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Instinto obtuso y censurador

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Octavio Paz escribió que la dictadura desemboca inexorablemente "en las dos formas predilectas de la esquizofrenia: el monólogo y el mausoleo". El régimen cubano acaba de darle una vez más la razón al escritor mexicano. Con el agravante de haber mostrado también que el autoritarismo linda con la negligencia.

En un régimen autoritario, el desprecio visceral es más fuerte que las neuronas. Por eso se dispara una y otra vez en el pie, mostrando su naturaleza censuradora.

Si sus neuronas fueran más fuertes que sus instintos, el régimen habría permitido a Luis Almagro ingresar a Cuba para recibir el Premio Oswaldo Payá. Habría permitido también que ingresen a la isla el ex presidente mexicano Felipe Calderón y la ex ministra chilena Mariana Aylwin. De haber ocurrido así, la resonancia del hecho le habría resultado favorable. Pero no pudo con sus visceralidades y cometió una obtusa y resonante censura.

Ni siquiera puede alegar que les prohibió la entrada por tratarse de personajes que apoyaron o integraron dictaduras militares, o por representar ideologías repudiables. Tampoco puede criminalizar la historia de Oswaldo Payá, un demócrata inspirado en la doctrina social de la Iglesia, que jamás se vinculó con conspiraciones violentas. Incluso se negaba a recibir apoyo financiero del Gobierno norteamericano y era despreciado por la disidencia dura de Miami.

El problema del castrismo es que Payá era digno e intachable; su "Proyecto Varela" proponía un trayecto pacífico y consensuado hacia la democratización y su muerte dejó la sensación de haber sido planeada por los servicios de inteligencia y ordenada por un jerarca, recomendando "que parezca un accidente".

Haber prohibido la entrada a Cuba del titular de la OEA y de figuras respetables y democráticas de la región, expone impúdicamente el instinto censurador y la visceralidad de las dictaduras.

LA BITÁCORA

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