro armas que se usaron la noche del partido.

El armamento estaba modificado para realizar hasta 900 disparos por minuto. Eran ametralladoras.

El pasado viernes la Justicia falló sobre este caso y condenó a un hombre a 21 años de prisión por dos delitos de homicidio y uno de receptación.

Palumbo era peluquero, acababa de ser padre y no tenía antecedentes. Ferreira había estado en prisión en 2012 por rapiña, y estaba esperando para entrar a jugar en el partido que se iba a disputar después. Ninguno de los dos tenía armas esa noche.

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