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Incomprensible

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De acuerdo a informes de la Cámara de Comercio y Servicios, tres de cada diez comerciantes uruguayos fueron objeto de al menos un robo en 2013.

Las cosas, empero, todavía podían empeorar. Y mucho. La misma gremial reveló que en 2014 seis de cada diez comercios de todo el país habían sido víctimas de robos.

En 2015 asumió el nuevo gobierno y la conducción del Ministerio del Interior no tuvo cambios. Y ya se sabe que no es razonable seguir haciendo lo mismo y aguardar resultados diferentes. Así que a la vez que continuaban los robos a comerciantes se comenzó a registrar una ola de asaltos a repartidores de bebidas. Los trabajadores del sector denunciaron 22 atracos con armas de fuego en 45 días e hicieron un paro parcial para llamar la atención de las autoridades respecto de la situación por la que atravesaban.

Los atracos a repartidores afectaron también a distribuidores de alimentos. Un trabajador de 40 años fue asesinado a sangre fría mientras se aprestaba a entregar mercadería en un comercio de Aparicio Saravia y Camino Lecocq. Tres días después, otro repartidor de alimentos fue asesinado por dos delincuentes que, además, balearon a su compañero de trabajo en una pierna.

Los atracos a taxistas y personal del transporte colectivo de pasajeros continuaron. Costaron vidas. Truncaron familias. Y vino la moda de asaltar estaciones de servicio y minimercados. Y de robar los peajes. Siempre con armas. Siempre poniendo en riesgo la integridad física de los trabajadores.

Hace apenas algunos días, la ciudad de Young salió a la calle para exigir a las autoridades que garanticen "la vida en paz", luego que el dueño de una provisión, de 63 años, fuera asesinado durante un asalto. El hombre no ofreció resistencia alguna (tal como pregona el Ministerio del Interior), pero de todos modos el asaltante le asesinó frente a su esposa e hijo.

La ola de delitos contra trabajadores no sólo no se ha detenido, sino que —pese a lo que pregonan el ministro Eduardo Bonomi y su subsecretario Jorge Vázquez— está fuera de control. Si algo faltaba ahora son los repartidores de supergás que, cansados de que los asalten después de las 21 horas, han decidido dejar de realizar entregas a domicilio durante la noche.

Ya hay zonas donde los repartidores y los servicios de salud no quieren entrar, porque temen por su seguridad. Ya hay zonas donde quien acepta ingresar lo hace a su cuenta y riesgo. Pero no hay zonas seguras. Los delincuentes avanzan y, aunque se diga lo contrario, la autoridad se repliega.

Los ciudadanos honestos, los que hacen cada día este país, tienen miedo. Y cuando la oposición propone que asesinar a un trabajador en el ejercicio de su labor sea un agravante, el gobierno del Frente Amplio se opone.

¿Así defienden al que trabaja cada día para llevar el pan a su casa? ¿Así lo amparan? ¿Y el Pit-Cnt? ¿Acaso esta negativa del partido de gobierno y del Poder Ejecutivo de aumentar las penas para quien mata a un trabajador mientras desarrolla su tarea no le preocupa? ¿No le alarma?

¿Acaso tener que arriesgar la vida no hace a las condiciones de trabajo por las que la dirigencia sindical dice pelear?

¿Hasta cuándo este doble discurso, señores?

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LA COLUMNA DE PEPEPREGUNTÓN

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