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Jacobo Varela: cuando la educación es una herencia

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Según Varela, la atención al alumno es la mayor diferencia entre la educación privada y la pública. Foto: A. Colmegna.
Nota a Jacobo Varela Traverso, bisnieto de Jose Pedro Varela, en el Colegio E. Fernandez, Mvdeo., ND 20160222, foto Ariel Colmegna
Archivo El Pais

¿Cómo ve la educación actual el bisnieto del reformador de la escuela uruguaya, José Pedro Varela? Es vicepresidente de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular y cree que algunos de los valores del pasado podrían hacerles un bien a los problemas del presente. Opina que hoy faltan referentes que inspiren a los jóvenes.

De niño, Jacobo Dionisio Varela hubiera preferido ser pariente de Obdulio que de José Pedro. Cuando era escolar y se paraba, entre incómodo y vergonzoso, en el patio del colegio Elbio Fernández a cantarle a José Pedro, su bisabuelo, se convertía en foco de atención de sus compañeros que aprovechaban el momento solemne para señalarlo. La timidez que esto le generaba hizo que para él, pariente directo del gran reformador de la educación uruguaya, no se hiciera tangible la herencia intelectual de la familia hasta mucho tiempo después de haber perdido a su abuelo, única fuente de información que lo podría haber acercado a su antepasado ilustre.

El 3 de setiembre de 1869 José Pedro Varela tocaba la campana que hoy luce en el patio del colegio Elbio Fernández y con ese sonido metálico lo inauguraba ante solamente tres alumnos. Hoy, su bisnieto repite el gesto con la misma campana que, al igual que varios bustos y cuadros en la institución, hace honor al pensador y político. Jacobo se pone de pie delante de uno de los cuadros, incluso con más formalidad que el mismo José Pedro, y las cejas tupidas parecen ser el único parecido evidente.

Antes que este Jacobo hubo seis más en la familia Varela que se llamaron de la misma forma. El segundo nombre se otorgaba intercalado: Dionisio o Adrián. Por número impar, le tocó el primero. "Mi padre me enseñó que ser bisnieto de José Pedro Varela no me daba ningún tipo de favor ni nada por el estilo. Que era un niño más. Acá los méritos se los gana uno y no por el nombre que tenga", recuerda, con el retrato de José Pedro custodiando su espalda.

Este Varela se considera un autodidacta de la pedagogía, pero a través de lectura y no estudios profundos, aclara. Trabajó en formación de adultos, formó parte de la Organización Internacional del Trabajo y hoy es el vicepresidente de la Sociedad de Amigos de la Educación Popular (SAEP), que administra el colegio Elbio Fernández.

De José Pedro se dice en la familia que era bajo, de carácter fuerte y que tenía adoración por su esposa, Adela Acevedo. Que venía de una familia culta pero que no llegó a formar una gran biblioteca ya que murió joven, en plena ebullición de sus inquietudes intelectuales. De Jacobo se puede decir que es una persona formal y que la educación lo apasiona. Cuando se detiene en las cuestiones importantes, su voz se acelera y el tono se eleva, para luego volver a la rectitud que lo caracteriza, no sin una disculpa previa.

—Si su bisabuelo estuviera vivo, ¿imagina qué plantearía?

Si José Pedro estuviera vivo hoy, pegaría cuatro gritos, porque tenía un carácter infernal. Reclamaría contra cualquier oscurantismo, cualquier totalitarismo dentro de la educación, exigiría que no se ahogue a la educación bajo dogmas o doctrinas, que se eduque para la libertad de pensamiento y para la libertad en la toma de decisiones. Que no se piense en una educación única sino en esta, policultural. Aplaudiría que la educación que él quiso haya permitido que los habitantes del país diversificaran la oferta educativa de forma sana.

Referentes.

"Yo lo miro a veces y digo en la que me metiste", lamenta Jacobo, que cree que la educación siempre será el talón de Aquiles de toda administración, sea del color que sea. Esto, porque la sociedad cambia mucho más rápido de lo que podría acompasarse a los programas educativos, explica. Después de que suena el timbre de salida, este hombre ve cómo muchos niños salen con las llaves de la casa colgando del cuello, para llegar a un hogar en el que puede que estén algunas horas solos, y se preocupa.

—¿Qué se les debería enseñar a esos niños que llegan a su casa y no encuentran a sus padres?

—Lectoescritura, matemática y cálculo. La idea es ayudar, moldear a jóvenes para que puedan crecer con sentido crítico. En materia de actitudes creo que la palabra valores está sobrevalorada en el discurso y devaluada en la práctica. Para mí el valor respeto y el valor responsabilidad son los dos primeros que hay que reforzar cada vez más.

—José Pedro tenía ideas que se podrían considerar progresistas para la época. Pero, sin embargo, se conservó cierta rigidez en el sistema educativo luego de la reforma. ¿Cree que hace falta ser más estrictos?

En lo absoluto. Hay que tener esa firmeza con dulzura. En el mismo colegio lo tenemos: el tuteo. Es un tuteo que es una especie de falsa amistad. Quiere poco menos que limar distancias. Pero la distancia entre profesor y alumno es una distancia. Hay actitudes de docentes, como por ejemplo en la vestimenta. ¿El docente quiere o no ser un referente para sus alumnos? De pronto no quiere. Entonces adopta cualquier actitud, vestimenta, lenguaje, comportamientos. Hay otros docentes que pretenden ser ejemplos o moldear: "Miren, chicos, la vida es así y les muestro cómo".

—¿El docente que no quiere ser un ejemplo le parece un problema?

—No. Él es así, perfecto. No quiere ser un ejemplo o quiere ser un ejemplo de la anticultura, por así llamarle. Es su forma de vida y no hay una autoridad por arriba que le diga "no, así no debe ser". Está todo tan confuso incluso que no es políticamente correcto hacer notar vestimenta, pelo, barbas determinadas, cómo llevarlo, o un lenguaje determinado. Enseguida surge alguien que dice: "¿Por qué?". Los cambios son tan vertiginosos que si uno no tiene un apego a ciertas líneas del pasado, le pasan por encima y lo desvían a uno, como un barco que tiene el timón roto.

—¿Cree que hay una falta de referentes?

—Se ha entendido que no es conveniente tener referentes. Los programas tendrían que tener biografías de uruguayos que le han dado lustre al país, para decirles a los chicos "tú podes ser igual, tú podés llegar a ser este científico". Ahora tenemos un montón de uruguayos que están teniendo éxito en la NASA, en Europa, en montones de lados. Bueno, antes de eso teníamos un montón de científicos en Uruguay a los que nadie les conoce los nombres. Está faltando ese orgullo de uruguayos que trascendieron.

Privado o público.

El expresidente José Mujica tiene una frase célebre: "Educación, educación, educación". Pero para Jacobo, Mujica cometió un error "garrafal" en la elección de palabras. El mundo actual no es el mismo que aquel que encontró José Pedro cuando escribió el libro La Educación del Pueblo —de donde sale la frase "educar, educar, siempre educar". Ahora, con todos los recursos que hay, debería decirse "aprender, aprender, aprender", apunta Jacobo. Esto no interpela solo a los estudiantes, sino a sus padres, a que los empujen a usar los recursos que tienen a la mano para aprender, concluye.

Para Jacobo no hay diferencia entre la educación privada o pública. Se trata, dice, de una "falsa apreciación". Más en un país donde el Estado controla a los institutos privados y donde el grueso de la población estudiantil asiste a instituciones públicas, agrega.

—¿Qué problemas enfrenta actualmente la educación privada?

—Yo diría dificultades. Hay un sector de la sociedad que está notoriamente en contra de los institutos de educación privados. Es estar conviviendo con intransigentes que no toleran la existencia de alternativas y solo entienden el totalitarismo de una sola forma, que es la forma pública. Otro tema es que en todos los institutos de enseñanza, aproximadamente el 80% de su presupuesto son sueldos y salarios. En la ecuación paramétrica de los gastos influye enormemente la más mínima variación en sueldos y salarios. Por eso hay que ser muy cuidadoso en los Consejos de Salarios, tener en cuenta eso.

—Se suele decir que hay de una especie de desvalorización del docente, lo que se refleja en la cantidad de personas que deciden serlo. ¿Cómo se podría solucionar?

—Me eduqué en una época en la que el docente vivía de su salario y vivía bien. Era de dedicación completa. No hacían fortuna pero también se necesitaba menos para "vivir bien". Hoy en día vivir bien, con tanto objeto que nos rodea, es más costoso.

La vida buena es cara y los sueldos docentes jamás han sido de la parte superior de la pirámide en ninguna sociedad. Desde la antigua Grecia hasta ahora. Hasta eran esclavos. Mejorar los sueldos de los docentes hasta hacerlos salarios dignos, sí. Pero no engañarnos con que por doblarles el sueldo va a doblar su capacidad, su energía, su inteligencia, su entusiasmo por enseñar.

No puede estar corrigiendo los escritos en un ómnibus. Sería ideal que pudiera estudiar, preparar tesis, mantenerse, tomar seminarios, incluso dictarlos. Pero eso ya requiere una revolución en materia de docencia.

—¿Cuál es la diferencia entre la educación privada y la pública?

—Probablemente una mayor atención hacia el alumno. En años en que se discute el presupuesto, es lógico que todos los funcionarios públicos hagan las movilizaciones. El sector privado también tiene sus movimientos y acciones de fuerza del sindicato pero generalmente no son tan largas o tan generales. (Producción: Tomer Urwicz)

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Según Varela, la atención al alumno es la mayor diferencia entre la educación privada y la pública. Foto: A. Colmegna.

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